La situación que vive el país es insostenible y moralmente inaceptable. El colapso de la economía, la destrucción de nuestras empresas públicas, de las capacidades productivas y del trabajo, son elementos claros de una profunda crisis que no tiene precedentes. Ésto, sumado a la caída de todos los indicadores sociales y humanos, la desigualdad, pobreza y el deterioro de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos, son consecuencia directa del estruendoso fracaso de este gobierno, entreguista y corrupto, el peor de nuestra historia.
Por otra parte, la disfuncionalidad política en el país: la incapacidad del psuv para rectificar o remover al madurismo; y, de los sectores de la oposición para lograr acuerdos que permitan buscar soluciones por encima de sus intereses grupales, económicos y personales, constituyen un verdadero crimen contra el pueblo.
La indolencia de los sectores de poder ante el sufrimiento del ciudadano de a pie: la violencia, intolerancia, la entrega del país y sus recursos; la violación de la soberanía nacional y la subordinación a poderes extranjeros, es vergonzosa y ruin. La salida del país de más de 3.7 millones de venezolanos, desesperados, la separación de las familias, el desarraigo del futuro, es doloroso. La violación de la Constitución y las leyes, de los derechos fundamentales, especialmente, de los derechos humanos, hacen que ahora seamos el país de la injusticia, el miedo y atropello a la dignidad del pueblo. Todo ésto es moralmente inaceptable.
Esta situación tiene que llegar a su fin, tiene que acabarse. En este momento ya no importan las parcialidades, ni los intereses grupales. Aquí ya no se trata de “fulano o mengano”, aquí se trata de la supervivencia de nuestra Patria, su existencia como la entidad política territorial que conocemos hasta ahora.
Llegamos al punto en el que cada uno tiene que ceder a sus ambiciones, temores, odios o problemas de cualquier tipo y hacer un esfuerzo supremo para sobreponerse a la lógica de la aniquilación del contrario, elevar la mirada, dejar el miedo atrás y comportarse a la altura de las gravísimas circunstancias que vivimos.
Debemos emular la determinación de los patriotas, del Ejército Libertador, tras la caída de la Segunda República; y, con ella, la derrota del sueño Bolivariano, en el terrible año 1814. Determinación y grandeza que permitió, en aquellos tiempos de infamia, a un puñado de ellos volver al país desde Los Cayos, en 1816, cargados de ideas libertarias, asimilados los errores; pero, dispuestos a insistir en la Patria, y, aunque estaban en franca minoría, fueron capaces de reunificar al Ejército Libertador, al bando patriota, diezmado por la violencia y el miedo. Luego, vendrían Margarita, el Orinoco, San Félix, Angostura, Apure, Las Queseras del Medio, el paso de los Andes, Boyacá, Carabobo, Pichincha, Ayacucho, para al fin alcanzar la gloria inmortal junto con la independencia no de un país, si nó, de un todo un continente.
Ni el madurismo, ni el sector que lidera a la oposición, tienen la grandeza de hacerse a un lado, dejar de ser el problema, para ser partes de la solución. Pueden más sus intereses de grupo, compromisos y ansias de poder, que el destino de todo un pueblo. Pero; además, ambos grupos han asimilado a su cultura política, una conducta proto-fascista, que les impide pensar más allá de su propia agenda: la intolerancia, el odio, la violencia y revancha, la indolencia ante el destino del resto del país, están incorporados a su conducta. Ésta dejó de ser una característica personal de sus líderes, para convertirse en una forma de hacer política. Es la que nos ha llevado hasta el abismo.
Pareciera que a estos sectores NO les importa un desenlace cruento. La violencia es la abdicación de la razón, es la única manera de pasarle un tractor por encima al contrario; y, ambos bandos parecieran estar dispuestos a hacerlo.
Los que instigan este desenlace, le imponen al país sus propios intereses o situaciones:
Del lado de la oposición, los “señores de la guerra”, ciegos de odio, y, con la expectativa del saqueo, claman por la invasión, la intervención, esperan que alguien “limpie” el terreno, para luego entrar y cobrar su propia factura, pero ellos no pondrán los muertos.
Del lado del madurismo, saben que hace tiempo perdieron el favor del pueblo, que no pueden ir a unas elecciones, porque serán barridos; otros saben que ni siquiera pueden salir del país, sin que sean hechos presos, pero muchos otros, los más dañinos, los más cercanos a maduro, trabajan con ambos lados; negocian, llegan a acuerdos secretos, financian a cualquiera de los bandos desde Caracas, Miami o Madrid. Allí están, todos saben quiénes son, lo que hacen, pero nadie dice nada, son intocables.
El problema real es que este escenario de permanente conflicto, de la salida cruenta lo imponen estos sectores minoritarios, pero con mucho poder, al resto del sector político por medio de la coacción, el miedo, el chantaje y la represión. El madurismo ha convertido a su gobierno en un gobierno policíaco, malandro. Hacen lo que les da la gana con la Justicia, la Constitución y las Leyes. Allí están los personajes que pasarán a la historia como brazos ejecutores de estos desmanes, de tanta miseria humana: mienten, acusan, desprestigian, persiguen, reprimen a cualquiera que se les opongan, hasta el asesinato político. Son crueles porque buscan aterrorizar, llevar frío a los otrora corazones ardientes.
Los sectores extremistas de la oposición, son igualmente violentos e intolerantes. También acusan, hostigan. Lo único que prometen es persecución, cárcel, violencia. Destilan odio y revancha en sus mensajes, sus acciones. Señalan y acusan para destrozar vidas, no les importa. Son capaces de entregar nuestra patria a sectores de extrema derecha, llaman a otros países para invadir y ensangrentar al país; para matar venezolanos.
Sin embargo, ambos grupos coinciden en aplastar o perseguir a cualquier político o sector que ofrezca una opción distinta a las suyas, sea del Chavismo o la oposición. Hasta acuerdan acciones conjuntas, el dinero lo puede todo: diputados a sueldo que callan ante las corruptelas del madurismo, viajan y tienen viáticos para arremeter contra Chávez; constituyentistas de aplauso fácil, prestos a mentir y acusar; periodistas que hace tiempo abandonaron la ética, palangristas prestos para decir lo que sea; se trata de una fauna de personajes desquiciados, otros tarifados, que vierten su odio desde el anonimato de las redes, montan las “ollas periodísticas”, disfrazadas de trabajos de “investigación”, las agencias al servicio de intereses políticos extranjeros, los “fake news”, que anteceden la acción de maduro, su fiscal, cuerpos de seguridad, y un largo etcétera de la infamia.
Hay personas que se asustan, callan, miran para otro lado, yo nó. Tampoco lo hacen otros dirigentes o líderes de ambos bandos del pensamiento político. Unos pagamos con el exilio, la infamia y persecución; muchos están execrados, maltratados, atropellados o secuestrados-prisioneros, y, otros han pagado con su vida.
Sin embargo, tengo la convicción de que la mayoría del país se siente atrapada en un conflicto en el que no sólo no tiene nada que ver, sino que además no se le permite decir nada. La gente está cansada del conflicto, no le interesa el tuiter, ni el gobierno, ni la oposición; está harta, quiere paz, tranquilidad, poder trabajar, estudiar, comer lo que quiera, tener medicinas, agua, electricidad, transporte, vivienda, seguridad, sueños, dignidad; hacer lo que quiera, volver a la normalidad, participar, poder decir lo que piensa, no tener miedo, no bajar la voz, no irse de su tierra.
Muchos líderes mundiales, países, gobiernos, organizaciones internacionales, observan incrédulos, cómo en tan poco tiempo, maduro ha destrozado al país y su economía; cómo nuestros jóvenes huyen de la Patria, nuestro pueblo sufre; cómo es que nuestro país, hasta hace muy poco próspero y ejemplo de “lo extraordinario hecho cotidiano”, ahora es el ejemplo del desastre, el mal vivir, la injusticia, la desesperanza.
Todo el mundo se pregunta ¿Cómo es posible que el pueblo venezolano, sus líderes políticos, militares, pensadores, se hayan subordinado a estos grupos, que hoy los mantienen atrapados entre los extremos de lo mismo, subordinados a la lógica del conflicto, a las decisiones de otras potencias mundiales? En un país paralizado, que ha perdido la institucionalidad y los mecanismos de protección de su pueblo, su integridad, soberanía y futuro, ésta es una pregunta difícil de responder.
Tenemos un tiempo proponiendo la conformación de una Junta Patriótica de Gobierno como una alternativa a este desastre y a la disfuncionalidad de la política.
El origen de esta propuesta se remonta a nuestra propia experiencia como país: el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, por un movimiento cívico-militar, articulado por una Junta Patriótica, conformada por todos los factores políticos del país: AD, el Partido Comunista, URD, Copei, a la que luego se sumaron los militares patriotas.
Nadie puso condiciones, no se excluyó a ningún sector. A nadie se le ocurrió decir “quítate Pérez Jiménez para ponerme YO”, ni siquiera lo hizo Fabricio Ojeda, Presidente de la Junta y líder indiscutible del movimiento. Se trataba de un movimiento nacional, patriótico, de unidad cívico-militar para derrocar a la dictadura. A nadie se le ocurrió decir, “nó, los militares nó”, ni excluir al Almirante Larrazábal, ni a la oficialidad que dio el paso definitivo para dejar de apoyar a Pérez Jiménez, a pesar del terror impuesto por la Seguridad Nacional.
Por supuesto que las situaciones son distintas, para empezar, no había twitter (capaz que si hubiese existido twitter, no cae el dictador), ni las corporaciones mediáticas eran tan poderosas para globalizar la dominación. Los dirigentes políticos de entonces, eran de muchísima más estatura que la actual: Fabricio Ojeda, Gustavo Machado, Leonardo Ruiz Pineda, Hugo Trejo, Wolfgang Larrazábal, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Rafael Caldera, entre muchos otros, no eran cualquier cosa. A pesar de que la dictadura tenía amplio apoyo entre las élites económicas, un Plan Nacional, una obra, una economía fuerte y apoyo internacional, a pesar de que AD y el PCV lideraban una tenaz resistencia en la clandestinidad, solo la Junta Patriótica pudo deponer al dictador.
También se cometieron errores: el pacto de Punto Fijo, que excluyó al Partido Comunista y toda la izquierda, acabó con la unión cívico-militar y traicionó el espíritu nacional y patriótico del 23 de enero, llevó al país al período de violencia de los años 60 y al extravío de la IV República, donde nuestra patria perdió una excelente oportunidad de desarrollo e independencia. Eran otros tiempos, otras circunstancias, pero errores y peligros que tienen plena vigencia para el día después de maduro. Por supuesto, la Junta Patriótica de entonces, no existía legalmente, fue un instrumento para derrocar la dictadura.
Sin embargo, nuestra actual Constitución, a diferencia de la existente en aquel momento y posteriormente derogada por la de 1961, contempla elementos fundamentales para darle legitimidad a la creación de la Junta Patriótica de Gobierno. Lo primero que habría que decir es que, en este momento, tanto maduro como guaidó, están al margen de la Constitución, todo lo que han hecho es inconstitucional y cada día que pasa y cada barbaridad que anuncian, es todavía más ilegal e inconstitucional.
Cuando los jefes militares dicen que juran lealtad a cualquiera de los autoproclamados, “comandantes en jefe”, están avalando la violación de la Constitución. Están faltando a su responsabilidad de preservar el hilo Constitucional, el orden interno y la soberanía de la República.
Según lo dice expresamente el artículo 5º Constitucional, la Soberanía Nacional reside “en el pueblo”. Hoy día, el pueblo no ejerce la soberanía sobre sus asuntos, ni sobre la vida y destinos de la patria, que están secuestrados, usurpados, por dos presidentes “autoproclamados”, aplaudidos por sus partidarios, pero que no han sido electos para ese propósito por el voto universal y secreto.
Por otra parte, el artículo 333º de la Constitución, convierte en un deber de toda ciudadana y ciudadano, hacer lo necesario para restablecer el orden constitucional, sus garantías y derechos, sin ningún tipo de límite o exclusión, si éstos están siendo violados o desconocidos. La Junta Patriótica de Gobierno es, precisamente, un instrumento para restablecer la Constitución.
Nuestra Fuerza Armada Bolivariana se debate en un dilema que no existe: aquí no se trata de maduro o guaidó, se trata de asumir sus responsabilidades constitucionales y con el país. ¿Estarán conscientes nuestros mandos militares de que con su silencio y al permitir que esta situación tan peligrosa se extienda, nos estamos deslizando hacia escenarios que comprometen la integridad política y territorial de nuestro país? Si, como proclama nuestra doctrina militar Bolivariana, las armas de la República sólo deben emplearse en defender nuestra soberanía y garantías sociales ¿no es evidente que se está faltando a estos preceptos, al subordinar las armas de la República, a favor de cualquiera de los grupos de poder que hoy violan la Constitución?
He leído propuestas como la del profesor Javier Biardeau , persona a la que respeto por sus ideas y equilibrio, respecto a la convocatoria a un Referendo Consultivo, como está establecido en la Constitución. Estoy de acuerdo, comenzaríamos a recuperar legitimidad, pero ello no termina de resolver el problema de gobernabilidad. El resultado es previsible: todos queremos cambio de gobierno, maduro sería sacado del poder por mandato popular.
Ahora, supongamos que maduro está dispuesto a hacerlo como parte de una negociación política y que al final acate los resultados. Entonces: ¿quién queda al frente del gobierno mientras se logra una estabilización mínima de la situación, se organizan elecciones y recomponen las instituciones? No puede ser ninguna de las facciones de la oposición y menos aún, la más intolerante y la que tiene mayor rechazo en el chavismo.
De allí que la figura de la Junta Patriótica de Gobierno, conquistaría gobernabilidad y legitimidad, incluiría a todos los sectores políticos y sociales patriotas, a nuestra Fuerza Armada Bolivariana, como árbitro y garante, justamente para restablecer la plena vigencia de nuestra Constitución y Leyes, conducir al país en un período de emergencia, de máximo dos años, para entonces convocar un Referendo Consultivo, legitimar las instituciones y restablecer la soberanía popular sobre la conducción de la patria.
A diferencia de la experiencia de 1958, ningún sector político, por mucho apoyo internacional que tenga, podrá hacerse cargo del país por sí mismo. Se va a necesitar de una amplia base de apoyo político-social para iniciar y sostener su reconstrucción. maduro, a diferencia de Pérez Jiménez, se sostiene con base en un complejo mecanismo de manipulación y control social sobre un importante sector del país, el chavismo, que se expresa en el ámbito político-social, así como, en el militar. Un sector que, por mucha molestia que tenga con maduro y el gobierno, no está dispuesto a entregar el gobierno, ni sus hoy menguadas conquistas políticas y económicas, a la derecha.
Porque, independientemente de las capacidades políticas que tenga el chavismo para movilizarse en contra de un gobierno de derecha en esta coyuntura, siempre será un factor fundamental, el más importante desde el punto de vista orgánico, para garantizar la gobernabilidad del país. Es cuestión de tiempo, una vez que se desprenda del madurismo, que el chavismo, con un liderazgo renovado, luego de una profunda discusión y un proceso de recomposición, se recuperará del tremendo daño que maduro le ha hecho, y estará, sin duda, presente o liderando, junto con otros sectores progresistas y patriotas del país, el proceso de reconstrucción de la patria.
La oposición, también debe depurarse de sectores extremistas, asumir sus responsabilidades y convertirse en una fuerza constructiva, con la que se puedan llegar a acuerdos. Desprenderse de los sectores tutelados, ganar independencia de criterios y acción. Porque el sector que actualmente la lidera, ha demostrado una y otra vez, que está dispuesta a bloquear salidas electorales o políticas, que sólo quiere tomar el poder, como lo demostró en pasado 30 de abril.
¿Qué habría pasado si hubiesen participado en las pasadas elecciones presidenciales, hubiesen apoyado a Henri Falcón, o a un candidato de consenso, una figura nacional? ¿Porque correr a sacar a Leopoldo López y ponerlo detrás de guaido, si obviamente se liberarán a todos los presos políticos después de deponer a maduro?, ¿Que hubiese pasado si nos hubiesen llamado a los dirigente chavistas, liberado al Mayor General Rodríguez Torres, al General Baduel, que hubiésemos hecho un pronunciamiento junto al General en jefe Padrino López, el general Cristopher Figuera y otros oficiales involucrados, otros dirigentes políticos nacionales, incluyendo chavistas y de la oposición, al restablecimiento de la Constitución y la instalación de una Junta Patriótica de Gobierno, llamar al pueblo al restablecimiento de la soberanía sobre sus propios asuntos? Las cosas serían completamente distintas.
Pero no. Se impusieron los intereses sectarios de siempre, su propia agenda grupal, sus compromisos, su falta de independencia de acción. En vez de agrupar, unir, dividen, atacan. Es el juego de maduro.
Por otra parte, la propuesta del sector que lidera actualmente a la oposición es, políticamente inviable y económicamente insostenible. Su “Plan País”, no es más que un refrito de la Apertura Petrolera y una continuación del desmembramiento y privatización de la economía, los servicios fundamentales y del Estado, la misma que devastó al país en los finales de la IV República. Es decir, la propuesta de la oposición, “guapa y apoyada”, no es nada nueva, fue hecha fuera, por los que llevan 20 años rumiando el fracaso del paquetazo de CAP, que nos llevó al Caracazo.
Ese plan viejo, o viejo plan, forma parte de la subasta frenética que se está haciendo en el exterior de los recursos y el futuro de la Patria: PDVSA, el petróleo, el gas, el sector eléctrico, las empresas del Estado, los servicios públicos, todo será entregado, ya tienen los beneficiarios, será el despojo. Ellos, al final, harán lo que quieran si toman al poder, no les van a interesar, ni leyes, ni la Constitución, ni el que hayan fracasado hace 20 años con el mismo plan, que ahora será, sin duda, mucho peor.
Luego de pasada la euforia de la salida de maduro, vendrá la realidad, el día siguiente, cómo lidiar con este desastre. El que se haya creído las promesas de que “lloverán” miles de millones de dólares sobre el país, de que el mundo entero vendrá a nuestro auxilio, o es un ingenuo o un irresponsable. Sólo entrarán los pocos recursos, si es que no se cobran la deuda por adelantado, del remate de los activos de la Nación.
Una circunstancia que complica mucho más la situación, es que ya maduro ha hecho mucho de lo que la oposición propone. Sólo que lo ha hecho “a su manera”, es decir, de la peor forma posible: entregó PDVSA, el petróleo, el gas, empresas del Estado, Sidor, empresas agropecuarias, el Arco Minero, el Esequibo; endeudó al país, creó el petro, destruyó la moneda, vendió el oro de las reservas, liberó el tipo de cambio, acabó con el salario, concentró las riquezas en pocas manos, le arrebató las prestaciones sociales y conquistas laborales al sector trabajador; ya lo hizo todo y lo hizo muy mal, de la manera más brutal posible.
maduro ha avanzado tanto en el deterioro y destrucción del país, de la economía y todos los parámetros de funcionamiento del Estado, que cualquier barbaridad económica, inimaginable hace tan sólo seis años, hoy, entre el caos y el miedo, es una realidad. Ha acabado con los activos reales del país, no ha dejado ningún margen de maniobra al próximo gobierno, sea del signo que sea. Todo lo ha hecho de manera ilegal, ruin y deshonesta.
La oposición de extrema derecha ha sido más honesta que el gobierno: ha anunciado que, de llegar al poder, entregará el país; en cambio, maduro ya entregó todo, en secreto y mintiendo al pueblo, es decir, aquí se hace “lo que diga maduro”.
Por ello, la Junta Patriótica de Gobierno, aunque debe incluir a los sectores más amplios del país, debe tener también claridad en sus objetivos: restablecer la Constitución y las leyes, por lo que debe derogar todas las leyes, decretos y contratos entreguistas e ilegales hechos por maduro y avalados por la Asamblea Nacional Constituyente. La Junta Patriótica, por supuesto, no puede permitir la implantación de ningún plan, llámese como se llame, que viole los preceptos constitucionales y nuestro marco legal vigente. La economía definirá las posibilidades de recuperación y el rumbo de la patria, después de maduro.
La Junta Patriótica, apoyada en un fuerte compromiso nacional, en criterios sólidos y con la experticia técnica respectiva, debe instalarse para rescatar todas nuestras capacidades productivas, públicas y privadas, para recuperar nuestra soberanía económica, recuperar PDVSA, el petróleo, el gas, la petroquímica, empresas básicas, el oro, nuestros minerales estratégicos, nuestras empresas de alimentos, de distribución, nuestros espacios territoriales, la producción de alimentos, el funcionamiento de los servicios públicos. Debe realizarse una planificación de emergencia, desde el diagnóstico integral del desastre real, “in situ”, junto a todos los sectores y ejecutar un Plan de rescate de la Patria, no de su entrega, de su desmembramiento. Rescatar los recursos estratégicos para ponerlos al servicio de los venezolanos, del esfuerzo supremo, único, de reconstruir el país.
Es indispensable, desde la misma transición patriótica, establecer una política económica y monetaria que recupere la capacidad adquisitiva del salario, el ingreso, el crecimiento económico. Un plan de emergencia de recuperación de la producción de petróleo, con PDVSA, sin entregarla, ni venderla en pedazos, sin privatizar el petróleo, recuperar nuestras capacidades productivas, como hicimos después del sabotaje petrolero del 2002–2003, y pasamos en tres meses de 23.000 bd de petróleo a 3 millones de bd, ésto, con nuestros ingenieros, trabajadores, liderazgo y conocimiento. Ésto es absolutamente posible, no es necesario entregar nada.
El petróleo sigue allí, la infraestructura también, el conocimiento y esfuerzo humano está esperando por una llamada de la patria, los recursos en el sector petrolero son abundantes. Una vez que comencemos a bombear y exportar petróleo, será cuestión de poco tiempo, volver a tener la confianza del sector, sumar todas las capacidades y comenzar a recuperar el ingreso petrolero. Lo necesitaremos todo, como nunca antes, sólo nuestra política de Plena Soberanía Petrolera, nuestro régimen fiscal, nuestros trabajadores y un liderazgo patriota, serán capaces de reanimar a ese gigante abatido para reiniciar la recuperación de la patria.
La Junta Patriótica de Gobierno debe llamar a todos los venezolanos a volver a la patria, todos son bienvenidos, necesarios, hacer un plan de reinserción al trabajo, la seguridad social, el futuro, reunificar a las familias venezolanas. Restablecer las garantías y posibilidades de futuro en su propia tierra, entre sus afectos, con la tarea histórica de reconstruirla y tener un mejor país, después de esta experiencia traumática, pero de la cual, debemos salir más fortalecidos como pueblo.
La Junta Patriótica debe abocarse a atender con carácter de emergencia la grave crisis humanitaria y social que padece nuestro pueblo. Atender al ser humano, a los niños, los ancianos, los más vulnerables. Debe movilizar a todo el país para adelantar un programa de protección inmediata a la población, ir hasta ellos, directamente, con todos los recursos del Estado para atender sus necesidades. Movilizar a todo el pueblo, los ciudadanos, en una batalla por la solidaridad, la hermandad, ir a buscar al necesitado, enfrentar el problema junto con el pueblo.
Será necesario solicitar toda la ayuda internacional en su verdadera dimensión, a través de los organismos multilaterales como las Naciones Unidas y sus diferentes entes especializados, el apoyo y la solidaridad internacional, de los pueblos del mundo, para salir de esta coyuntura catastrófica.
Lo más importante, además de recuperar gobernabilidad y legitimidad, es recuperar el alma de nuestro pueblo, restablecer los valores del gentilicio venezolano: la solidaridad, el trabajo, el compromiso, el amor, el afecto, la alegría, la esperanza. El venezolano está dolido, está triste. No puede seguir acostumbrado a lo anormal. Dejar atrás el egoísmo, la intolerancia, el odio. Volver a la razón, a las ideas, a la grandeza como pueblo. Elevarnos a la grandeza de los padres de la patria. Volver a ser el pueblo Bolivariano, grande, orgulloso y noble que siempre hemos sido.
Seguiremos hablando y debatiendo sobre esta propuesta. Pero hoy es día de la madre, esos seres humanos tan especiales, únicos, para cada uno de nosotros. Vayan a todas las madres un fuerte abrazo, un beso y un mensaje de aliento para la que está lejos de sus muchachos, hijos e hijas. Volveremos a estar todos juntos, volveremos a estar bien. A todas ustedes, que son el alma de nuestra Patria, las que están y las que ya se fueron; a mi flor de loto, que no podré ver más, una rosa roja y mi amor eterno.