Boletín Petrolero Extraordinario
21 abril 2020

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El Petróleo en Negativo

El día de ayer, 20 de abril, el mercado petrolero internacional fue sacudido por una baja sin precedentes del WTI, llegando a valores negativos de hasta -36 dólares por barril, algo que nunca había sucedido.

 

La razón fundamental de este fenómeno está ligada al hecho de que los traders salieron con anticipación de sus contratos al mes de mayo, por no existir demanda suficiente, ni capacidad de almacenamiento para el petróleo. Por ello, los contratos a futuro para el 20 del mes de mayo, cayeron hasta 6,4 dólares el barril el día de hoy, martes 21 de abril.

Aunque en el Brent, marcador de los precios para el mercado europeo, también cayeron a valores por debajo de 20 dólares el barril, la mayor afectación del desplome de los precios del petróleo lo sufrió el WTI, marcado para el petróleo norteamericano, básicamente porque no existe capacidad de almacenamiento en Cushing Oklahoma, “hub” de almacenamiento de petróleo norteamericano, en base a cuyos inventarios se basa el precio del WTI que luego se tranza en el NYMEX.

El fracaso de la pasada reunión de la OPEP+ del 6 de marzo, fue un factor determinante para la desestabilización del mercado petrolero, no solo porque coincidió con el abrupto desplome del consumo provocado por las restricciones de movimientos, transporte y actividad industrial como efecto de la pandemia del COVID-19, sino porque este desacuerdo dio origen a una guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia.

Mientras esta guerra de precios entre dos de los tres mayores productores de petróleo del mundo, inundaba el mercado de petróleo barato, la demanda seguía cayendo, estimándose entre 20-30%, producto de la paralización de la economía mundial, que entró en recesión. En abril, tanto la OPEP como la Agencia Internacional de Energía, pronosticaron en sus respectivos reportes que la caída de la demanda para el 2020 sería severa, con una pérdida de entre 6,8 y 9 millones de barriles día en el consumo, indicando que para el mes de abril, la pérdida sería de 20 millones de barriles día de consumo.

Es por ello que, como dijimos en nuestro Boletín Petrolero del pasado 17 de abril, el recorte de producción acordado por la OPEP+, además de ser tardío, resultaría insuficiente ante el desplome de la demanda y los volúmenes de petróleo que han inundado el mercado, petróleo que no tiene quien lo consuma ni donde almacenarse.

Pero además este recorte sin precedentes de la OPEP+ fue un esfuerzo que no fue acompañado por otros grandes productores No-OPEP agrupados en el G-20, como EEUU y Canadá, lo que quiere decir que los distintos países productores, sobre todo EEUU, Canadá y en menor medida México, prefirieron que “otros” hicieran el esfuerzo de recorte, lo que privó al mercado petrolero de una decisión política, contundente y oportuna, que pudiese cortar un volumen de petróleo que podría haber sido de 15 millones de barriles día de petróleo, y que estaría sometido a revisión para mediados de año y por más tiempo que solo dos meses, como se acordó en la OPEP+. 

Mientras este desbalance en el mercado entre oferta y demanda, y la incertidumbre del futuro de la economía mundial dado la afectación provocada por el COVID-19 seguían perjudicando el precio del petróleo, a este se sumó un elemento que pareciera haber tomado de sorpresa o haber sido subestimado por el mercado, que se convierte en una restricción física, imposible de evadir: el almacenamiento.

Con un mercado sobre abastecido de petróleo y sin una demanda para el mismo, los inventarios comerciales de los países de la OECD, China e India, comenzaron a llenarse de petróleo barato. 

El algunos casos como el de China e India, o las reservas estratégicas de los grandes consumidores, esta información no se reporta al mercado, pero todos los análisis y reportes, incluyendo los reportes de la Administración de la Información Energética de los EE.UU, EIA por sus siglas en inglés, indicaban que los inventarios petróleo en todo el mundo se estaban llenando a un ritmo muy acelerado. 

Igualmente se conoció del incremento de almacenamiento flotante, es decir, buques de petróleo, tanto por la imposibilidad de colocar el petróleo en el sistema de refinación mundial que ha venido disminuyendo o cesando operaciones por la falta de consumo de combustibles, así como por la expectativa de los traders o especuladores que sabían que el mercado estaba en “super contango” como lo definió la OPEP en su reporte mensual, es decir, que el precio del petróleo a futuro era mayor que el actual.

Así lo estaba percibiendo el mercado, donde incluso compañías y países como México adquirieron coberturas o “hedging”, negociando financiamiento por su producción futura, hasta que los compradores de petróleo se dieron cuenta que no había ya espacio para almacenarlo, por muy barato que estuviese, sobre todo en los almacenamientos comerciales de EEUU y el Cushing de Oklahoma que llegaron a sus límites de capacidad operacional, por lo que comenzaron a cancelar sus contratos de mayo con anticipación para no tener que pagar por almacenamiento más que el valor del petróleo adquirido. Eso fue lo que produjo la caída a valores negativos del WTI del dia de ayer 20 de abril.

Perspectivas para el corto plazo.

Aunque los precios de futuros para mayo están en valores negativos, para los meses de junio y julio se están estimando precios para el WTI de 15,55 $/barril y 23,3 $/barril respectivamente, y para el Brent valores para junio y julio de  20,46 $/barril y 24,93 $/barril, respectivamente.

Esta expectativa del mercado se basa sobre el supuesto de la reducción masiva de la producción de petróleo, bien por razones económicas o por decisiones políticas de los productores, o porque se produzca incremento de la demanda debido al progresivo relajamiento de las restricciones de transporte, viajes, movilidad y actividad industrial, manufactura y comercial por la superación gradual de la cuarentena del COVID-19 en las economías industrializadas.

Cómo actuarán los tres grandes productores de petróleo, incluyendo EE.UU, Rusia y Arabia Saudita, es una incógnita. De ello dependerá en gran medida el alivio de la crisis del precio. 

La producción norteamericana, incluyendo EE.UU, Canadá y México es la más comprometida.

La producción de Shale Oil de los EE.UU. resulta inviable a estos precios, incluso a precios entre 20-30 dólares el barril. De allí los esfuerzos de la administración del presidente Trump de buscar un acuerdo en la OPEP+, además de ordenar al Departamento de Energía la apertura de las capacidad ociosa de las Reservas Estratégicas del país para comprar hasta 73 millones de barriles petróleo norteamericano y almacenarlo, para luego venderlo cuando se recupere el precio. 

Para que esto sea efectivo en cuanto a volúmenes, se necesitarán hacer más operaciones de este tipo, por lo que la administración Trump necesitará más recursos del Congreso, donde ya se ha topado con la negativa demócrata, quienes por posiciones ambientalistas no están dispuestos a financiar la producción de  petróleo en el país. La administración, ante la inminente caída de producción norteamericana, ya ha anunciado estar dispuesta a imponer aranceles a la importación de petróleo extranjero, especialmente saudita.

La producción de petróleo de arenas bituminosas de Canadá, es también una producción de alto costo, con problemas de transporte y mercado. Igual la de México, quien no solo sufre, desde hace años la caída de su producción por el agotamiento del yacimiento de Cantarell, sino por los costos de su producción de aguas profundas en el golfo.

Arabia Saudita y Rusia tienen bajos costos de producción y mayor margen de maniobra en un colapso del mercado petrolero. En el caso de Arabia Saudita, las fortalezas financieras del país, así como su sistema de gobierno, le permiten seguir en pie en una crisis prolongada. En el caso de Rusia, una economía más diversificada e industrializada, donde el petróleo y gas representan cerca del 40% de sus ingresos, cuenta con un liderazgo y capacidad de negociación política que le permitirá maniobrar en esta crisis.

En esta situación, sin embargo, algunos de estos países parecen insistir en tomar ventajas estratégicas en el sector petrolero en un escenario de todos contra todos, en disputa por mercados y por mantener a salvo sus respectivas industrias y empresas petroleras, de cara al momento de superar el colapso del mercado.

En el mediano plazo habrá que ver cuánto del sector petrolero internacional, empresas productoras de petróleo, de servicios petroleros y países productores, quedarán en pie y podrán reasumir sus actividades una vez que se supere la crisis de COVID-19 y luego que paulatinamente se recupere la economía, se restablezca la demanda de petróleo y se drenen los inventarios acumulados.  Solo después de esto, volveremos a ver precios como los de inicio de este año 2020.

VENEZUELA

Esta crisis sin precedentes toma al país en la situación de mayor debilidad de su industria petrolera y de PDVSA en particular, desde su creación en 1976. PDVSA está colapsada en sus capacidades operativas y financieras producto de la mala gestión y decisiones del gobierno.

La empresa, hoy militarizada, ha sido golpeada y desmantelada por sucesivas intervenciones del gobierno, así como la persecución,  encarcelamiento y desplazamiento de sus cuadros gerenciales y técnicos de la empresa.

Su producción ha colapsado desde el 2015 a la fecha, con una caída de 2,4 millones de producción de petróleo. A la fecha, según el último reporte de la OPEP, el país solo produce 660 MBD de petróleo, además, debido a los cambios contractuales hechos por el gobierno, la producción está en manos de socios privados, quienes operan el 84% de la producción venezolana, mientras PDVSA opera solo el 16%.

Por otra parte, el parque refinador venezolano está inoperante, por lo que la empresa no es capaz de procesar crudo venezolano, ni abastecer el mercado nacional de gasolinas, diesel, gas y otros combustibles. 

Siendo Venezuela un productor de crudos pesados, nuestra principal segregación, el Crudo Merey, tiene como referencia para su precio al crudo Maya mexicano y este a su vez, está indexado al WTI norteamericano. Eso quiere decir que los precios negativos del WTI han golpeado el crudo Maya (se cotizó ayer a -2,7 dólares el barril) por lo que nuestro tipo de crudo, a su vez, se cotiza a un precio más bajo, sin tomar en cuenta que, ya antes del colapso del precio, el crudo venezolano se estaba vendiendo con descuentos de hasta el 30%.

Estos valores de precios negativos o por debajo de 10 dólares el barril para el WTI, hacen inviable producir petróleo en el país. Más aún cuando la producción petrolera venezolana está en manos de operadores privados, como Chevron, CNPC, Rosneft (quien cedió sus activos y participación en el país a una empresa rusa aún desconocida), Gazprombank y operadores venezolanos sin experiencia ni capacidad financiera. 

Con la producción de petróleo en manos privadas, priman otros intereses distintos a los nacionales. Debido a la falta de control sobre las operaciones petroleras en Venezuela, es imposible desarrollar una estrategia propia para hacer frente a esta crisis. La pregunta es, ¿estas compañías privadas van a producir a pérdida? Eso solo lo pudiese haber hecho PDVSA, la empresa nacional.

Por otra parte, sin las refinerías operativas, el país es incapaz de procesar su propio petróleo, así sean solo 660 MBD, los cuales, en otras circunstancias, podría transformarlos en combustibles.

El país se ha quedado sin almacenamiento en el Caribe por el aislamiento internacional del gobierno y nuestra propia flota de tanqueros, algunos de ellos de gran capacidad, que podrían utilizarse como almacenamiento flotante, se dejaron perder o han sido confiscados en el exterior por falta de pagos o deudas. 

El almacenamiento en tierra en el país es insuficiente y ya tiene problemas de capacidades, no solo por problemas de mantenimiento e integridad mecánica, sino porque las sanciones norteamericanas han impuesto restricciones a la exportación de petróleo venezolano. Problema que por cierto se hubiese podido resolver si la administración de Quevedo hubiese mantenido operativa nuestra flota de petroleros.

La producción de petróleo en el país terminará de colapsar por el efecto combinado del debilitamiento y colapso de PDVSA, así como por las condiciones del mercado petrolero y la caída del precio del petróleo. Crisis que toma al sector petrolero nacional en las peores condiciones para hacerle frente.

Habrá que ver el desempeño de la economía en un escenario sin ingresos petroleros, una economía que el gobierno ha sustentado sobre un artificio, una ficción: el Petro, que hoy día, al momento de escribir este Boletín, tiene valores negativos.