El paso de los Andes

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Corrían los heroicos años de la guerra de independencia, en 1819, cuando nuestro Libertador Simón Bolívar, al frente del ejército patriota, remontaba el Orinoco y desarrollaba la Campaña de Los Llanos, contra las tropas expedicionarias de Pablo Morillo, decidido como estaba de derrotar al imperio español y liberar la Gran Colombia, lo cual ya había proclamado en el Congreso de Angostura.

Desde el «Hato Cañafístola», a corta distancia del Río Apure, y habiéndose retirado Morillo a Calabozo a esperar que pasara el invierno; el Libertador decide atravesar el llano inundado, remontar la Cordillera de Los Andes en pleno invierno del trópico, sorprender al enemigo y liberar el Virreinato de Nueva Granada.

Iniciaba uno de los capítulos más heroicos de nuestro pueblo, producto del genio político-militar del Padre de la Patria, y de su pasión y grandeza: el Paso de Los Andes.

El 25 de junio de aquel año inició el ejército libertador su heroico ascenso, en las más difíciles condiciones, luego de toda una campaña militar en Los Llanos. Nuestros hombres y mujeres marcharon por el helado temperamento de Tunja, desnudos, a pie, en las peores condiciones, cruzando el Páramo de Pisba; muchos murieron de frío, pero nada los detenía, gozaban de la presencia e inspiración del Libertador y sus oficiales patriotas, quienes eran los primeros en el sacrificio y el trabajo.

Ya en territorio de la Nueva Granada, el Libertador se dirigía al hoy pueblo colombiano: «en vuestro seno tenéis ya un ejército de amigos y bienhechores, y el Dios que protege la humanidad afligida concederá el triunfo a sus armas redentoras. No temáis nada de los que vienen a derramar su sangre por constituirse en una nación libre. Los granadinos son inocentes a los ojos del ejército libertador. Para nosotros no hay más culpables que los tiranos españoles, y ni aún éstos perecerán sino en el campo de batalla».

El ejército patriota entró en encarnizados combates: el 27 triunfó en Paya, el 5 de julio ya estaba en la provincias de la Nueva Granada, arribaron a Socha, el 11 de Julio la Victoria en Gameza, la victoria en Pantano de Vargas el 25 de julio sobre un poderoso ejército español, la Victoria de Boyacá el 7 de agosto, y finalmente, la entrada victoriosa el 10 de agosto a Santa Fe de Bogotá, y la liberación de las Provincias de la Nueva Granada.

Hoy 199 años después de esa hazaña heroica, los hijos de aquel ejército libertador, vuelven a cruzar la Cordillera Andina, ahora, por el Páramo Berlín, pero esta vez, buscando desesperadamente una posibilidad de futuro, un destino seguro para ellos y sus hijos. Esta vez el Paso de Los Andes, no es una marcha para liberar otros pueblos, sino una salida desesperada del caos del país. Algunos de los que cruzan a pie, han muerto y quedado sembrados en esas tierras heladas, como un testimonio de la situación absurda que vive nuestro pueblo.

Es un paso triste, donde se deja todo atrás; pero es al mismo tiempo, un paso esperanzador, porque se busca un destino mejor, que hoy no encuentran en la patria que nos legara Simón Bolívar.

Una cantidad importante de nuestro pueblo sale desesperadamente como puede: a pie lo más pobres, cruzando Los Andes hacia Colombia, Ecuador, Perú. Otros, incluyendo a muchos de nuestros pueblos originarios, cruzan como pueden hacia Brasil, otros emigran al Caribe o Centroamérica. Nuestros jóvenes profesionales e hijos de antiguos inmigrantes, salen hacia la Argentina, Chile, Uruguay, los Estados Unidos y Europa.

La salida de millones de venezolanos, incrementado de manera exponencial a partir del año 2015, es un hecho público y notorio. La Organización de las Naciones Unidas, un ente serio, sin lugar a dudas, por intermedio del vocero de su Secretario General, reporta que, a junio de este año, hay 2.3 millones de venezolanos que han salido del país. Este número no incluye a aquellos que se han ido de manera individual por vía aérea.

El asunto es que, por primera vez en nuestra historia, nos hemos convertido en un país de emigrantes. Venezuela siempre se caracterizó por ser receptor de otros pueblos, todos fueron bien recibidos, con los brazos abiertos. Éstos, se integraron a nuestra sociedad, con sus sueños y esperanzas, nos ayudaron a construir nuestro país.

Hoy día, nuestro pueblo sale por millones. Es un fenómeno que desgarra y separa a las familias venezolanas. Es duro para el que se va, y lo es para el que se queda. Esta situación, dolorosa, es negada reiteradamente sólo por el gobierno, que insiste, a través de sus más afamados voceros y voceras, en mentir, al afirmar que esta estampida de venezolanos, es «normal».

Por otra parte, los más crueles voceros del «pranato» vociferan en contra de los que se van, les desean que no vuelvan más. El propio Maduro se burla de que nuestros jóvenes estén «lavando pocetas», en un intento por descalificar el esfuerzo de estos compatriotas por tener una vida digna.

En mi artículo «No te vayas«, del 8 de octubre de 2017, manifestaba con anticipación mi tristeza y preocupación por los jóvenes que me encontraba en la ciudad de Nueva York, cuando me desempeñaba como Embajador del país ante la ONU, se trataba de ingenieros, profesionales, trabajando de mesoneros, taxistas, etc. Igual, por las noticias que recibía de muchos jóvenes y trabajadores de PDVSA, que abandonan la empresa y el país; las historias de los amigos y conocidos que salen, todas son duras y desgarradoras.

Las razones son muchas: la crisis económica; la inseguridad, la persecución política, la asfixia de un ambiente autoritario que ha provocado la pérdida de la esperanza en que el gobierno resuelva los problemas que aquejan al ciudadano; la negativa de someterse a los mecanismos de control social, al «carnet de la patria», a la amenaza en la Administración Pública, la obligación del aplauso fácil.

Además de la profunda afectación emocional que significa tener que abandonar tu Patria y tus afectos, lo más grave, es el hecho de que el país ha perdido una generación completa de jóvenes formados en los años del Comandante Chávez. Era la generación que se estaba educando para el país potencia.

Lo que ha sucedido con PDVSA es un ejemplo claro del daño ocasionado. Después del Sabotaje Petrolero, entraron miles de jóvenes profesionales a recuperar la empresa, y luego a fortalecer nuestras capacidades productivas en plena expansión.

Cuando comenzó la persecución por razones políticas dentro de la empresa, no solo metieron presos a sus trabajadores y líderes emblemáticos, como el ingeniero Jesús Luongo, quizás uno de los que más sabe de refinación en Latinoamérica, sino que comenzaron a desplazar a los héroes de la derrota del sabotaje, a los hombres y mujeres de mayor experiencia, conocimiento, compromiso y moral.

La actuación de los oportunistas y maduristas dentro de PDVSA, en su afán de controlarlo todo, generó un ambiente hostil para nuestros trabajadores. Lo hicieron y destrozaron a la empresa. Solo que nuestros muchachos no se «calan» el maltrato, ni al «pranato». Se fueron, se van.

Hemos perdido inmensas capacidades humanas y técnicas en la empresa, el orgullo y la conciencia del deber social. Ahora, PDVSA es una mueca de lo que era el orgullo del Comandante Chávez y del pueblo venezolano, la Nueva PDVSA, Roja Rojita, no existe más, la acabaron, no solo se vino abajo la producción de petróleo y la capacidad de refinar y procesar de nuestra empresa, sino que desmantelaron el bastión de soberanía que alguna vez fue.

Ahora los agentes que la «dirigen», pactan, la entregan, la han desmantelado, en cumplimiento del paquetazo del fracaso.

Cuando el Comandante Chávez nos hablaba de que seríamos un país potencia, que teníamos los pilares de una Patria de hombres y mujeres libres y justos, con una sociedad cuya riqueza se basara en el trabajo, del vivir bien, prendió la esperanza en todos nosotros.

Éste era un país con un proyecto, el Plan de la Patria, votado por la mayoría del Pueblo, una Constitución ampliamente debatida y aprobada en consulta popular. Un país que, luego de la conquista de la Plena Soberanía Petrolera, logró tener años de estabilidad y crecimiento, que comenzaba a resolver sus problemas estructurales, en el ámbito material y espiritual. De ese país, nadie quería salir, nadie huía. Todos, independientemente de su posición política o condición social, sabían que tenían un lugar en nuestro proyecto.

La salida masiva de venezolanos hacia el exterior es una denuncia, es una consecuencia del acelerado deterioro de nuestras condiciones de vida, de la situación económica que resulta asfixiante, insostenible, es una señal del vacío espiritual, la tristeza creada por la ética del desastre y del «pranato» de la política que se ha impuesto en el quehacer cotidiano.

Atrás quedó, como un recuerdo, el concepto de Democracia Participativa y Protagónica, el sistema de Misiones y Grandes Misiones, la Nueva PDVSA Roja Rojita, los proyectos del Plan de la Patria, los Derechos Humanos y Fundamentales consagrados en nuestra Constitución.

Cuando vemos a nuestro país, en la perspectiva de la dinámica y los retos que tiene la humanidad, los «Objetivos del Desarrollo», establecidos por las Naciones Unidas, los grandes debates en torno a la sustentabilidad del desarrollo económico; la lucha contra la pobreza, la inequidad y la exclusión; el cambio climático y el manejo de los recursos naturales, entonces, podemos apreciar, el profundo daño que este gobierno incapaz e improvisado le ha causado al país, a nuestras posibilidades de desarrollo, a nuestra soberanía, a nuestro futuro. Nos quedamos atrás.

Se van los que eran el objeto de nuestras preocupaciones, de nuestro esfuerzo, se va nuestra juventud. De todas las clases, y condiciones políticas, se nos va el futuro.

Es una situación indeseable. Por supuesto, que todos queremos estar en nuestra patria, incluyendo, a los que nos vemos forzados a estar ausentes porque somos perseguidos por el madurismo. Todos queremos a nuestra patria y deberíamos poder estar allí para su reconstrucción. Los que se quedan, ojalá puedan mantenerse para dar la batalla.

Ante la falta de un liderazgo revolucionario y patriota, que pueda hacerle frente al desastre, se opta por la salida individual. He conversado con los que se encuentran fuera, entendiéndolos e instándolos a volver, siempre tendremos un lugar en nuestra querida patria, no la podemos dejar a merced del caos.

El origen de todo este problema es el madurismo, y el desastre al que han llevado a nuestro país. Debemos dar la batalla por recuperarlo. Una respuesta patriota y revolucionaria a esta profunda crisis, para crear las condiciones para que todos y todas los que se han ido puedan regresar, y los que se quedaron puedan vivir con dignidad y ser felices, al final, de eso se trata todo.

El madurismo ha establecido un sistema de control social de la población, por ello han recurrido a instrumentos que medran en la miseria, para crear dependencia y mecanismos de manipulación: las cajas «Clap», los bonos y el «Carnet de la Patria», violatorios además del derecho a la no discriminación, por decir solo uno. A través de éste obtiene la «big data», es decir, tu información, tus necesidades, tu domicilio, tu vida, para amenazar, obligar, y manipular.

Han instaurado el miedo, la censura, han cerrado los espacios de participación, por ello, las personas optan por salir, por lo menos, para resolver de manera individual su situación.

El gobierno no solo desconoce y se burla de los que salen, sino que estimula la salida porque les favorece en gran medida: se desmoviliza al pueblo, no votan, no participan, no dicen, no hacen y además, mandan las remesas a las cuales el gobierno les quiere poner la mano.

Es por ésto que el gobierno incumple en su responsabilidad de proteger a sus ciudadanos, no les importan ni dentro ni fuera del país. Son maltratados en el exterior, por la derecha xenófoba, por gobiernos hostiles, y el gobierno no hace nada, ni siquiera una nota de protesta, una exigencia, y paradójicamente, a los más ofensivos, como es el caso de Trinidad y Tobago, al contrario, se les entrega el gas de la Patria.

Mientras el futuro se va, y los que quedan están desmovilizados, y corriendo de un lado a otro para sobrevivir en el día a día, el madurismo avanza en su programa de derecha: el Paquetazo de Maduro.

Hoy por hoy, el gobierno de Maduro ni siquiera guarda las apariencias de proclamarse de izquierda ni nada que se le parezca, su equipo económico va de retroceso y sin frenos, no saben qué hacer para tratar de convencer a los capitalistas de que están rematando al país y que desmontan cualquier vestigio de Chavismo existente en la economía del país.

La entrega de PDVSA es abierta y desvergonzada. Las operaciones del gas en el oriente del país que se cedieron a la Shell, viene acompañada de la entrega de áreas operacionales a «empresas de servicios petroleros» creadas, para la ocasión, por el madurismo.

Los contratos suscritos, unos en acto público y otros en «privado», son una vergüenza y una claudicación de nuestra Plena Soberanía Petrolera. PDVSA retorna a los esquemas de los Convenios Operativos de la Apertura Petrolera, se viola la Ley Orgánica de Hidrocarburos, la de Chávez. Existe un ambiente de rapiña, todos quieren su pedazo de lo que fue PDVSA.

Los señores que están firmando por PDVSA deberían saber que «el desconocimiento de la ley no excusa su cumplimiento y aplicación», y los beneficiarios de esta rebatiña deben saber que, tan pronto vuelva al poder un gobierno revolucionario, patriota o sencillamente responsable, todo esos contratos ilegales, deberán ser derogados como hicimos cuando la Revolución Bolivariana desmontó la Apertura Petrolera, que los mismos serán nulos, que no producirán, por tanto, efecto alguno y que, se generarán las responsabilidades correspondientes a su celebración.

En el ámbito financiero, el ala desesperada de derecha, ya no sabe qué cosa hacer para obtener dólares. Ya no hay freno de ningún tipo, quieren las remesas, que traigan dólares o lo que sea, pero rápido, es evidente que el Petro no funciona. Lo he dicho y creo que ahora está más claro para los incrédulos: el Petro es una estafa, no solo es ilegal e inconstitucional, sino que ¡no sirve!

Los precios se dispararon, solo que ahora están «acordados» con el madurismo, pero, ¿a quién le importa que ellos lo «acuerden»?, ¡No representan los intereses del pueblo! El nuevo salario mínimo no alcanza para adquirir ni siquiera la Canasta Básica, con los productos y precios «acordados» por el madurismo. El ticket de alimentación no alcanza ni para comprar jabón a precios «acordados».

Desde que Maduro reconoció al «Dólar Today» como su referente, el pasado 17 de agosto, el Bolívar «Soberano» pasó de 60 Bs a 91.64 Bs, es decir, una devaluación del 51%.

La hiperinflación sigue expropiando el esfuerzo de los trabajadores, mientras el gobierno promete y ofrece nuevos bonos, así como pagar los incrementos salariales durante 90 días (desesperados por llegar a diciembre), tanto al sector público, como al privado. ¿De dónde va a sacar el gobierno estos recursos? Nadie cree en sus anuncios y menos en su «promesa» de «déficit cero», por cierto, la misma de Macri.

Se ha creado una hidra de «nuevos empresarios» que crecen bajo el amparo y protección del madurismo: ex militares, ex escoltas, ex ayudantes, ex revolucionarios, todos son «panas». Reciben créditos, contratos, licencias, ahora son importadores, petroleros, mineros, constructores, dueños de medios, hombres de negocios, testaferros, «magos» de las finanzas y un largo etcétera.

Sin embargo, se reciben algunos destellos de honestidad y lealtad a Chávez. Los Chavistas nos vamos a seguir moviendo, reagrupándonos, vamos a construir una opción revolucionaria para darle un parao a tanta entrega y vagabundería.

Si la izquierda y los partidos que se proclaman revolucionarios no dicen o hacen nada para detener la entrega, serán corresponsables, por cobardes y acomodaticios políticos. A los líderes que guardan silencio y permiten que se haga «lo que Maduro Diga», los llamo a no seguir horadando la esperanza del pueblo Chavista y a asumir sus posturas sin dobleces.

Seguiremos adelante, avanzaremos, hay una Esperanza, una «Esperanza Patriótica», que vive en el corazón de los hombres y mujeres de la Patria.

Con Chávez Siempre, ¡Venceremos!