Nuestro país sufre los embates de una profunda crisis, económica, política y social, no hay gobernabilidad, nada funciona, estamos aislados y amenazados, se habla de guerra, estamos al borde del abismo.
El principal responsable de esta situación, es Nicolás Maduro y su gobierno, el peor de nuestra historia, quien, en sus estertores políticos, está decidido a llevar a nuestro pueblo a un escenario cruento con tal de mantenerse en el poder.
¿Cómo pudimos llegar a esta situación? ¿Cómo fue posible destruir al país y sus instituciones de esta forma?¿Cómo es posible tanta incapacidad e indolencia en el manejo de los asuntos del país?
Durante más de cinco años, en 100 artículos de opinión e innumerables entrevistas e intervenciones públicas, he advertido y denunciado que: Nicolás Maduro ha traicionado el legado político del Presidente Chávez, ha dilapidado de manera absurda el tremendo capital político del chavismo y ha destruido, casi desde sus propios cimientos, las instituciones y la obra del período revolucionario del 2002–2012.
Lo peor de todo: ha degradado y arrebatado al pueblo venezolano la conciencia alcanzada en revolución, lo ha envilecido y «saqueado en su ética moral», como señala Toby Valderrama.
Para la historia política quedará el análisis de esta tragedia, la terrible derrota que el madurismo le ha infligido al pueblo venezolano, al chavismo como movimiento político.
Para los estudiosos será tema de debate, de cómo es posible destruir la economía de un país rico que, tan sólo en 2012, luego de 12 años de gobierno bolivariano, era estable, un país con el control y manejo soberano de sus inmensos recursos estratégicos: petróleo, gas y minerales; con una poderosa PDVSA, capaz de producir tres millones de barriles día de petróleo, combustibles, gas; capaz de exportar y sostener la economía nacional; un país con un modelo de inclusión social único; una economía en balance, abastecimiento, un período de crecimiento y bienestar; capaz de producir, satisfacer necesidades, prestar servicios.
Hoy día lo que sucede en Venezuela, es utilizado en el debate político, en todo el planeta, como el anti ejemplo de lo que NO se debe hacer, o del modelo que NO se debe seguir.
Los que dimos un paso al frente, los que levantamos la voz, como se supone es el papel de un revolucionario, advirtiendo, señalando, defendiendo la obra del Comandante Chávez y los intereses de todo el país, fuimos criminalizados, perseguidos, unos encarcelados y otros exiliados, víctimas de su vano intento de acallar nuestras voces.
No sólo lo hicimos ex ministros de Chávez, civiles y militares; también lo hicieron líderes mundiales, regionales, progresistas, la UNASUR, el Papa Francisco, los ex presidentes Pepe Mujica y Leonel Fernández, entre otros, pero no quisieron escuchar, no les importó; la soberbia, intereses grupales, y la imposición de su propio plan, pudieron más.
Pero la política tiene su propia dinámica, lo que se mueve por debajo, imperceptible, siempre resulta en una sorpresa para las élites en el poder.
Ahora la realidad les da en la cara con la crudeza de siempre: maduro ha perdido el apoyo popular, el pueblo desesperado está dispuesto a hacer lo que sea para sacarlo del poder. Al madurismo se le acabó el tiempo.
El fracaso de maduro ha levantado a los espantos políticos que el comandante Chávez siempre derrotó. Ahora han vuelto a la arena política de la mano del madurismo. Éste se ha encargado de oxigenarlos, no sólo consecuencia de su desastrosa gestión, sino porque han pactado para mantenerse en el poder.
Las «astucias» de los negociadores del madurismo, han levantado a los fantasmas de la IV República para establecer un pacto de convivencia, queriendo reeditar una especie de «Pacto de Punto Fijo», con base en un modelo capitalista, atrasado y dependiente, soportado por negocios, acuerdos e intereses de todo tipo. Es la cloaca de la política.
La situación de descontento actual, de desespero y hastío del pueblo, de opositores, chavistas y ciudadanos comunes, ha capitalizado la extrema derecha.
Ésta ha tomado la iniciativa, incluso por sobre otros factores de la oposición, gracias a que gozan del apoyo internacional, y que se han mantenido en la línea del extremismo: sin pactar, van por todo, entregarán todo.
Estos factores de la extrema derecha, son los mismos de siempre: los del golpe de Estado, los del Sabotaje Petrolero, los de las Guarimbas y la violencia, sólo que ahora vienen «recargados», con un «remix» de su discurso.
Es curioso y esclarecedor a la vez que, aunque el madurismo y la extrema derecha, parecen estar dispuestos a todo para aniquilarse, sin embargo, coinciden en un sólo propósito: entregar el petróleo, privatizar PDVSA, las Empresas del Estado, cambiar la Constitución. Lo que ambos prometen, es perseguir al chavismo, arrasando con las conquistas políticas, económicas y sociales de la revolución.
La extrema derecha lo anuncia con nuevo rostro y su «Plan País», quienes ahora, en otra modalidad del 11 de abril, imponen el golpe de la «juramentación en manifestación». Ésto, además de que se basa en una «ausencia absoluta» decretada por un TSJ desde el exterior, no está contemplado en nuestra Constitución, ni en ningún sitio, abre una puerta a la inestabilidad de todos los países si se acepta como doctrina. Donde se pare alguien frente a una multitud y se «juramente», entonces tendremos un presidente, o gobernador, o alcalde, o una secesión, etc.
Así es que, seamos un poquito más serios: lo de Guaidó es una poderosa operación política, diseñada desde afuera para deponer a Maduro de una forma que, por muy ilegítimo y nefasto que sea, no deja de ser también una violación a la Constitución.
Por su parte, Maduro, hace lo suyo: igualmente ilegítimo por autoproclamarse para otro período, luego de «ganar» unas elecciones «express» arregladas por él mismo para «ganar», sin contendor, ni siquiera permitió que participaramos factores del Chavismo, encarcelando y exiliándonos, ilegalizó partidos, inhabilitó candidatos, modificó el sistema informático del CNE y conculcó las libertades políticas.
Así es que, ésta es otra operación política, ahora de maduro, para mantenerse en el poder, revestida de una supuesta «legitimidad», al ser avalada por su propio Poder Judicial, Fiscal y Asamblea Nacional Constituyente.
La mayoría del país observa. El pueblo, el ciudadano, está expectante, el mundo observa. Pareciera haber un sólo sentimiento: nadie quiere a maduro. La mayoría lo identifica como el responsable de la situación actual, por su indolencia, prepotencia y limitado entendimiento de cómo dirigir un país, con sus resultados desastrosos.
Ha generado, como nunca antes, un rechazo violento y extendido en amplias capas de la población, incluyendo, en el pueblo Chavista. Nadie está dispuesto a seguir calándoselo, ni a él, ni a su círculo íntimo. Sin embargo, podemos salir de este laberinto, sin dar un salto al vacío de manos de la extrema derecha.
Es decir maduro y Guaidó, son dos caras de la misma moneda, quieren lo mismo: mantenerse en el poder o hacerse del poder, a costa de lo que sea, vendiendo la patria a cualquier altar, entregarán lo que nos queda de país, nuestra posibilidad de salir de este abismo: PDVSA, el petróleo, el gas, las empresas del Estado, nuestra economía nacional, la soberanía.
En el ámbito político social, es lo mismo: La Constitución de 1999, nuestras leyes, la democracia participativa y protagónica, el poder popular, programas sociales, misiones, derechos humanos, soberanía jurisdiccional, independencia política.
El madurismo pide al pueblo que se inmole en defensa de una Constitución que él viola todos los días, de un pueblo que ha empobrecido, que pasa hambre, que no tiene servicios, ni derechos y que sale desesperado del país, al que reprime en las barriadas con el FAES y muere a manos de la delincuencia; en defensa de una soberanía que ya entregó en el Esequibo o en el Arco Minero; del petróleo que ya entregó a las transnacionales en la Faja Petrolífera del Orinoco, en el Lago de Maracaibo; del gas de la patria que ya entregó; de una PDVSA que destruyó; de un Poder Popular que desapareció tras una caja Clap, una bombona de gas, una «perrera» o un carnet; de una democracia protagónica y participativa que hace tiempo se apagó esperando el cometa rojo.
La extrema derecha promete que hará lo mismo. Claro, tiene nuevo rostro, pero no rompe con sus ataduras, sus compromisos, su intereses. Así, el «Plan País» habla abiertamente de entregar PDVSA a los «privados», entendiendo que serán las transnacionales como ya fue anunciado; en consecuencia, entregarán el petróleo, violando o cambiando la Constitución de 1999; «flexibilizando el régimen fiscal», ésta es la frase clave de las exigencias transnacionales; privatizando las empresas del Estado; eliminando el control del Estado sobre el petróleo y el gas; creando una «Agencia Venezolana de Hidrocarburos», sin «injerencia del Estado». Es lo mismo, el mismo discurso, «remix», de la Apertura Petrolera, de la entrega, del arbitraje internacional, tal como lo aprobó la ANC en su «Ley de Inversiones Extranjeras».
Nuestra crisis y problemas son mucho más complejos, para creer que se podrán resolver arrasando con el chavismo y nuestras conquistas. No sería sostenible, no habría gobernabilidad, desembarcaremos en una escalada al conflicto.
¿Entonces?, ¿más de lo mismo?, ¿más de maduro?,¿más de la IV República? Nosotros decimos: ¡No!
Ante ese escenario en desarrollo de la «aniquilación del contrario», insisto en mi planteamiento de que, con base en el artículo 5 de nuestra Constitución, la Soberanía Reside en el Pueblo, entendida ésta como el asiento de la organización política del país.
Siendo ésto así, lo lógico sería llamar a elecciones para allanar el camino a restablecer la gobernabilidad y el funcionamiento del país, sin injerencia extranjera y sin violencia. Pero en estas condiciones, eso no va a suceder.
Evidentemente, ninguna de las dos caras del mismo problema van a ceder. Detrás de Guaidó le susurran que avance, que «ganarán», mientras con maduro, todos huelen a gasolina, en cualquier momento prenden.
Siguiendo con la Constitución, la única que tiene el mandato de defender la Soberanía, la Constitución y el orden interno, es la Fuerza Armada Bolivariana. Más allá de esas obligaciones Constitucionales, tienen la responsabilidad moral y ética, de acuerdo con la Doctrina Militar Bolivariana: «los militares empleando sus espadas en defensa de las garantías sociales«.
Nuestra Fuerza Armada Bolivariana, no puede prestarse para sostener una élite enquistada en el poder, de espaldas al país, que ante esta grave coyuntura, anda pegando carreras de propaganda, pidiendo a gritos que nuestros militares la protejan, mientras ofrece cualquier cosa con tal que la dejen estar, un poquito más.
Tampoco pueden prestarse para saltarse la Constitución, pronunciandose a favor de fuerzas que representan intereses extranjeros, que han violado y siguen atentando contra nuestra Constitución y que sólo prometen arrasar las instituciones políticas y sociales del período Bolivariano, nuestra soberanía y a nuestra Institución Militar.
De manera que, nuestra Fuerza Armada Bolivariana, que sí es deliberante en sus responsabilidades y mandatos Constitucionales, es la única institución del Estado, que, ante el conflicto de Poderes existente, y la clara violación al orden constitucional de ambas caras en conflicto, ante el peligro y amenaza a nuestra paz e integridad, puede restablecer el mandato de la Constitución y devolver la Soberanía al Pueblo Venezolano.
Se debe salir del abismo, con una solución pacífica, sostenible, dar paso a una Junta Patriótica de Gobierno, capaz de preservar la paz, nuestra soberanía y la Constitución, para luego de un período de emergencia nacional, centrado en atender las necesidades de abastecimiento, atención y regularización de funcionamiento del Estado y del país, logrando un acuerdo político de gobernabilidad, un acuerdo patriótico: gobernar con el pueblo, preservar nuestros recursos estratégicos, la propiedad y control sobre PDVSA, el petróleo y el gas, llamar a elecciones generales, legitimar todos los Poderes del Estado, incluyendo el Ejecutivo y la Asamblea Nacional, disolver la Asamblea Nacional Constituyente, restablecer la institucionalidad, mantener el orden, nuestras garantías sociales, activar un plan de emergencia económica, y poder relacionarnos con el mundo entero.
Que nuestro pueblo pueda contar con el apoyo del mundo entero, con respeto a nuestra soberanía y nuestro derecho a la autodeterminación e independencia. Que acudan todas las voces e instituciones del mundo: el Papa Francisco; António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas; Michelle Bachelet, Alta Comisionada de los Derechos Humanos; Alicia Bárcenas de la CEPAL; todo el sistema de la ONU, la Celac, entre otras instituciones, voces y pueblos del mundo que quieran ayudarnos a salir de este laberinto.
Nuestro país, no tiene por qué sucumbir al caos de otro gobierno del madurismo, ni el salto al vacío de la extrema derecha y la injerencia extranjera. La mayoría del pueblo lo que quiere, es salir de este desastre y restablecer la normalidad y el funcionamiento de las Instituciones del Estado, del país, tener respuesta y solución a los agobiantes problemas económicos, sociales, de gobernabilidad.
Que las cosas funcionen, que vuelvan los expatriados, que se liberen los presos políticos, vuelvan los exiliados, cese la intolerancia y la violencia, se preserven nuestras conquistas económicas y sociales, la soberanía e integridad de nuestra patria. ¡Restablecer nuestra Constitución y gobernar junto al Pueblo!