EL ROL DEL PETRÓLEO EN EL FUTURO DEL PAÍS

Es necesario que todo el pueblo de Venezuela, trabajadores, sectores político-sociales y sobre todo, los jóvenes, entiendan que el petróleo tiene y tendrá necesariamente un rol fundamental en las posibilidades de recuperación y reconstrucción de nuestro maltrecho país. Pero que eso será así, sólo si este poderoso y valioso recurso natural, se mantiene bajo el control del Estado, en representación del interés colectivo de los venezolanos, como se ha establecido en todas nuestras Constituciones, desde que existimos como República, a partir del Decreto del Libertador Simón Bolívar, firmado en plena Campaña Libertadora en Quito, Ecuador, en 1829. Nadie puede renunciar al concepto de que el petróleo es del pueblo.

El petróleo es un recurso natural estratégico para la economía mundial y  los venezolanos hemos sido bendecidos con este “don de la naturaleza”, al poseer las reservas mas grandes del planeta, certificadas por nosotros en 2007, que alcanzan la fabulosa cifra de 316 mil millones de barriles de petróleo, una riqueza inconmensurable, que pertenece al pueblo de Venezuela y no a la oligarquía, ni al interés transnacional. 

Dada las características de nuestra economía, la de un país petrolero, con una vasta base de recursos, no podemos pretender, y nadie puede hacerlo, perder esta ventaja estratégica y cederla a “otros” (entiéndase bien, transnacionales y el sector privado) para que sean “ellos” los que exploten y se aprovechen de las mismas, quedando para el pueblo las “migajas” que nos deje un régimen fiscal “flexibilizado” y “competitivo” para los mismos. 

¡No!, y en ésto hay que ser enfático: la entrega del petróleo y de PDVSA, significaría un retroceso abismal en nuestras conquistas históricas y nos devolvería a la época del saqueo salvaje de Juan Vicente Gómez, cuando estábamos en manos de las transnacionales y sus agentes, privándonos de la posibilidad de utilizar el petróleo para salir del abismo y reconstruir nuestra Patria. 

La ley de hidrocarburos de 1943, la nacionalización del petróleo de 1976, la creación de PDVSA y luego, la nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco de 2007 y la Política de la Plena Soberanía Petrolera, constituyen avances incuestionables para el país, que todos debemos defender, en la conquista de su soberanía en el manejo de sus propios asuntos. 

Éstas han sido reivindicaciones de todos los venezolanos. Entregarlas, no sólo es una posición contraria a los intereses nacionales del país, sino una insensatez, una inmensa tontería, que únicamente beneficia al interés transnacional. 

La política petrolera de cualquier país productor, tiene fundamentalmente un carácter nacional, estrechamente vinculado al territorio, a la Soberanía, porque se trata de recuperar, para sus pueblos, el control y usufructo de sus recursos naturales.

Históricamente, el pensamiento político venezolano, en todo su espectro, ha reivindicado el control sobre el petróleo. La gran discusión ha sido la utilización de la renta petrolera, el modelo político-económico a desarrollar; pero nadie ha cuestionado el principio de que el petróleo pertenece al pueblo, quien es representado por el Estado.

Esta poderosa idea, esta legítima aspiración nacional, fue la que permitió el liderazgo de nuestro país en la fundación de la OPEP, por allá en 1961, así como, la llamada “revolución de la OPEP” en los años ‘70, que permitió la creación de las empresas nacionales de petróleo, que siguen siendo, hoy día, las más importantes del planeta. 

El hecho de que este gobierno haya destruido PDVSA, no significa que deba cuestionarse el rol de las empresas nacionales de petróleo; por el contrario, éstas no sólo son las más importantes del sector petrolero internacional, sino que son la herramienta fundamental para el ejercicio de la soberanía de sus respectivos países. 

Todos los países productores de petróleo del mundo, han luchado para conquistar el manejo de su recurso natural, el petróleo, y contar con una empresa nacional, propia, que permita su desarrollo y aprovechamiento en beneficio de sus pueblos. Tantos países exitosos, no pueden estar equivocados. 

La idea de entregar el petróleo y privatizar PDVSA no es nueva. Siempre ha sido una aspiración de las transnacionales e intereses privados que buscan apropiarse de nuestros recursos estratégicos, y más aún, en tiempos de crisis y debilidad extrema como los actuales, donde en buena parte de la élite política del país y del gobierno, se ha instaurado una actitud entreguista, un Cipayismo, en relación con el petróleo y la soberanía. Es una competencia en una especie de remate de las riquezas de nuestro país para mantenerse en el poder o arribar al mismo.

Pero hay que hacer un alto, a pesar del caos reinante, de las privaciones, del cansancio y del permanente show político, que distrae de los asuntos esenciales que están sucediendo. Hay que levantar la mirada estratégica y darse cuenta del grave daño que se está infringiendo al país y a nuestro futuro, pues una acción de este tipo, un retroceso de esta magnitud, solo profundizará el desastre, es una política ya fracasada e insostenible en el tiempo. 

Este modelo de “gestión privada” del petróleo, ya fue impuesto en el país a principios del siglo XX. En el período concesionario, entre 1914-1976, las transnacionales petroleras, se hacían cargo de todo el sector de petróleo y gas del país, no existía PDVSA, ni un MInisterio de Petróleo, por lo que, las operadoras internacionales saquearon como quisieron nuestros recursos petroleros, destruyeron el medio ambiente, deformaron nuestra economía, imponiendo su modelo rentista, pagaban mínimas regalías y no pagaban  impuestos, apropiándose de las riquezas de todos los venezolanos.

Luego de más de 60 años de control absoluto transnacional  del petróleo,  nuestro país estaba sumido en una profunda desigualdad económico-social, con una élite (representante o agentes de las empresas petroleras) que se enriqueció a la sombra del dictador o gobierno de turno, y una inmensa mayoría de venezolanos empobrecidos, al margen de la riqueza petrolera, que se fueron concentrando en los grandes cinturones de miseria que rodean nuestras ciudades y que son una denuncia viva de un modelo fracasado: el modelo de gestión transnacional o privado del petróleo. 

Por ello, la nacionalización y la creación de PDVSA, nuestra empresa nacional, nos permitió captar la renta petrolera y desarrollar nuestros propios recursos naturales, lo que nos colocó en una sólida posición como país productor de petróleo.

Luego, con la nefasta Apertura Petrolera de los años ‘90, las transnacionales volvieron a controlar el negocio petrolero, concentrando su presencia en la Faja Petrolífera del Orinoco, disminuyendo el rol de PDVSA y abatiendo el régimen fiscal, es decir, regalías e impuestos. El gobierno de turno sólo cobraba 1% de regalía, mientras imponía un paquetazo de ajustes económicos del FMI, que nos condujo al Caracazo y al colapso de la IV República.

Con el advenimiento del gobierno bolivariano del Presidente Chávez, con la Constitución de 1999 y nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos, y luego de la derrota del sabotaje petrolero de 2002-2003, y el nacimiento de la Nueva PDVSA, pasamos a la ofensiva por la conquista de la Plena Soberanía Petrolera. 

Se produjo la migración de los ilegales Convenios Operativos de la Apertura Petrolera, y se nacionalizó la Faja Petrolífera del Orinoco, donde se llegaron a acuerdos con 31 de las 33 empresas internacionales, constituyendo la figura de Empresas Mixtas, contempladas en la ley, que, si bien permitía la participación de los privados, garantizaba el control efectivo del petróleo por parte del Estado, a través de PDVSA. 

La derogación de la Apertura Petrolera, nos permitió restablecer el régimen fiscal petrolero, ajustando las tasas de regalías a 33,3% y el impuesto petrolero a 50%, lo que nos permitió captar el máximo de la renta petrolera e ingresar al país, más de 700 mil millones de dólares en ese período. 

Con la distribución popular y revolucionaria de la renta petrolera, se utilizaron ingentes recursos para saldar la deuda social acumulada desde la crisis de los años 80, a través de los incuestionablemente exitosos programas sociales llamados Misiones, bien sea, en el área de salud, educación, alimentación, vivienda, cultura y desarrollo de infraestructura social, entre otras miles de cosas maravillosas, de gran impacto humano, que se hicieron cotidianas y características de la Revolución Bolivariana. 

Las empresas internacionales de petróleo, con la excepción de la Exxon Mobil y Conocophillips, se mantuvieron en el país a través de las Empresas Mixtas, subordinadas al marco fiscal y legal vigente, respetando nuestra soberanía jurisdiccional. En nuestro gobierno, se mantuvo una posición firme en defensa de su soberanía, sin ceder un milímetro en nuestros intereses nacionales, y fuimos capaces de mantener el trabajo y la actividad creciente con nuestros socios internacionales. 

Al mismo tiempo, PDVSA como empresa nacional de petróleo, recuperó su rol de operador petrolero, siempre fortalecida y vibrante, capaz de operar todos nuestros campos y producir un promedio de 3 millones de barriles día, es decir, 1.000 millones de barriles por año, durante 12 años consecutivos, satisfaciendo el mercado interno y atendiendo la diversificación de nuestros mercados internacionales de petróleo, a la vez que, sus trabajadores, con todas sus capacidades técnicas y conocimientos, estaban igualmente desplegados en la batalla contra la pobreza y la exclusión, construyendo el nuevo país, que luego fue plasmado en el Plan de la Patria.

Nuestro modelo demostró su viabilidad y su potencia. Venezuela no sólamente recuperó todos sus índices de desarrollo humano, sino que, su poder nacional se fortaleció. Era un país importante, con un rol esencial en la OPEP, en la Región y en el escenario internacional, con un liderazgo, el del Presidente Hugo Chávez, que demostraba en los hechos que un mundo mejor es posible.  

Luego, este gobierno, de manera insensata y criminal, arremetió contra la PDVSA del Pueblo, la Roja Rojita, persiguiendo y encarcelando a sus trabajadores, provocando el colapso de sus capacidades productivas. Hoy, el país produce escasamente 897 mil barriles día de petróleo, de los cuales, sólo 300 mil corresponden a PDVSA, ayudada por los llamados contratos de servicio, muy cuestionados, desde el punto de vista operativo y legal. 

Perol por otra parte, a partir del decreto 3.368 y la sentencia 153 del Tribunal Supremo de Justicia, el control de la producción petrolera que resta en el país, ha sido cedido a los privados, en contravención a la Reserva Constitucional y a lo establecido en la Ley Orgánica de Hidrocarburos. El gobierno ha estado dispuesto a esto y a más, como lo demuestra haber aceptado el “modelo Chevron”, como modelo de producción de petróleo en el país, a la vez que han derogado, de facto, el régimen fiscal petrolero; el rol del Ministerio de Petróleo ha disminuido enormemente y PDVSA ha pasado de ser la Empresa Operadora de Petróleo, a un cascarón vacío, una “agencia” que solo administra los contratos.  

Nuevamente, el modelo de gestión privada del petróleo, bien sea en su versión de época concesionaria, de Apertura Petrolera o de política madurista, han demostrado ser un fracaso.  

Venezuela es un país petrolero, con las reservas de petróleo más grandes del planeta. Haber privado al pueblo venezolano de la renta petrolera para cederlo al interés privado, ha demostrado, antes y ahora, que solo nos conducen a la pobreza y al colapso de nuestra economía nacional. 

El petróleo es del pueblo, del pueblo venezolano, y PDVSA es nuestra operadora nacional. La gran tarea —en vez de rematar la Patria—, el gran reto, es lograr un cambio político que nos permita restablecer nuestra Plena Soberanía Petrolera y reconstruir nuestra querida PDVSA, junto a sus trabajadores, comprometidos con la patria, para convertir nuevamente al petróleo en un instrumento de liberación de nuestro pueblo. 

Hay que defender nuestra Soberanía, el petróleo y PDVSA, la PDVSA del Pueblo, porque son las únicas posibilidades de salir del abismo, de resolver la grave crisis económica y social. Los trabajadores petroleros están llamados a movilizarse para defender una política petrolera que sea verdaderamente nacional, popular y revolucionaria.

Todo esto es posible. Lo demostramos en los aciagos momentos de la derrota del sabotaje petrolero, y lo hemos demostrado durante más de 12 años de crecimiento económico y el vivir bien del pueblo, y como estamos seguros podemos demostrarlo y hacerlo otra vez, junto a los trabajadores y al pueblo, nuevamente en beneficio de todos los venezolanos.