El país ha perdido la razón. Se ha instalado el caos y la disfuncionalidad como algo normal en la sociedad. El estamento político, tanto del gobierno como de la oposición, ha sido el responsable de esta absurda situación, al convertir la política en un ejercicio de irracionalidad, donde predominan el miedo, el odio y el fanatismo. El mayor peso de esta responsabilidad recae sobre el gobierno y las instituciones del Estado, pues las mismas tienen el monopolio de la violencia, abundantes medios y recursos; y, por supuesto, más que cualquiera, tienen la obligación de actuar en el marco de la Constitución y las leyes.
Lo que sucede no es producto de un accidente o una situación circunstancial. Lo he venido denunciando desde hace tiempo: se ha instalado el ejercicio de la política con “p” minúscula. Se ha cedido en el ejercicio de la razón, de la política, para sucumbir a la irracionalidad, a los instintos básicos, en una gigantesca operación de manipulación utilizada para dominar y controlar a amplios sectores del país, haciendo que éstos se subordinen a las élites del poder y acepten circunstancias o situaciones que, incluso, ponen en riesgo su propia seguridad, integridad o tranquilidad. Se le ha impuesto al país un retroceso a una etapa oscurantista, atrasada, en su dinámica política y social, preparándose para aceptar cualquier desenlace cruento, irracional y absurdo.
El madurismo ha degradado el ejercicio de la política; la oposición también. Han llevado el arte de la paz, el imperio de las ideas, de los principios, al terreno de lo banal, de lo superfluo, de lo irresponsable. Una práctica política peligrosa, cuando lo que está en juego es el destino de toda una nación, la vida o suerte de todo un pueblo; quién, cuál rehén, de cualquiera de los sectores en pugna, sufre su tragedia diaria y trata de escapar o buscar soluciones individuales, imponiéndose el individualismo, el “sálvese quien pueda” o la resignación como conducta social extendida.
Atrás quedó el período del ejercicio de la política con “P” mayúscula del presidente Chávez, del arte de la política, el debate de las ideas, la confrontación de programas, modelos de país. No fue fácil alcanzar ese nivel, pero era un propósito deliberado del presidente Chávez: democratizar el ejercicio pleno de la democracia protagónica y participativa; darle voz y derechos a todos los sectores del pueblo, a los excluidos; dotarlos de razones sagradas para la lucha.
Maduro y su gobierno han dado muestras suficientes y continuadas, de un profundo desprecio por la Constitución y por los principios de la ética política. Han instalado una conducta del “pranato”, el “malandreo”, la mentira, la violencia, la intolerancia y la indolencia, que ha permeado a todos los niveles del gobierno y se ha propagado a todas las instituciones del Estado.
Una condición fundamental para garantizarse el control del país, era acabar con el gobierno de Chávez; su obra, su legado. Demolieron, arrasaron, con los principios fundamentales y valores del Estado bolivariano: el trabajo, la honestidad, el compromiso, el conocimiento, el estudio, la solidaridad, la conciencia del deber social, la humildad, la crítica y autocrítica, la rendición de cuentas. Llevan estos años de gobierno, destruyendo la obra del presidente Chávez, acabando con su moral, matando la autoestima de nuestro pueblo, su carácter rebelde, crítico, solidario, altruista, honesto.
A los dirigentes y ministros de Chávez nos hicieron a un lado, nos execraron: unos perseguidos; otros presos; otros en el olvido. Maduro advierte: quien no esté conmigo “se seca”, sentencia en el tono balurdo que lo caracteriza, mientras el Fiscal tatuado de miseria, activa la acusación, la persecución o impone el silencio. Los otrora compañeros de la víctima de ocasión, callan y aplauden. La mayoría sucumbe al miedo. Calla, recurre al halago fácil para “el constructor de victorias”; mientras, el gobierno de Chávez, quedó como “corrupto”, como “falso positivo”; y, al final, “era más fácil, con un barril de petróleo a cien”. Son tiempos de infamia y miedo.
La lista de trabajadores de PDVSA secuestrados por el gobierno pasa de 89, mueren en custodia como el ex ministro Nelson Martínez; otros, por golpizas como el caso de Alí Domínguez. Igual suerte han corrido cerca de una centena de oficiales chavistas de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, ex ministros como Rodríguez Torres y Baduel siguen secuestrados en “La Tumba”. Se ha impuesto un verdadero estado de terror dentro del chavismo, en la administración pública, PDVSA, la FANB, el PSUV.
Se ha asegurado el envilecimiento de nuestro pueblo; lo han colocado al extremo de la necesidad, para luego obligarlo, llevarlo al extremo de lo que sea, por una caja de comida de mala calidad. A los jóvenes les han arrebatado su futuro, lo entregaron, lo han hecho renunciar a sus sueños, a sus aspiraciones, obligado a dejar la patria, a su familia. A los trabajadores los han golpeado, al extremo que se resignan a perder sus beneficios y reivindicaciones laborales. A los militantes del PSUV los han “lobotomizado”, aniquilado cualquier capacidad de crítica, cuestionamiento, duda, simple pregunta, los han llevado a renunciar a Chávez por el “maduro diga” que ahora se impone. A los trabajadores de PDVSA, Corpoelec, empresas básicas, los han golpeado con fuerza, los reprimen, secuestran, se aseguran de que callen, que guarden silencio ante la paralización, entrega o quiebra de los otrora pilares de la economía, al tal punto que optan por irse. Los campesinos tienen que volver a vérselas con la violencia de los terratenientes, el campo destrozado, los campesinos reprimidos como “el cometa rojo”. Todas las tierras y hatos recuperados o afectados por el Estado, están en la ruina. A los militares, los oficiales que se suponían debían empuñar sus espadas para defender las garantías sociales, les han entregado las empresas del Estado, petroleras, eléctricas, alimentación, el oro, para que participen del saqueo; los han corrompido, los han neutralizado, los han hecho cómplices, partícipes del crimen a la patria.
A la oposición, la han golpeado con fuerza, con violencia, con muchos muertos en la calle, asesinatos políticos y prisioneros. No existen libertades políticas de ningún tipo, se ha recurrido al exilio, la persecución, los falsos positivos; la actuación del Fiscal también garantiza que “se secarán”, como maduro ha prometido a los Chavistas que lo combatimos.
Habiendo arrasado cualquier contendor o adversario que pudiese hacerle frente en la calle, en el ejercicio de la política, en el debate de ideas; el gobierno tiene el campo libre, el terreno abonado para desplegar su maquinaria de manipulación y control. Entra en escena el general “Tuiter”, el ministro de la manipulación y la mentira y su vasto contingente de “bots” y disociados empeñados en convencernos de que todos los venezolanos somos pendejos.
El miedo no permite pensar, la operación de manipulación se basa en el miedo y el fanatismo, que no es más que otra expresión del miedo. Ni el gobierno de maduro, ni los dirigentes del madurismo tienen argumentos, explicaciones, razones para el país, para explicar su fracaso, su incompetencia, sus verdaderos intereses, su entrega; entonces, recurren a la mentira, al cinismo, a la indolencia y al miedo.
Han alcanzado, utilizando dineros del Estado venezolano, la hegemonía sobre los medios de comunicación; o bien, porque los compran sus testaferros; o, porque recurren a la amenaza, sanción o les quitan el papel. Han obligado a los funcionarios públicos a convertirse en “seguidores” de los “líderes” del madurismo, aplaudidores de las hazañas del “jefe”. Se han creado dentro de las instituciones y empresas del Estado grupos protofascistas que persiguen, vigilan, señalan a quien disienta de maduro, del gobierno o sencillamente, se queje de su situación.
Bajo la dirección de Jorge Rodríguez, Tareck El Aissami y el apoyo de los cubanos como Machado y otros operadores, el madurismo ha construido un verdadero contingente de disociados del tuiter, que están permanentemente conectados a los sistemas y medios que se instalan en todos los ministerios u organismos públicos para tuitear, seguir a sus jefes, colocar etiquetas, mantener tendencias o sepultar a cualquiera que se le ocurra decir algo en contra de lo que diga el gobierno. Todos siguen instrucciones del ministerio de la Mentira y la Manipulación. El gobierno explota la miseria humana, la traición, la corrupción y el interés grupal de estos contingentes de verdaderos disociados y “bots”, para esparcir el odio, la mentira, confundir, engañar al pueblo.
Los voceros del gobierno hacen gala de su falta de ética, de su indolencia. Papel estelar en la infamia, lo juega el ministro de la manipulación y mentira, quien es la cara del cinismo; miente sobre cualquier evento en el país, el último de ellos, los tres o cuatro apagones nacionales, el blackout del sistema eléctrico: que si el sabotaje, el ataque electromagnético, Duro de Matar II, los comandos capaces de provocar voladuras en instalaciones custodiadas por los militares, francotiradores, hasta la absurda intención de vincularme, como siempre, en cadena nacional, con otra “olla”; en este caso, otra “conspiración”, ahora, junto al partido Voluntad Popular, quienes me han dedicado los más obsesivos ataques en la Asamblea Nacional, para sabotear el sistema eléctrico nacional.
Pero el gobierno no tiene manera de explicar cómo es posible que se produzca un supuesto “ataque” al sistema eléctrico y otro y luego otro. No puede explicarlo porque buena parte del territorio nacional, sobre todo en el occidente del país, ha sufrido de permanentes apagones y racionamientos desde hace al menos 5 años. No puede explicar por qué no terminan de entrar en operación todas las centrales termoeléctricas que entregamos funcionando debidamente a Corpoelec, a PDVSA y a las Empresas Básicas. No pueden explicar por qué Tacoa deja a oscuras a Caracas. No pueden explicar por qué ni siquiera funcionan las plantas eléctricas en hospitales, aeropuertos, estaciones de bombeo de agua, telecomunicaciones. No pueden explicar porqué el gobierno deja solo al pueblo en su tragedia; por qué no hay gasolina, ni agua, ni comunicaciones; por qué tanta incapacidad e indolencia.
Pero igual pasa en PDVSA, solo que los efectos del desastre en PDVSA no se sienten tan directamente como un apagón. Se siente mas bien en el colapso general del país, de su economía, en la pobreza generalizada. Pero la matriz del aparato de la infamia del gobierno me culpa de su propio desastre; culpan a Chávez de colocar PDVSA al servicio del pueblo; encarcelan y persiguen a los trabajadores y gerentes; los tratan de corruptos, delincuentes, traidores. Acá el rol estelar lo ha tenido uno de los seres más infames y desequilibrado del gobierno, que ya es bastante decir: Tareck William Saab. Triste personaje, tatuado de miserias, que ha vertido todos sus problemas y desajustes personales en una ¨vendetta¨ personal que, en el fondo es contra Chávez, en contra de los trabajadores y gerentes de la PDVSA Roja Rojita, a esa que bastante esquilmó cuando fue gobernador de Anzoátegui.
Todo ésto es secundado por una pléyade de programas, intelectuales cómicos, animadores de oficio, programas protofascistas, palangristas, el canal de Nardia, un cementerio de medios alternativos, y el silencio de los que se suponía que debían estar siempre junto, al lado del pueblo, y hoy guardan silencio cómplice desde su curul, su embajada o su posición de confort.Es el drama de una izquierda oportunista, acomodaticia, que hace años que perdió la garra, que siempre fueron recelosos de Chávez, siempre fueron hipercríticos al Comandante Chávez, a su supuesto “mesianismo”; y hoy son furibundos maduristas. Es el drama de dirigentes y partidos que se proclaman revolucionarios, pero terminaron a la cola del peor gobierno de nuestra historia; el más impopular y reaccionario, el que ha entregado el petróleo, el oro, la soberanía de la patria.
La oposición, en cambio, ha cedido su ejercicio de la política a “influencers”, como los llaman en el mundo “Tuiter”. Cualquier desquiciado lleno de odio, rencor o con ansias de revancha, llama a la guerra, reclama la invasión, la entrada de tropas extranjeras, pero por supuesto, ellos lo verán desde Miami. No mandarán a sus hijos a morir en esa invasión. Irresponsables.
A veces la dirección de la oposición queda en manos de nuevos actores que ocupan el vacío dejado por los políticos: periodistas, dueños de portales, empresarios ávidos de saqueo, cómicos, tristes ex artistas demacrados por el odio, pianistas de tercera y un largo etc. de personas con problemas de todo tipo que sólo prometen odio, intolerancia y venganza.
Partidos de la oposición, corrompidos por el madurismo, cuyos líderes son de un verbo procaz, la cloaca de la política; pero se entienden de maravilla con el madurismo, quien les “perdona la vida”, le garantiza sus movimientos, sus cuotas de poder; y les da dinero por montones. Algunos incluso utilizan la Asamblea Nacional para hablar en nombre de maduro, a favor del gobierno, en contra del chavismo. Otros tienen precio, al mejor postor.
Sectores importantes de la oposición conviven con el madurismo en esta especie de caos permanente. Otros; han cedido la conducción de sus asuntos, se entregan a la dirección de políticos e intereses extranjeros que son los que dan el dinero y el apoyo. Al final, todo se convierte en un inmenso negocio, donde lo que está en subasta, es nuestro país.
Esta pérdida de la razón, de la política, es una de las causas fundamentales por las cuales todo está bloqueado y disfuncional en nuestro país. Los factores en pugna no pueden, no son capaces de conseguir una salida al drama del pueblo venezolano. El odio, el miedo y el fanatismo no los dejan pensar. No los dejan articular una estrategia adecuada, encerrados como están en su propia telaraña de mentiras, en su trama falsa para seguir enguyéndose al país.
Mientras tanto, el país real, no el de “Tuiter”, no el del canal de Narnia, no el que nos pinta con su deliberada sonrisa cínica el ministro de la manipulación y mentira; sino ese país realque sufre el ciudadano, el del apagón, el que se queda atrapado en el vagón del metro “en normal funcionamiento”; el que dejó el país, el que dejó a su familia, el que perdió un enfermo; el trabajador que deambula entre las ruinas de la otrora PDVSA Roja Rojita; el soldado que no puede comer, que ve a los jefes del oro, del contrabando; el que está preso, el que no consigue comida. El pueblo de Venezuela, está allí paciente, resignado; pero, a la vez desesperado, como en el huevo de la serpiente, como en los ojos de los enterrados, en cualquier momento explota y se hace justicia por su cuenta.
O volvemos a la razón o a nuestro país se lo llevará el demonio de la violencia. Estamos en un peligroso baile al borde de la hoguera de la muerte. Resulta increíble y a la vez injusto con nuestro pueblo, el hecho de que los sectores políticos, los patriotas, los dirigentes de los distintos sectores del país, las otrora voces críticas, las que deben funcionar como marcadores del pensamiento político, guarden silencio, estén sepultadas bajo el chantaje del miedo, el juego del odio o hayan cedido sus espacios al fanatismo y la manipulación. Al contrario, ahora es cuando se impone el valor del dirigente político, la voz que oriente en medio del caos, del tumulto, con valor, ideas, sin importar nada. Nosotros lo hemos planteado, aquí no se trata de quitar a maduro para poner a fulano o sutano, no. Aquí se trata de que una Junta Patriótica de Gobierno cívico-militar, que represente a todo el país, donde estén los militares patriotas, de un paso al frente, saque a maduro del poder, termine con esta pesadilla destructiva, restablezca plenamente la vigencia de la Constitución Bolivariana, la soberanía en el pueblo Venezolano y comencemos, desde el abismo donde estamos, la reconstrucción de la Patria, de sus instituciones, de su funcionamiento y reconquistar el futuro que nos han arrebatado, que, al fin de cuentas, es la razón sagrada para seguir luchando.