Los pasados 28 y 29 de Octubre tuvo lugar en Bruselas la Conferencia Internacional de Solidaridad sobre la Crisis de Refugiados y Migrantes de Venezuela, auspiciada por la Unión Europea, el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) y la Organización Internacional para Migrantes (OMI), todas instituciones reconocidas a nivel mundial, representadas en la Conferencia por sus máximas autoridades, junto con 120 delegaciones de Instituciones especializadas y estados miembros de América Latina y el Caribe.
Las organizaciones en migraciones y refugiados de la ONU, la OIM y la ACNUR revelan una realidad abrumadora: 4,5 millones de venezolanos, mujeres, hombres, niños y niñas, han abandonado el país como pudieron, a un ritmo de 5.000 personas diariamente. Nuestra diáspora es una tragedia.
De acuerdo con las indicadas organizaciones de la ONU, “la Crisis de refugiados y migrantes venezolanos es la de mayores dimensiones en la historia de América Latina y una de las mayores crisis de desplazamiento en todo el mundo”.
En sus palabras de apertura Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la ACNUR, señaló que los 4,5 millones de Venezolanos que se han visto forzados a abandonar el país por la “inestabilidad política, la creciente inseguridad y violaciones de los derechos humanos, además del colapso de la economía”, podrían llegar, de acuerdo con las estimaciones de los organismos especializados, a 6,5 millones de migrantes para el año 2020, es decir, el 20% de nuestra población.
Aquí hay que considerar que estos 6,5 millones de migrantes son fundamentalmente jóvenes, trabajadores y profesionales, es decir, el impacto de su salida del país es mucho mayor, por tratarse del segmento activo, en crecimiento y desarrollo, es el efecto de un país en guerra, que pierde su juventud. Es difícil que estos jóvenes, una vez asentados en sus países de acogida, vuelvan a la Patria.
No existe estadística sobre el número de niños, que se mueven con sus padres migrantes, se quedan solos en el país, o se quedan en el camino. Sin embargo, hay historias aterradoras e informaciones de niños abandonados, abusados, traumatizados. Es un crimen.
El 80% de los migrantes y refugiados venezolanos se ha desplazado a países de la región, una gran cantidad de ellos lo hace a pie, o de manera irregular. Los grupos vulnerables: mujeres, niños y niñas, están expuestos a grandes riesgos de explotación y abusos.
A pesar de la solidaridad y medidas de protección que han tomado los países aledaños, los migrantes venezolanos han estado expuestos a graves agresiones xenófobas, producto del discurso de odio y la instigación a la violencia contra los venezolanos, por parte de sectores políticos de derecha y algunos gobiernos de la región.
Esta Conferencia Internacional, se suma a pronunciamientos previos que han hecho tanto la ACNUR como la OIM, en sus informes sobre el alarmante fenómeno de la diáspora venezolana, la situación desesperada y el sufrimiento de los ciudadanos venezolanos que tratan de salir del país.
La diáspora venezolana se inicia fundamentalmente a partir de 2014 y se acelera de manera extraordinaria desde 2015. Es obvio inferir que ésta es producto del fracaso de maduro: la hiperinflación acumulada de 282.972 %, la mega devaluación, el salario más bajo de la región, 15 dólares al mes, es decir, 0,5 dólares diarios, muy por debajo del ingreso diario de 1,9 dólares, establecido por la ONU como el umbral de la pobreza, el 81,9 % de la población en pobreza, la caída acumulada del PIB de 54%, la destrucción de PDVSA, la escasez, la violencia, la violación de los DDHH y la desesperanza.
Nunca, en nuestros más de 200 años de historia, tuvimos una situación como la señalada. Al contrario, nuestro país siempre fue receptor: árabes, sirios-libaneses; españoles, portugueses e italianos; colombianos, peruanos, ecuatorianos, bolivianos, caribeños; argentinos, chilenos y uruguayos. A todos, los recibimos con los brazos abiertos, se unieron, se integraron, aportaron al país.
El gobierno del presidente Chávez regularizó la situación de los migrantes y refugiados que residían junto a nosotros en la patria. La Constitución de 1999 estableció, por primera vez, la doble nacionalidad; luego, se daría residencia y nacionalidad a millones de inmigrantes y refugiados que estaban en situación irregular en el país, la mayoría de ellos, pobres, vulnerables.
En esos años, teníamos un gobierno verdaderamente humanista y Bolivariano. Ahora solo esperamos reciprocidad de nuestros hermanos. Los venezolanos, los hijos de Bolívar, los mismos que los recibieron con los brazos abiertos cuando tenían problemas, necesitan de la solidaridad y hermandad, el calor, afecto y comprensión de los pueblos hermanos de la región.
La diáspora es una realidad que ha golpeado profundamente a nuestra sociedad. Nuestro pueblo está desgarrado; las familias separadas, los viejos se quedaron en el país; las madres y los padres solos, ancianos, vulnerables en esta tragedia del madurismo. Los muchachos, los jóvenes, de todas las clases y colores, tuvieron que abandonar un país donde no se puede vivir, donde el ciudadano está asfixiado por un gobierno incapaz y totalitario, donde la vida diaria es una proeza, un país empobrecido, arruinado, sin instituciones, sin esperanza, ni posibilidades de avanzar.
Este gobierno infame y miserable, no solo niega esta realidad, tan cruenta y dura, sino que ignora y desconoce a nuestros muchachos que se van, a los jóvenes, la otrora “generación de oro”, la de los niños de las Escuelas Bolivarianas, los muchachos de las Misiones, los estudiantes, los trabajadores, los profesionales, los muchachos del Sistema de Orquesta, los médicos, ingenieros, profesores, científicos, la Juventud Vinotinto, hombres y mujeres que, solos o acompañados, con sus hijos a cuesta, salen como pueden. Unos lo hacen por avión; otros por autobús; muchos a pie, cruzando Los Andes; otros mueren ahogados en El Caribe; nuestra diáspora es la de un pueblo en desbandada. Un pueblo que lo deja todo atrás, sus afectos, arraigos, profesiones, su vida, su futuro, para ir a donde sea, donde deberán hacer lo que puedan, todo para comenzar de nuevo.
Los más pobres y vulnerables: hombres y mujeres, niños y niñas, están expuestos a cualquier cosa, no solo la violencia de las mafias que abusan de ellos, los explota, se aprovechan de la pobreza en la que se encuentran, sino de los ataques xenófobos y la violencia promovida por sectores políticos y gobiernos de derecha, que desprecian a nuestros muchachos en una especie de retaliación o venganza por lo que el pueblo venezolano representó con Chávez: un pueblo dueño de su destino, en lucha por sus derechos.
El gobierno de maduro no es capaz de proteger a nuestro pueblo, de garantizar sus más mínimos derechos, ni dentro del país, mucho menos, fuera de él. En primer lugar, porque su indolencia no le permite reconocer esta realidad; en segundo, porque la élite que controla al país puso hace tiempo a su familia a buen resguardo en el exterior, no les importa lo que sucede con el pueblo Venezolano, son insensibles e indolentes al dolor de los millones de madres solas o hijos lejos de la patria. No reconocen la existencia de la diáspora porque sería aceptar su estrepitoso fracaso, no están dispuestos a asumir su responsabilidad.
Los venezolanos de la diáspora están solos en su tragedia; el gobierno no acciona ningún mecanismo diplomático para protegerlos en el exterior, ni los ayuda, ni los atiende, nada. Al contrario, el gobierno y el mismo maduro los desconocen, los insultan, los desprecian por “ir a lavar pocetas”, se burlan de lo que tienen que hacer los venezolanos de la diáspora para sobrevivir. Yo los he visto, ingenieros haciendo de mesoneros; profesionales de computación, trabajando en “Uber”; gerentes arreglando cajas en supermercados; violinistas tocando en los metros; soldados lavando pocetas. Me da dolor, pero a la vez, reconozco en ellos la gallardía y la determinación para comenzar de nuevo, salir adelante.
El gobierno de maduro, a la vez que pretende desconocer la realidad de la diáspora, los explota, les exprime hasta el último ahorro, el mínimo dólar, para darle un documento antes de salir, para “apostillar”, para renovar documentos en el exterior.
maduro quiere controlar las “remesas”, el dinero que la diáspora manda a sus familias que quedaron en la patria entre comisiones y tasas. El gobierno no solo les arrebató el futuro, sino que les roba los recursos que envían a sus casas, producto de tanto esfuerzo y trabajo.
Lo más absurdo y miserable del madurismo, es que, incluso les quita a los que tuvieron que irse, las casas de la Gran Misión Vivienda Venezuela que les dimos con Chávez. Amenazan al que tuvo que salir, con “expropiar” su vivienda, el producto de su trabajo, la única conexión que le queda con el país.
El hecho de que nuestros ciudadanos tengan que irse desesperados, que lo dejen todo sencillamente porque en Venezuela no se puede vivir, debería sacudir nuestras conciencias, la de todos los venezolanos, sacudir el alma de la República. Aquí, ya no importa el credo o la posición política, lo que ha sucedido durante el período del madurismo, compromete el futuro de nuestra patria, nuestra propia integridad como Nación.
El impacto que esta pérdida masiva de población tiene sobre nuestras posibilidades de reconstruir el país, es equivalente a una guerra. Hemos perdido cientos de miles, millones, de profesionales, formados, educados y preparados en nuestro país, para trabajar y vivir en él, para engrandecerlo: médicos, ingenieros, constructores, técnicos, profesores universitarios, maestros, investigadores, científicos, gerentes, emprendedores; trabajadores calificados, del sector petrolero, del sector eléctrico, de telecomunicaciones, de las empresas básicas. El costo es altísimo ¿cómo podremos recuperar todo ese capital humano para reconstruir al país?
La diáspora venezolana proyectada al 2020, es equivalente a la de Siria, luego de 8 años de guerra cruenta, solo que la tragedia venezolana ha sucedido en apenas 4 años, sin que hayamos enfrentado ninguna guerra, solo los efectos de un pésimo gobierno. maduro ha provocado una diáspora mayor que la que produce la guerra en Siria.
Por otra parte, el país ha sufrido una tremenda pérdida en términos espirituales, un desgarramiento, una fractura del núcleo familiar, de la sociedad. En medio de la miseria material causada por el madurismo, aflora lo peor de la mezquindad individual, la conducta asocial, el individualismo, el miedo, la incomunicación, expresada de mil maneras, en el “hombre, lobo del hombre”.
Hay que trabajar para recomponer la unidad del pueblo, de la sociedad como un todo. Ésto significa superar el impulso individual del “sálvese quien pueda”, y pensar en el “cómo resolvemos todos este problema”, recomponer su espiritualidad.
El venezolano de la diáspora, hay que decirlo, está solo, triste; algunos viven con vergüenza, señalados, con la autoestima por el piso, maltratados, desencantados de todo. Hace falta más solidaridad, agruparse, protegerse, organizarse para volver, porque tenemos que volver. No podemos seguir evadiendo esta situación.
La diáspora es una cachetada en el rostro de la conciencia nacional, de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, de la Asamblea Nacional Constituyente, de la Asamblea Nacional, del PSUV, de los partidos del extinto Polo Patriótico, del Poder Popular, de los partidos de la oposición. Es un fracaso de la política y de la incapacidad para articular esfuerzos para salir de este gobierno.
En su ejercicio cotidiano de cinismo, maduro decreta el “inicio de la Navidad”, enciende la Cruz del Ávila, en un país de familias separadas, de hijos lejanos, de enfermos que mueren, de hambre, de pobreza, de tristeza, de desesperanza, un país destrozado justamente por su gobierno, por la traición al legado del Presidente Chávez. Herodes decreta la Navidad luego de pasar a cuchillo a la Revolución Bolivariana. Para los venezolanos, la Navidad es sinónimo de encuentro, de celebración en familia. No es una Fiesta individual. ¿Cómo se decreta la Navidad? Ella solo se siente, se celebra juntos.
La diáspora venezolana es una de las expresiones trágicas del fracaso de maduro y su gobierno, el peor gobierno de nuestra historia Republicana. Esa es la razón, la causa, aquí no valen excusas, ni los argumentos de los que les encanta dar vueltas mordiéndose la cola. Esta situación absurda e insostenible hay que resolverla, hay que salir de maduro y su gobierno.
No podemos dejar que el madurismo siga destruyendo al país, cada día que el madurismo siga en el poder será un día de destrucción y entrega de lo queda de patria. Cada día que pasa, tenemos 5.000 venezolanos menos en el país, la Patria se vacía de esperanza.
Ahora maduro está sostenido por las armas de una élite militar que está faltando a sus responsabilidades Constitucionales, y al juramento que alguna vez hizo de empuñar su espada para defender las garantías sociales del pueblo Venezolano. Sostenido por la injerencia extranjera inaceptable de las potencias e intereses que saquean al país. Se sostiene sobre la claudicación del PSUV y el silencio de los dirigentes, que alguna vez se dijeron Chavistas. Se sostiene sobre la desmovilización y fractura de la unidad de los patriotas. Se sostiene sobre el empeño injerencista de cúpulas, que tratan de imponer una visión sectaria del futuro y que desmovilizan y fracturan las posibilidades de derrotar a maduro.
En algún momento, toda esta tragedia volará en pedazos por la reacción del pueblo que será necesariamente violenta. No será suficiente el FAES, ni las cajas Clap, no será efectivo ningún programa de odio, ni las astucias extranjeras. Será el momento de la tormenta.
Allí debemos estar los patriotas, junto al pueblo, organizados con el pueblo, con Chávez. Ese día tendrá que decidir el cuerpo militar, como un todo, si sus armas seguirán sosteniendo este orden inconstitucional, si son Bolivarianos o no, si seguirán sosteniendo a esta élite corrupta y entreguista que ha destrozado al país.
La diáspora tiene que acabar, los venezolanos tenemos que reencontrarnos en la patria, volver al país, volver a las calles junto al pueblo, poner piedra sobre piedra, para volver a ser una gran Nación, orgullosa, con todos sus hijos en casa, trabajando por el vivir bien, como una familia, un pueblo alegre, con un futuro para todos ¡Volveremos a casa!