«Venezolanos: La planta insolente del extranjero ha profanado el suelo de la Patria…» Así comenzaba la proclama del Presidente Cipriano Castro del 9 de Diciembre de 1902, con motivo del bloqueo e intervención que sufriera nuestro país, por parte de las potencias europeas. Ese fue el inicio del siglo XX para nuestra joven República, luego de haber entregado la vida de sus mejores hijos en la cruenta guerra de independencia durante la primera parte del siglo XIX que, liderada por nuestro Libertador Simón Bolívar, no sólo conquistó la independencia sino que atravesó nuestras fronteras para liberar y crear nuevas Repúblicas, en guerra contra uno de los imperios más poderosos del planeta.
Nuestra gesta independentista y pensamiento Bolivariano son profundamente antiimperialistas. Sin embargo, el siglo XX transcurrió signado por la injerencia extranjera en nuestros asuntos.
La traición al pensamiento y obra del Libertador, el asesinato de Zamora, la debilidad de nuestra República sacudida por guerras intestinas, el determinismo geográfico y la extraordinaria abundancia de petróleo y otros recursos naturales, nos convirtió en presa fácil del nuevo imperio, expansionista y muy agresivo: el norteamericano.
Éste entró y se expandió en nuestro país de la mano de las transnacionales petroleras. A partir de allí, nuestro siglo XX estuvo marcado por la injerencia extranjera. Cipriano Castro fue derrocado por imponer condiciones a la New York & Bermúdez Company; Juan Vicente Gómez fue apoyado, incluso por la marina de guerra yanqui, para entregar las concesiones petroleras a las transnacionales, por intermedio de su entorno familiar, político y de amigos, conformándose así una oligarquía entreguista y vinculada al interés extranjero.
El modelo rentista petrolero fue impuesto al país por las transnacionales; depredaron nuestros recursos petroleros, nuestro medio ambiente, nos robaron nuestra riqueza, acabaron con la agricultura, promovieron la migración a la ciudad, se crearon los barrios, símbolos de la pobreza y exclusión.
Los acontecimientos políticos del siglo XX están signados por la injerencia extranjera. El derrocamiento de Medina Angarita, el asesinato de Delgado Chalbaud, la dictadura de Pérez Jiménez, el Pacto de Punto Fijo, la violencia Betancurista, el Golpe de Estado y Sabotaje Petrolero contra el Presidente Chávez.
Nuestra economía fue deformada por el modelo rentista. Como lo diría el Dr. Maza Zabala, nuestro país se había convertido en un satélite de la economía norteamericana, sin posibilidad de desarrollarse, nos habíamos convertido en una «factoría petrolera», como afirmaba el Presidente Chávez.
Las transnacionales saquearon al país. La producción en gran escala comenzó en Mene Grande en 1914, luego nos convertimos en el mayor exportador de petróleo del mundo hasta los años 70. Para ser más exactos, todo nuestro petróleo iba a los Estados Unidos, con descuentos y exenciones fiscales, sosteniendo al complejo industrial-militar de la economía más poderosa del planeta.
Nos dejaron un país diezmado, depredaron nuestra principal cuenca petrolera, el Lago de Maracaibo, distorsionaron nuestra economía, nuestro desarrollo social, con una contradictoria y vergonzosa cadena de miseria a lo largo del país.
Las Fuerzas Armadas, luego de ser neutralizados sus factores patriotas en el período Betancurista, estaba alineada con la doctrina de seguridad y defensa del Pentágono, eran entrenadas en la tristemente célebre «Escuela de las Américas», colapsaron como institución al servicio de la burguesía durante los graves eventos del «Caracazo».
Nuestro escaso desarrollo industrial está ligado al capital norteamericano, que impuso su política de «sustitución de importaciones», para expandir sus empresas, convirtiéndonos sólo en ensambladores y depender de sus insumos. Se establecieron monopolios de productos básicos dependientes de sus casas matrices en el exterior, grandes consumidores de divisas. Es un sector industrial profundamente parasitario, con sus heroicas excepciones, sin conciencia nacional.
Se constituyó una burguesía importadora, apropiándose de la renta petrolera, a través de las políticas cambiarias y nuestra escasa producción interna. Un círculo vicioso que está diseñado para mantenerse en el tiempo y que debemos romper.
Se expandió un sector terciario y de servicio de la economía, se crearon grandes capitales a la sombra de la renta petrolera y de la especulación con el valor de la tierra y un sector financiero, que nadie se atreve a mencionar, pero que es el responsable en gran medida de las manipulaciones cambiarias, un gran extractor de divisas del país.
Estos grupos económicos tienen sus expresiones políticas, casi todas agrupadas en los partidos de la IV República y sus derivados, como decía el Comandante Chávez, algunos de ellos con claras manifestaciones fascistas. Todos tienen sus mentores y apoyos en el exterior, en una vinculación lesiva a los intereses de nuestra Patria.
Se desarrolló una poderosa maquinaria ideológica que promueve valores y posiciones políticas alineadas con los intereses extranjeros, en particular, los grandes medios de comunicación.
Cuando a las transnacionales petroleras no les interesó más el esquema concesionario impulsaron la nacionalización de 1975, «chucuta» como la llamara Juan Pablo Pérez Alfonzo, dejando abierta la puerta a la apertura petrolera, a través del artículo 5to de la Ley.
A toda esta injerencia comenzó a ponerle fin el Comandante Chávez.
Desde el corazón de nuestras Fuerzas Armadas, resurgió, con un poderoso contenido popular, el pensamiento Bolivariano. Chávez, el más genuino y fiel representante de lo afirmativo venezolano, insufló nuevamente el ideal y espíritu Bolivariano al pueblo humilde, al desposeído. Emergió el tricolor como distintivo del heroico 4 de Febrero, que estremeció la conciencia del país y movilizó al Pueblo, con una propuesta nacional y Bolivariana.
Ya en la Presidencia, comenzó a obrar a favor de la mayoría, apegado a su palabra y principios. Se volvió a entonar el himno nacional, a hablar de Bolívar, de nuestra gesta liberadora y a actuar con Soberanía, bajo el principio de que la misma reside en el Pueblo.
Todo se estremeció, el sistema comenzó a crujir y a agruparse en contra del Presidente Chávez, frente a la certeza de que cumpliría su propuesta de cambios radicales en el país. Marcó una clara distancia de lo que era la tradicional injerencia extranjera en nuestros asuntos.
Inició una política exterior independiente. Fijó posiciones valientes frente a la «guerra global» declarada por Bush contra todo aquel, «que no estaba con ellos», frente a las atrocidades de la guerra en Afganistán.
Recorrió los países de la OPEP, promoviendo la Cumbre de Jefes de Estado del año 2000, cuyos resultados se tradujeron en una exitosa coordinación entre los productores de petróleo para defender su precio. No aceptó las amenazas ni la injerencia de la Casa Blanca en contra de esta política.
Estrechó relaciones con los líderes del mundo. Fue la voz disidente en las Cumbres de las «Américas», donde se imponían los tratados de libre comercio que pretendían aniquilar nuestras posibilidades de desarrollo.
Avanzó en las leyes de la primera habilitante, definió los campos políticos, a favor del pueblo y de los intereses nacionales. Hizo un ejercicio pleno de soberanía, como respuesta, se activó la injerencia extranjera y la desestabilización.
Su valor y determinación, la profunda honestidad con su discurso, lo llevó a expulsar del Palacio de Miraflores a la embajadora norteamericana que pretendía darle ultimátum al Jefe de Estado. Superó con el pueblo, el Golpe de Estado, la toma de Plaza Altamira, sacó de nuestros cuarteles a la misión militar norteamericana y estableció nuestra Doctrina Militar Bolivariana.
Identificó con claridad la necesidad de manejar de forma soberana y en nuestro beneficio a la industria petrolera. Derrotó en toda la línea al Sabotaje Petrolero, desmontó la nefasta apertura petrolera, subordinó a las transnacionales a la autoridad del Estado y a nuestras leyes. Se implantó la política de Plena Soberanía Petrolera, utilizando el petróleo en beneficio del pueblo humilde y del desarrollo nacional.
La injerencia extranjera ha sido de todo tipo y ha tenido graves consecuencias. La abierta participación de los Estados Unidos, la extrema derecha española, el paramilitarismo Uribista, las oligarquías de la región, todos han actuado y actúan contra nuestras decisiones, contra nuestra Constitución, mostrando un absoluto desprecio y falta de respeto hacia nuestro país.
La oposición venezolana, incapaz de articular alguna propuesta o de derrotar política o electoralmente al bloque histórico del Chavismo, siempre ha recurrido a la vergonzosa solicitud de intervención extranjera, de injerencia en nuestros asuntos, incluso ha pedido invasiones. Recuerdan los episodios lamentables de 1861, cuando la godarria caraqueña pedía la intervención inglesa para detener el avance de Ezequiel Zamora.
La oposición mantiene una constante actividad en el exterior, en una especie de turismo político, visitando y convocando a cuanto fascista, cadáver político o representante extranjero, quiera notoriedad o algún beneficio personal o de grupo por hablar mal del país, por pretender dictarnos pauta, por entrometerse en nuestros asuntos. Personajes de la extrema derecha que quieren como botín a nuestra industria petrolera, nuestras riquezas, gente a la que no les interesa que demos un salto al vacío, instigan permanentemente una intervención, del tipo que sea, que ponga fin a la Revolución Bolivariana.
Luego de dos años en el Consejo de Seguridad de la ONU, defendiendo los intereses del país, apegados a nuestros principios, por la paz e independencia de los pueblos, hemos visto la cruda realidad de países hermanos destrozados por la injerencia e intervenciones extranjeras, por la guerra. Países arrasados, cientos de miles de muertos, millones de desplazados o refugiados, sin Estado nacional ni instituciones, presas de una violencia criminal, del terrorismo, sin manera de gobernar sus propios asuntos, países tutoriados por las grandes potencias a través de los llamados «Comités de Sanciones», luchando en defensa de su soberanía y de su pueblo martirizado: Iraq, Yemen, Libia, Afganistán, Siria, Somalia, sólo para mencionar algunos. A los poderosos o instigadores no les importa. A veces reconocen sus errores, pero otros han puesto los muertos.
Ahora es la OEA la herramienta para agredirnos, arremeten, de la manera más burda contra el país, actúan como un partido político. No nos extraña, la OEA guardó silencio cómplice ante el derrocamiento de Jacobo Árbenz, la invasión militar a República Dominicana, el golpe de Estado y asesinato de Salvador Allende, las dictaduras fascistas de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, la invasión de Grenada, la intervención en Panamá, en Haití, el Golpe de Estado contra el Presidente Chávez, solo para señalar algunos hechos notorios de intervencionismo.
Nuestros asuntos, por más complejos que sean, debemos resolverlos los venezolanos, con nuestras instituciones en el marco de la Constitución. Hemos adquirido una conciencia probada en los más difíciles momentos. Tenemos unas Fuerzas Armadas Bolivarianas, patriotas y garantes de nuestra Soberanía, un pueblo combativo y Bolivariano.
De la debilidad de los patriotas sólo se aprovechan los enemigos. Las transnacionales petroleras, como siempre hemos sostenido, acechan al país en dificultades, presionan, tienen agentes insospechados que actúan bajo los más variados argumentos, con los más sofisticados contratos y propuestas de auxilio, para arrebatarnos lo más preciado que nos legó el Comandante Chávez, nuestros recursos, el petróleo, nuestra Soberanía, la Patria.
Los que irresponsablemente llaman a una intervención ante el altar de los enemigos históricos de nuestro pueblo, abren las posibilidades de un zarpazo contra nuestras conquistas, nuestros valores, nuestra integridad territorial, nuestros recursos, nuestro futuro. ¡Venceremos!