“…Y, SIN EMBARGO, SE MUEVE”

Esta frase («Eppur si muove”, en su idioma) es atribuida al físico y astrónomo italiano Galileo Galilei, luego que fue obligado a abjurar de su visión heliocéntrica del mundo ante el Tribunal de la Santa Inquisición en 1633. 

Pasada la época oscura de atraso y violencia de la Inquisición, las ideas de Galileo se impusieron, demostraron ser ciertas y resultaron en una contribución extraordinaria al pensamiento de la humanidad y el avance de la revolución científica. «Eppur si muove”. 

Este episodio del susurro desafiante de Galileo, colocado ante la hoguera de la inquisición, lo traigo a colación para insistir en dos temas estrechamente vinculados, que no se entienden, o no se quieren entender, en las actuales condiciones en el mundo político venezolano: sin el CHAVISMO, no puede haber un cambio político en el país; e inmediatamente precisar que el CHAVISMO y el MADURISMO son dos cosas distintas, antagónicas. 

Sin embargo, el madurismo, que tras la muerte del Presidente Chávez asaltó el poder para frenar el avance revolucionario bolivariano y acabar con la V República, sí que lo entiende, y muy bien. Ellos saben que se las pueden arreglar o derrotar políticamente a los sectores tradicionales de la oposición, a los cuales conocen bien, saben dividirlos y manejarlos; pueden, incluso, convivir con su base social tradicional, incluyendo los sectores económicos como Fedecámaras o las transnacionales petroleras, y también con los EEUU; pero con el Chavismo, no. Al Chavismo tienen que derrotarlo, desaparecerlo como opción política, subversiva, peligrosa, para el nuevo orden.

Esta idea, tan precisa y poderosa, es lo que explica el cuadro de la situación política actual: en el país NO existe una alternativa revolucionaria, bolivariana, chavista, que luche por el poder. 

El chavismo de Chávez, existe como bloque histórico. Está allí, en el pueblo, en la Fuerza Armada, donde su prédica y su ejemplo dejaron una honda huella. Sin embargo, carece de liderazgo. 

El madurismo, consciente de su deriva derechista y de la existencia del Chavismo como fuerza, ha descabezado al campo Bolivariano y al liderazgo que podría conducirlo para retomar el poder y el camino trazado en el Plan de la Patria. Lo ha despojado de contenido, tal como han hecho con el PSUV, convertido en un partido Adeco. 

Por ello, el gobierno ha sido implacable y violento en contra del chavismo de Chávez, de su liderazgo auténtico, leal al pueblo y al socialismo. Nos ha colocado en el ostracismo, reprimido y perseguido con fuerza. 

Otra parte del liderazgo chavista –lamentablemente, buena parte de él– está disperso, neutralizado, alejado de todo. Muchos han preferido el silencio, no hacer nada, con la eterna excusa “táctica” de que “no es el momento”, para, finalmente y sin darse cuenta, convertirse en un sujeto político inofensivo. Otros, sobre todo militares, se han transformado en otra cosa que sería impensable el 4 de febrero, siendo lo que sea, “hasta emprendedores”, menos chavistas.

Quien quiera ubicarse, a quién le asalte la duda de saber en qué campo está, solo revise lo que hizo Chávez con el Petróleo, con PDVSA, con la Soberanía, con la economía, con el Pueblo, las Misiones y Grandes Misiones, y compare lo que ha hecho el actual gobierno en los mismos sectores. Quien quiera comparar el país de Chávez, con el «milagro» madurista, solo vea alrededor la pobreza, el salario mínimo, la injusticia, la desigualdad; pregunte cuántos se han ido del país y si vive con miedo a opinar, si puede decir lo que piensa.

Por su parte, los sectores políticos de la oposición tradicional, su liderazgo, NO supieron conducir y capitalizar el descontento enorme que existe en el país en contra del gobierno y, mucho menos, aprovechar y conducir la reacción popular después del fraude del 28 de julio. Le echaron un balde de agua fría. No entienden a los sectores populares o no son capaces de trabajar con ellos; pensaban reeditar las manifestaciones del Este de Caracas, sin considerar que buena parte de su base social se fue del país. Sus peleas internas no le permitieron apoyar un mismo curso de acción, donde muchos de sus líderes arrastraron los pies. La intolerancia y prepotencia de sus dirigentes fundamentales, no les permitió establecer una política de alianza o un mensaje inclusivo para el Chavismo, más allá de un tuiter. 

No lo hicieron porque no creen en ello, pensaron que estar arriba de la ola es para siempre, se les nubló el pensamiento político y su propuesta programática sigue siendo absolutamente anti-chavista. Y eso lo sabe la gente, el chavismo, civil y militar. 

Pensaron que bastaba con ofrecer “garantías” a la cúpula del madurismo, sin entender que al Chavismo, eso no le importa. 

El Chavista requiere de garantías y políticas mucho más amplias y concretas, entre ellas: restablecer la Constitución, la Soberanía Petrolera; retomar el control de la economía; atender a los más pobres; no entregar o privatizar el país; no iniciar una nueva razzia de persecución e intolerancia política (para eso, ya tenemos al actual gobierno); no arrasar con las Fuerza Armada Bolivariana. 

En fin, el Chavismo quiere un cambio político, sacar al madurismo del poder. En todos los sectores populares, bastiones del chavismo, perdió el candidato del gobierno; pero, al mismo tiempo, no quiere volver a la IV República. El Chavismo quiere reconquistar lo que el madurismo le ha arrebatado.

Como hemos escrito, en el país existe una nueva situación, después del fraude del 28 de julio. Los estrategas del madurismo pensaron que, con una elección express, un “blitz” electoral, podrían conquistar su añorada legitimidad perdida, pero salieron con las tablas en la cabeza y están más aislados que antes. Ni siquiera los gobiernos más cercanos, de los presidentes Lula, Petro, López Obrador, lo reconocen; mucho menos, el presidente Boric. 

Hasta el 10 de enero de 2025, tenemos un gobierno en funciones que actúa desconociendo los resultados o sin mostrar las actas electorales. Pero a partir de ese 10 de enero, si maduro se juramenta como presidente en esta situación absolutamente inconstitucional, tendremos un gobierno sin sustento legal ni legitimidad constitucional, un gobierno impuesto por la violencia.

En 1952, la Junta Militar en Venezuela realizó unas elecciones para elegir una Asamblea Nacional Constituyente, que redactaría una nueva Constitución y nombraría un presidente provisional. Aunque los principales partidos políticos, AD y el Partido Comunista, estaban prohibidos, participaron URD y Copei. Sorprendentemente (a pesar de todas las ventajas que tenían), la Junta Militar perdió y URD, liderada por Jóvito Villaba, obtuvo el 62,8% de los votos. La Junta Militar desconoció los resultados, metieron a Jóvito Villaba en un avión y lo sacaron del país, y a partir de allí se instaló, formalmente, la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que pocos años después, el 23 de enero de 1958, fue derrocada por la Junta Patriótica de Gobierno, presidida por Fabricio Ojeda y que agrupaba a todos los factores políticos del país.

Ésto es un pasaje de nuestra historia contemporánea, con aprendizajes, aciertos y errores. El Partido Comunista y la Acción Democrática de la resistencia, eran de índole progresista, opciones revolucionarias a la dictadura Perezjimenista; sin la existencia de estas dos organizaciones políticas, la dictadura, probablemente, hubiese durado mucho más. Sin embargo, el liderazgo político de entonces, sobre todo la de estos dos partidos en la resistencia, lograron entender la necesidad de unificar esfuerzos para tomar el poder, un objetivo que alcanzaron. 

Lo que sucedió luego de la victoria del 23 de enero, es otra historia, con muchas enseñanzas para los revolucionarios. Pero la prioridad, es salir de la Dictadura, como lo fue entonces el salir de Pérez Jiménez, de Benito Mussolini o del mismo Pinochet. Como dijo Salvador Allende, en su última alocución a su país, el 11 de septiembre de 1973,  desde Radio Magallanes, cuando se producía el infame Golpe de Estado: “se abrirán las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre”. De eso se trata.


Reivindicar a Chávez, el auténtico, rescatarlo de la manipulación y la intolerancia, ser leal a su obra y pensamiento, es una de las posturas políticas más peligrosas en el país. Los que nos mantenemos con Chávez y el socialismo, somos objeto de verdaderos linchamientos morales y la más feroz persecución política; pero, en verdad les digo, y parafraseando a Galileo Galilei, que “…y, sin embargo, se mueve”.