Tomo este título para el artículo de otro que considero muy importante: “Es la hora de la Junta Patriótica Revolucionaria” escrito por Toby Valderrama, entrañable amigo que tiene la virtud, escasa en tiempos de infamia, de asumir siempre sus ideas y posiciones, arriesgándolo todo, sin cálculos, con una profunda honestidad.
La pregunta que tendríamos que hacernos todos los venezolanos es: ¿estamos dispuestos a llevar a nuestros hijos a la guerra?, ¿a entrar en el horror de la muerte y destrucción del país, arrasar con todo y asesinar al contrario?, ¿quiénes nos han llevado al borde de esta hoguera y para qué?
Resulta criminal el llamado de la oposición a una intervención militar, convocando a que tropas extranjeras nos invadan y maten, ocupen, violen, saqueen y desaten la violencia en contra de los nuestros. Ésto no sólo es muy grave e irresponsable, sino un delito que, en cualquier país, los llevaría a enfrentar cargos de traición a la Patria. Nada justifica una invasión.
Quedará para la historia de la infamia, los nombres de los que han pedido la intervención, los que han ondeado otras banderas y entonando otros himnos, para estimular que fuerzas extranjeras resuelvan nuestros problemas.
Igual de criminal e irresponsable es la actuación genuflexa, fofa, de Maduro y su gobierno, entregando los recursos de la patria al poderío foráneo, debilitándola, rematando al país: el petróleo, el gas, el oro, para que otros vengan en su auxilio y den la cara por él.
Maduro, para mantenerse en el poder, ha permitido que fuerzas e intereses extranjeros hagan en nuestro país lo que les da la gana: en la economía, la defensa, la administración pública, tal y como ya sucede en el arco minero, en los campos petroleros, en el interior de las instituciones del Estado, en el Esequibo.
El madurismo ha debilitado al extremo a nuestra patria, destruyó la economía y corrompió todos los Poderes Públicos, ha quebrado la moral de nuestros trabajadores, degradado la vida del venezolano.
Maduro ha neutralizado el espíritu Chavista de nuestra Fuerza Armada Bolivariana, la cual ya no actúa en defensa de las garantías sociales, sino de un grupo entreguista y aniquilador de la Patria, que los tienen corriendo al lado de un obeso que no tiene nada que ver ni con el juramento del “Samán de Güere”, ni con la Llama Sagrada Bolivariana. Maduro se escuda con ellos para amenazar, payasear. Se parece mucho a Noriega.
El reciente mensaje del Mayor General Carvajal, militar de amplia trayectoria y responsable durante diez de la Inteligencia y Contrainteligencia militar, en el gobierno del Presidente Chávez, corrobora lo que hemos denunciado desde el mismo 2014 y que nos ha valido persecución, acusaciones de todo tipo, ataques y amenazas permanentes que nos han llevado al exilio: el grado de descomposición de Maduro y su gobierno, la violación de la Constitución, la traición al pueblo y al presidente Chávez, de cómo Maduro ha utilizado la “justicia” y los órganos de seguridad para acallar cualquier disidencia política y perseguir, exiliar y encarcelar a los líderes populares, de la oposición y del Chavismo que se le opongan.
Es un testimonio importante por venir de un oficial Bolivariano, probado en difíciles circunstancias y custodio de información privilegiada de la seguridad del Estado y del extraño círculo de poder del madurismo, sus delitos y las motivaciones de su actuación deplorable al frente del gobierno.
Maduro y Guaidó nos han llevado al borde del abismo de una guerra, pareciera que son más importantes sus intereses grupales y ansias de poder, que el destino de nuestro país. El pueblo se debaten en un dilema que no existe: no se confrontan dos modelos contrapuestos, los que nos llevan a la guerra son dos caras del mismo proyecto.
Maduro debe salir del gobierno, del poder, su tiempo se acabó y no ha dado muestras de que entiende siquiera en qué situación de debilidad y exposición ha dejado al país. Ellos, el madurismo, viven desconectados de lo que está sufriendo el pueblo. Ni lo sienten, ni les importa. Tienen la indolencia y arrogancia de quien está decidido a mantenerse en el poder a costa de lo que sea, de profundizar su estrategia del caos, para ocultar el paquetazo neoliberal que le han impuesto a nuestro pueblo.
A falta de un Pinochet para destruir y erradicar al Chavismo y la posibilidad socialista, la restauración del sistema ha encontrado en Maduro el agente apropiado para hacerlo: ha actuado con la eficacia de Herodes en el desmontaje de la obra del presidente Chávez. Lo peor, es que ésto lo ha hecho abusando del nombre y la imagen del comandante, por lo que el daño en la conciencia del pueblo ha sido profundo, imperdonable.
Por otro lado, Guaidó es sólo la máscara de la extrema derecha venezolana. Detrás de él están las élites tradicionales, las más radicalizadas, intolerantes, que no están dispuestas a pactar nada. Lo quieren todo a su manera.
Han desplazado y le han dado un “golpe de mano” a los factores tradicionales de la oposición, quienes por cierto, desaparecieron de la escena política. Cabalgan sobre los hombros del repudio absoluto que genera Maduro, sobre el hastío de la gente que no quiere saber nada de nada, sólo, que se vaya Maduro, en la ilusión o con la promesa de que todo cambiará, así como si nada.
Sin embargo, a pesar de la compleja operación política montada por la oposición, de los recursos y apoyos internacionales, no ha pasado nada. Y no pasará, porque se vuelven a equivocar: creen que pueden desempolvar un “Plan País”, que no es más que la misma entrega de siempre. Los mismos actores, las mismas propuestas, pero mostradas de otra manera, con un gran show.
La oposición no se recupera de la derrota histórica que le propinara el presidente Chávez con la victoria electoral de 1998, el 13 de abril de 2002, la derrota del Sabotaje Petrolero en el 2003 y la victoria en la Batalla de Santa Inés en agosto de 2004. La oposición se quedó sin argumentos, sin propuestas, sin liderazgo. De hecho, han tenido que recurrir al liderazgo extranjero, para estimular una invasión al país para imponer su proyecto.
El proyecto de Maduro y Guaidó son lo mismo, son dos caras de lo mismo, aunque estén dispuestos a hacer que el pueblo mate a su hermano o que la fuerza invasora haga el trabajo sucio de horadar el suelo patrio y bañarlo de sangre de venezolanos. Son lo mismo, pero representan distintos grupos de poder, distintas élites que se quieren entronizar en el control del país y sus inmensos recursos.
Los dos entregan o entregarán el petróleo; los dos privatizan o privatizarán PDVSA; los dos tienen un modelo económico capitalista, atrasado, dependiente, inviable. Ninguno puede proteger al pueblo ni sus conquistas sociales; unos y otros entregan la soberanía económica y política a fuerzas o poderes extranjeros; uno y otro son crueles, intolerantes, ambos representan a las élites, nuevas o viejas, que se roban y seguirán robándose los recursos del pueblo venezolano. Con ninguno de ellos hay futuro, ni Plan de la Patria, ni Constitución Bolivariana, ni soberanía.
El problema en el que estamos es grande, la crisis profunda, el daño parece irreversible. Ni Guaidó, ni Maduro, nos pueden sacar de este abismo. Mucho menos una fuerza expedicionaria, ni los generales de tuiter, ni el odio, ni la intolerancia, ni la entrega. Nadie podrá imponer su propia visión sobre el cadáver del otro, mucho menos, sobre la violación a nuestra soberanía, ni sobre las ruinas del país o la muerte, prisión o persecución del otro, nadie lo podrá hacer sobre la otra mitad del país.
Estuve en el Consejo de Seguridad de la ONU entre 2015–2016, lo presidí en febrero de 2016, me tocó ver de cerca y debatir, sobre las crisis políticas y las guerras más cruentas en este siglo: Siria, Libia, Irak, Yemen, Afganistán. Todos han sido territorios donde se han enfrentado poderes fácticos, potencias extranjeras, pero donde los muertos los han puesto millones de pobres, lejos de los centros de decisión.
Estas tristes y crueles experiencias son una muestra clara de lo que digo. La intolerancia, la intromisión extranjera, la represión interna, la entrega, sólo conducen a la destrucción de los países que, nunca, óigase bien, nunca se recuperaran de la devastación causada por la guerra.
Sin embargo, las élites instigadoras del odio y la guerra, están a buen resguardo en las capitales de los centros de poder cuyos intereses defienden.
Al final, estos territorios arrasados, países en ruinas, quedan “tutoreados” para siempre, sin posibilidades de recuperarse. Quedan relegados a la cola del mundo, lisiados, divididos, traumatizados, no es el tercer mundo, ni el cuarto, es el infierno del mundo.
Señores oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en sus manos está evitar un desastre de extraordinarias dimensiones. Ustedes tienen el mandato constitucional de defender la Soberanía, la integridad territorial, al pueblo.
Ustedes se deben al pueblo, a más nadie. No pueden seguir apoyando con sus armas a este gobierno impopular e ilegal. Pero no pueden permitir tampoco el asalto a nuestra soberanía ni la intromisión extranjera. Es la hora de dar un paso al frente, empuñar su espada en defensa del pueblo y sus garantías sociales. No pueden fallar a su juramento de lealtad a la patria.
La patria es socialista o no es patria, es bolivariana o no es patria, es soberana o no es patria, es popular o no es patria. Ustedes sólo le deben lealtad a la Constitución y al Pueblo, el asiento legítimo de nuestra soberanía.
Hoy se hace el peligroso baile al borde de la hoguera de la guerra, de lado y lado, hay pueblo. Los promotores e instigadores son unos irresponsables todos. Se manipula al pueblo, se le usa como escudo humano para esconder cualquier aventura, cualquier agresión, cualquier plan que sólo está claro de los poderosos intereses detrás de esta profunda crisis del país. Es la hora del pueblo, de la Junta Patriótica de Gobierno. Es la hora de la grandeza, de la nobleza y del valor de los hijos e hijas de Bolívar.