Las guarimbas, para bien de nuestra Nación, desaparecieron, así, de la noche a la mañana. Todo indica y lo han declarado sus cabecillas, que los factores de la extrema derecha venezolana decidieron dejar de un lado, por lo menos momentáneamente, la estrategia de la violencia y acudir a la contienda de las elecciones regionales.
Después de meses de incendiar al país, llamar a un golpe de estado, tantos muertos, ahora la oposición asistirá a la contienda electoral, con el mismo Consejo Nacional Electoral que tanto repudiaron y con las mismas reglas y condiciones que siempre estuvieron allí, contempladas en nuestras leyes y contra las que llamaron a sus seguidores a matar o morir. Habría que preguntarles si valió la pena, tanta destrucción, tanta zozobra.
Me imagino que estos señores de la violencia explicaran al país y a sus seguidores, por qué insistieron en salidas inconstitucionales, por qué predicaron la violencia e intolerancia para motivar actos criminales, por qué le hicieron creer a sus seguidores, sobre todo a los jóvenes, que derrocar un gobierno era un acto que solo dependía de que ellos, siempre en primera línea, generaran violencia ¿Valió la pena?
Tendrán la valentía los cabecillas de la oposición, los generales del tuiter, de explicarle al país por qué llegaron a promover o guardar silencio ante la quema de seres humanos, los linchamientos de personas por parecer Chavistas, las ejecuciones sumarias en las guarimbas de la intolerancia. ¿Qué le van a decir a las familias de las victimas fatales, a las madres, hermanas, hermanos, padres? Acaso era necesario para que ellos participaran en las regionales ¿Para qué era necesario? ¿Fue alguna vez necesario? ¿Valió la pena tanta muerte?
Los instigadores de los actos violentos, desde el anonimato del tuiter, o a buen resguardo, los que estaban prestos a instigar y glorificar a los encapuchados, para que cometieran actos violentos, tomarse fotos para el tuiter, con la cara impregnada de «maalox», esconderse a esperar la cuenta sangrienta, para luego salir a declarar, justificar cualquier barbaridad y convocar más violencia. ¿Valió la pena tanta mentira?
Estos señores, ¿algún día le darán la cara a los familiares de los agentes del orden público asesinados, o a los de los jóvenes linchados o quemados vivos, o los decapitados por guayas, o a sus propios seguidores, jóvenes, niños, manipulados, glorificados por la propaganda, dotados de mascaras, explosivos, artefactos improvisados, convencidos de que era posible atacar una base militar sin consecuencias, o poner bombas al paso de los cuerpos de seguridad impunemente? ¿Les dirán acaso que valió la pena el sacrificio?
Extraño ajedrez de la muerte, donde las manos que lo mueven, sin rostro definido, siempre a salvo, sacrifican a sus seguidores, a los que tratan tristemente como peones, muy pocas veces se pierde un alfil o una torre, no, ellos serán candidatos a algo. Es usual el enroque y las jugadas defensivas, la protección de la reina. Algún día se les acabará el tiempo en el reloj de este juego de la muerte.
Por ello, los señores de la extrema derecha, los responsables de esta oleada sangrienta no pueden quedar impunes. Tiene que prevalecer la justicia, sino no habrá paz. Esto, debe suceder independientemente de cualquier pacto o negociación, en ese tablero de la muerte, del que nadie sabe cuanto tiempo durará, ni el alcance ni su profundidad.
Los que se excedieron en el control del orden público, también deben responder a la justicia, todos los actos de violencia deben ser investigados y sancionados debidamente.
Fueron, son, muchas las víctimas, ahora no puede quedar todo así, como si nada, con un «hasta la próxima». No. Ya lo hicimos antes, se han perdonado golpe de estado, sabotaje petrolero, guarimbas y no creo que le haya hecho bien a nuestro sistema político, ni a nuestra sociedad. No puede haber impunidad.
Tiene que ver con la naturaleza de nuestros contendores. Una mezcla de irracionalidad, ansias de poder, apoyos externos, corrupción y falta de ética que resulta en una clase política absolutamente irresponsable, con el país, con sus seguidores, absolutamente inmediatista y violenta.
A sus mentores desde el exterior, no les interesa en absoluto si valió la pena o no, si destrozaron al país o no, cuantos muertos fueron. No están aquí, no es su país, no es su gente, no les interesa.
Los sectores e instituciones que se suponen, tienen algún peso en la conciencia de nuestra sociedad, tienen que hacer un acto de reflexión, en el caso de la iglesia un sincero «mea culpa», sobre el silencio que guardaron ante hechos tan espantosos como la quema o el linchamiento de seres humanos. Aquellos involucrados directamente en la violencia deben pasar por un proceso de evaluación profundo, cuestionarse, preguntarse miles de veces si acaso valió la pena y tratar estos episodios de violencia ciega y fascista como una enfermedad. Hay algo en algunos sectores de nuestra sociedad que debe ser sanado, reparado.
Pareciera entonces que la mayor amenaza a la paz lo constituye la injerencia externa. La posición abiertamente injerencista de un grupo de países de la región es inaceptable, pero además es una clara manifestación de la doble moral con que se miran y tratan nuestros asuntos. Países cuyos gobiernos son producto de un golpe de estado, países donde desaparecen miles de personas cada año, donde consiguen los cuerpos de mas de 45 niños asesinados y mutilados para extraer sus órganos, u otros tantos jóvenes que aun no aparecen, o países donde el paramilitarismo ha cometido toda clase de crímenes de guerra como parte de la estrategia anti insurgente, países donde hay mas de dos millones de presos, o que tienen la facultad de asesinar, así sumariamente, personas y civiles, por vía de dispositivos de alta sofisticación tecnológica, países que se han beneficiado y han crecido gracias a que amparan y reciben el dinero producto del robo y especulación financiera, paraísos fiscales, países donde su pueblo originario es segregado por una elite transculturizada y racista, son esos países y sus gobiernos los que pretender calificar, condenar e intervenir en nuestros asuntos. La hipocresía de la derecha.
Los Estados Unidos siguen imponiendo sanciones, en contravención al derecho internacional, que solo sirven para estimular salidas inconstitucionales, para debilitar a las instituciones del Estado, promoviendo el fortalecimiento de posiciones extremistas. Insiste la administración norteamericana en subordinar su visión de nuestros asuntos a los dictámenes de la extrema derecha de Florida, quienes abiertamente apoyan acciones militares como el ataque al Fuerte Paramacay.
La reciente amenaza de la administración norteamericana de considerar la opción militar contra nuestro país, no tiene precedentes en nuestra historia contemporánea. Se olvidan, en sus arrebatos imperiales, que se refieren a Venezuela, la cuna de Bolívar, de Sucre, Miranda y Zamora, la tierra de Chávez.
Con estas postura, lamentablemente siguen de espaldas a nuestra región. Las agresiones de un país, tan poderoso, con tantos problemas y con una retórica guerrerista que preocupa a todo el mundo, debería unificar a toda la Patria, sin condiciones, en defensa de nuestra soberanía, independencia e integridad territorial.
Quisiera insistir en la economía porque estoy convencido que es el asunto a resolver con prioridad para poder superar todo el esquema de desestabilización que se ha instalado en los últimos anos y avanzar en la construcción de un modelo económico propio, en el socialismo.
Primero debemos entender que la economía es una ciencia, tiene sus leyes, sus factores, sus reglas, su razón de ser es científica. Allí tenemos desde Adam Smith padre del Capitalismo hasta Carlos Marx, padre del Socialismo. Es decir, desde cualquier postura ideológica, a nadie se le ocurría negarla, mucho menos subestimarla, a menos que sea una especie de socialismo romántico que entonces perecerá, inexorablemente, bajo la acción del Capitalismo globalizado.
Debemos comenzar por reconocer, que aunque indudablemente existen factores externos que condicionan nuestro desempeño económico, como el precio del petróleo, que existen factores políticamente motivados, sin racionalidad económica, es el Estado que tiene la responsabilidad de gobernar la economía para proteger a nuestro pueblo y todo nuestro sistema de garantías sociales de los embates del capitalismo rampante y atrasado que esta instalado en el país a la sombra del rentismo petrolero.
Cuando se habla del fracaso de modelos, insisto acá, lo que se ha demostrado es la inviabilidad del Capitalismo como sistema, no solo por su desempeño a nivel mundial, que trajo aparejado el colonialismo, el saqueo de continentes enteros, dos guerras mundiales, invasiones, violencia, hambrunas, segregación, desempleo, arrase de los recursos naturales y responsable del cambio climático.
Si no logramos gobernar la economía, se impondrá la lógica del mercado y se desplegaran con toda crudeza los mecanismos de apropiación de la renta que tiene el capitalismo: especulación, inflación, manipulación cambiaria, contrabando, descapitalización, fuga de capitales.
Recuperamos el manejo soberano de nuestro petróleo, de PDVSA y de la renta petrolera, poniéndola al servicio del pueblo, sosteniendo y apuntalando los tremendos avances sociales de nuestra Revolución.
Avanzamos en la recuperación de algunas empresas básicas, en la creación de un sector de la agroindustria, incipiente y desarticulado, en algunos sectores de la agricultura, ideas y proyectos en desarrollo.
Todo eso es cierto y hay que defenderlo, hay que reivindicarlo porque son pasos en la dirección correcta, para salir del rentismo petrolero y darle sostenibilidad a nuestro proyecto, del socialismo, como insistía el Comandante Chávez al final de su vida al servicio del Pueblo.
Sin embargo no es suficiente, hay temas que no se han asumido, se deben tomar decisiones impostergables. Ahora tenemos menos holgura, molestia en el pueblo, daño acumulado en algunos sectores productivos y se ha cerrado aun mas la agresión y el hostigamiento externo. Pero podemos hacerlo, sabemos como, que hacer para defender nuestra Patria.
En nuestra economía el sector petrolero es esencial, por ello hay que estar atentos y preservar nuestra Política de Plena Soberanía Petrolera, el Régimen Fiscal Petrolero y los esquemas de control establecidos en nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos. Es lo que señalé en alguna oportunidad como la «Línea Roja de Chávez».
Ahora, con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, los contratos de interés publico, como los vinculados a las empresas mixtas de petróleo, deben ser sometidos a la discusión en su seno. Eso los blindaría de cara al futuro. Hay que recordar que el espíritu del Constituyentista de 1999 era que mas nunca este tipo contratos de tanto impacto sobre el país fueran aprobados entre gallos y media noche como sucedió durante la Apertura Petrolera, en los estertores de la cuarta República.
Por otra parte hay que revisar los resultados operacionales y financieros de PDVSA. Existe información directa suministrada a la OPEP, que refleja una caída de producción de entre 600 y 700 mil barriles días desde 2014 al 2017. Esto amerita una profunda evaluación, para tomar medidas que respalden a nuestra empresa.
Igual debe hacerse con todas nuestras empresas estatales, debe revisarse su esquema de funcionamiento, su articulación, sus objetivos concretos, sus tareas en la economía.
Definitivamente hay que actuar sobre el tipo de cambio. Habíamos planteado un tipo de cambio convergente, hacia un nivel que pudiese flotar, arbitrado por el Banco Central de Venezuela y no por una página guarimbera que sube y baja el «valor» del paralelo sin ningún tipo de racionalidad.
Combatir la inflación, este es el mayor depredador del trabajo y ahorro de nuestros trabajadores. Todos los factores hay que revisarlos, pero el tipo de cambio, la falta de producción u oferta y la cantidad de dinero circulante tienen la mayor incidencia en este fenómeno, que debe medirse y controlarse.
El trabajo, como una actividad esencial de nuestra sociedad, de nuestro futuro. Expandir nuestras fuerzas productivas, en el área de alimentación, agroindustria, transformación, acero, agrícola, la producción de alimentos, satisfacer nuestros necesidades. Buscar esquemas propios de desarrollo, insistir en el socialismo, mantener los espacios y capacidades existentes en el país.
Algunas veces se subestima la conciencia popular, del poder popular, de los trabajadores, sin embargo nuestro pueblo humilde, bolivariano y profundamente politizado y participativo, esta listo para dar la discusión del tema económico y apoyar las medidas necesarias para salir de esta trampa en la que estamos, entre el chantaje y la violencia.
Esta Revolución definitivamente ha valido la pena, luchar todos estos anos al lado del Comandante Chávez, junto al Pueblo, ha valido la pena. Recuperar nuestra soberanía y reivindicar a nuestro pueblo y nuestra patria, ha valido la pena.
Entonces para defender el legado del Comandante Chávez, nuestra Patria y nuestras conquistas sociales, hay que avanzar de manera decidida, sin titubeos, con confianza, de manera leal, sin atajos, creyendo firmemente en el Socialismo, en el Pueblo, en Chávez. ¡Venceremos!