En política, claro hablamos de la política con P mayúscula, la palabra tiene un valor excepcional. Cuando esta tiene su propio y definitivo peso, entonces se es consecuente con un principio muy arraigado en el pueblo venezolano, donde la palabra de una persona es lo más importante.
Por supuesto, lo que le da fuerza al valor de la palabra, es decir, del discurso, es la práctica que la acompaña. La acción y conducta deben ser coherentes con la misma, más aun cuando se trata de un dirigente o alguien imbuido de esa responsabilidad, o cualquier otra autoridad sobre grupos humanos. La coherencia en política es fundamental y el pueblo o la sociedad toda, perciben casi de manera instintiva, cuando ella está presente o no en un proceso político o en el accionar de sus dirigentes.
La palabra para ser cierta o coherente, no tiene que ser altisonante o agresiva, no hay una relación entre su tono o intención, con la posibilidad de que sea coherente con la práctica que la acompaña. Muchas veces el discurso es amenazante o alterado, justamente, porque no tiene una actuación que la respalde y, en consecuencia, no tiene credibilidad. El «por ahora» del Comandante Chávez fue firme, calmado y preciso, percibido por el Pueblo, como valiente y sincero, luego, sus acciones y conducta, le dieron coherencia y credibilidad. Allí Chávez se instaló en el imaginario popular.
Nuestro país sigue sacudido por un creciente proceso de desestabilización agravado por la abierta y descarada injerencia norteamericana en nuestros asuntos internos. El último comunicado del gobierno estadounidense, no solo es muy grave porque se inmiscuye abiertamente en nuestras decisiones, ya sin ni siquiera cuidar las formas, sino porque pasan a la amenaza directa contra nuestro país. Todo esto antecedido de las declaraciones, videos y mensajes, de los voceros de la derecha norteamericana, quienes por cierto, son los más descalificados por sus posiciones extremistas. Algo sin precedentes. En este tema, el campo Bolivariano debe desechar la ilusión de que esa amenaza fue un exceso de alguien dentro del gobierno norteamericano, dejando entrever que existen diferencias en su seno respecto a nuestro país. No, la posición de ellos es claramente de injerencia y ofensiva contra nuestra integridad y soberanía, y lo único que detendrá esta amenaza real es la unidad del pueblo y las Fuerzas Armadas Bolivarianas con la movilización permanente y el apresto al combate, que desestimule claramente cualquier agresión extranjera. Tenemos los medios para la defensa del país.
Para enfrentar con éxito este peligro, hay que ser coherente con el discurso y la acción, porque si no, el pueblo o el soldado que esté dispuesto a morir por la Patria, podría pensar que no vamos en serio, generándose un proceso de desmovilización. Incluso, el agresor estaría actuando bajo la convicción de que no se llegaría al escenario de defensa que se proclama. Debe quedar clara nuestra determinación de defender la Patria hasta sus últimas consecuencias. El agresor debe respetar nuestra palabra, como el imperio español aprendió a respetar la de Bolívar.
La derecha venezolana, ya no podemos diferenciar entre una derecha violenta y una no violenta, la oposición, por decir algo, pasará a los anales de la historia política de nuestro país, o más concretamente, al basurero de la historia, como el sector político-social responsable de que nuestra Patria y nuestro pueblo sean agredidos por una potencia extranjera. Es inaceptable el llamado a gritos que hace la oposición para que los Estados Unidos, o cualquiera que quiera o crea que puede hacerlo: paramilitares, delincuentes, golpistas, gobiernos de derecha de América o de Europa, el que sea que esté dispuesto a la aventura, agreda o intervenga en nuestro país.
Por otra parte, la violencia, las guarimbas y los llamados «trancazos», que no son más que secuestros masivos, definitivamente están arruinando la vida de todos los ciudadanos, sin importar la posición política que apoyen. Estos permanentes focos de intolerancia retan la autoridad del Estado Venezolano y la capacidad del gobierno de garantizar la seguridad e integridad física de todos. Estos pequeños infiernos, que han sido estimulados y glorificados por cabecillas de la oposición venezolana y por medios de comunicación y redes sociales, no tienen nada de gloriosos. Son delincuentes, cobran peaje, asaltan a los vecinos, actúan con violencia, ejecutan personas, queman seres humanos, utilizan niños, armamento sofisticado, además de dispositivos explosivos, incluyendo lo que se denomina en las Naciones Unidas, hablando del terrorismo, como «dispositivos explosivos improvisados». Ellos hacen lo que les da la gana. Ahora, ni siquiera hacen caso a sus patrocinadores, los cabecillas de la oposición y sus partidos de extrema derecha, quienes los han provisto de propaganda, logística, dinero, equipos y apoyo político en sus respectivos municipios con todas las posibilidades y recursos que poseen como autoridades locales.
¿Qué le pasa a la oposición, sus partidos, sus voceros y los sectores que los apoyan como la Conferencia Episcopal y gobiernos extranjeros, que no dicen nada, que ocultan y minimizan los hechos de violencia inusitados que ensaya y estimula la oposición desde las guarimbas? ¿Por qué no dicen nada condenando la práctica extendida de quemar seres humanos vivos o linchar personas por ser sospechosos de Chavistas, o parecer de extracción humilde, distintos a las élites sociales de la oligarquía venezolana? Van 23 seres humanos quemados vivos o linchados por las hordas fascistas y ninguno de los voceros de la oposición, nacional o internacional, han condenado estas acciones.
Luego de meses de violencia, donde se han producido episodios de brutalidad fascista, intolerancia y crímenes de todo tipo que deberían estremecer la conciencia nacional, luego de más de 90 muertos en distintas circunstancias, todas condenables, luego de 100 días de bloqueos de vías, «trancazos» y llamados abiertos a la intervención extranjera, la oposición ahora llama a la conformación de un gobierno de «unidad nacional», por cierto, sin los chavistas. ¿Quién carajo puede creerles? Son los mismos actores, responsables de la violencia y la desestabilización, no solo en estos últimos años, sino desde los mismos eventos violentos de 2002, Golpe de Estado, Sabotaje Petrolero, Plaza Altamira, etc. Han destrozado el país, promovido la muerte, llamado a una intervención extranjera y son los creadores y difusores del discurso de la intolerancia y el odio. ¿Quién les puede creer? ¿Es que acaso han sido coherentes con su palabra? ¿Es que acaso tienen algo de seriedad, ética o límites para actuar en función de sus intereses personales? Pues no, no los tienen y por eso nadie les cree. Antes de llegar a esa propuesta oportunista y falsa, que resulta vacía a la luz de lo que ha sido su propio comportamiento, deben pasar por el camino de reconocer sus crímenes, errores, repudio a la intervención extranjera, expresar su pesar por la cantidad de seres humanos asesinados y su renuncia a todo tipo de ejercicio de la violencia basada en el odio, la revancha, la persecución. Deben rendir cuentas a la justicia los responsables y autores de los crímenes de odio cometidos contra tantos venezolanos. No puede haber paz con impunidad.
El llamado «Plebiscito» convocado por la oposición evidentemente no arrojó los resultados políticos por ellos esperados. No solo están claras las irregularidades y trampas en su desarrollo, sino, y tal vez lo más grave para ellos, es que los números no les dan, se contradicen todo tipo de voceros y «expertos», que saben que la cantidad de personas que dicen haber movilizado, son por un lado fraudulentas, por el otro irreales y, en todo caso, mucho menos que lo que han obtenido en el pasado. Sin embargo, su realización, se usa como una «razón» para derrocar al gobierno o nombrar nuevas autoridades del Estado, basados en una supuesta legitimidad que han obtenido tras la farsa.
El Estado venezolano tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, nadie más lo hará por nosotros, lo hemos mencionado anteriormente, su disfuncionalidad solo conviene a la oposición desestabilizadora, quien incluso, la promueve, tanto en la calle, con la violencia fascista, como a nivel del Estado con la crisis evidente que existe entre algunos de sus Poderes.
Nuestro proceso ha tenido como estrategia la conducción de una revolución por la vía pacífica, pero hasta esta tiene sus límites. El Estado, el gobierno y sus instituciones, están obligados a tomar todas las acciones necesarias para garantizar el funcionamiento del país, evitar la impunidad y la comisión de crímenes de odio. El Estado, a través de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, tiene de acuerdo a nuestra Constitución la responsabilidad de proteger al país y de acuerdo a nuestras leyes se le autoriza el uso de la fuerza para garantizar la paz y la seguridad ante agresiones internas y externas.
Cuando este principio se soslaya por el cálculo político, por una negociación en curso, o por la «táctica» de dejar hacer para no molestar o irritar a grupos de presión, sobre todo internacionales, se está siendo incoherente con el discurso y se permite una situación de ausencia de ley y del Estado que es intolerable.
Se ha otorgado el beneficio de casa por cárcel a Leopoldo López, procesado por tribunales venezolanos por la comisión de numerosos crímenes, se han anunciado otras medidas de gracia para individuos estrechamente vinculados a los episodios de violencia en el país, sería importante evaluar cuál ha sido la actitud y cuál es el compromiso con la paz de los sectores de la violencia, en respuesta a estas medidas. Cada paso que se dé en el terreno movedizo de la negociación o acuerdos políticos debe traducirse en un avance en la funcionalidad de la política, sin sacrificar de ninguna manera los principios de justicia y cese de la impunidad. Reitero mi solidaridad y reconocimiento a las víctimas de las guarimbas.
Lo que está sucediendo en las calles con la violencia e impunidad de las guarimbas, es tan disfuncional como cuando los pranes entran y salen de las cárceles o gozan de privilegios; o como cuando las bandas criminales ejercen control del territorio e instalan la cultura de la muerte; o como cuando los sectores económicos imponen precios arbitrarios a los productos, manipulan el paralelo condenando a todos a la escasez, el desabastecimiento y la especulación, que afectan las condiciones de vida, y que tiene consecuencias profundas, cuando se trata de medicamentos.
En tiempos de crisis y confrontación, el liderazgo de la Revolución, tiene que convertir la palabra y la acción en un elemento creíble para el pueblo y mostrar sin ambigüedades, que solo el bloque chavista y el Socialismo serán capaces de resolver nuestros asuntos y preservar la paz.
La economía sigue siendo el factor fundamental de la crisis, subyace en el fondo de la confrontación, no se habla de ella, pero los intereses antinacionales y antipopulares avanzan en la inconsistencia entre el discurso y la acción, nos agrede el imperialismo norteamericano pero algunos consideran que la Exxon-Mobil u otras trasnacionales podrán ayudarnos.
La oposición no da tregua en la violencia pero se insiste en que el sector privado, dependiente y parasitario del modelo rentista petrolero, nos llevará a una nueva fase de una economía post petrolera, que no se ha dicho, si será socialista o no.
La Constituyente será un espacio para este debate y un espacio para blindar el legado del Comandante Chávez, sin traspasar su línea roja.
En estos tiempos, definitivos para la Patria y el legado que nos dejara el Comandante Chávez, se observan con claridad las definiciones y las posturas éticas y morales en el ejercicio de la política, desde los incomprensibles fenómenos del sectarismo, grupismo, dogmatismo y arrogancia, que liquidan la posibilidad de un ejercicio pleno y coherente del quehacer político y la dirección del pueblo, pasando por la miseria humana de la larga y triste estela de traidores, desleales y oportunistas que entregan su palabra y honor a los enemigos del pueblo, en efímeros momentos de estelar audiencia, para luego pasar el resto de sus vida rumiando sus inconsistencias, hasta nuestro pueblo noble, que hace un ejercicio ético de la política, con humildad, combatividad, honestidad y firmeza, atributos que mantienen la llama sagrada, las razones supremas para la lucha, la inspiración Bolivariana en el corazón de nuestro pueblo. Con los pobres de la tierra, con los que están dispuestos a vivir o a morir por la Revolución Bolivariana, nos jugamos el resto de la vida y nuestra lealtad al Comandante Chávez ¡Venceremos!