El dos veces presidente del Perú, Alan García, se suicidó el pasado 17 de abril, pegándose un tiro en la cabeza y puso fin así, de manera dramática, al acoso judicial del que era objeto.
García fue un importante líder político peruano, dirigente del APRA, ex presidente, apreciado por sus colegas de la región. En un acto desesperado, se quitó la vida y dejó para la conciencia política de su país y la región, su último acto como un sacrificio en el altar de la infamia. Vayan mis respetos a su memoria y mi solidaridad a su familia, amigos, compañeros y pueblo peruano.
Pero esta situación de “judicialización de la política” o el “Lawfare”, también sucede en Argentina, con el acoso, por parte del Poder Judicial, contra la presidenta Cristina Kirchner y su hija, y la prisión del ex ministro Julio De Vido. Igual sucede en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff; el encarcelamiento y las condenas absurdas al presidente Lula Da Silva. Lo mismo en Ecuador, con la persecución y exilio contra el presidente Correa, la prisión del vicepresidente Jorge Glass, y ahora también contra el canciller Ricardo Patiño. También sucede en Venezuela, con el acoso judicial y exilio en mi contra, como ex ministro del presidente Chávez, el encarcelamiento del ex ministro Mayor General Miguel Rodríguez Torres, la prisión y muerte en custodia del ex ministro Nelson Martínez; así como el secuestro-prisión de cientos de trabajadores de todo el país, de PDVSA, Corpoelec, dirigentes políticos y oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
En todos los casos, las características son las mismas: los factores que están en el poder, llámense “macristas”, “bolsonaristas”, “maduristas” o “morenistas”, utilizan la justicia como instrumento para la persecución política. Un Poder Judicial que actúa de manera parcializada, como un apéndice de los factores en el poder; el Fiscal de turno, abusa de sus potestades, arremete contra los dirigentes políticos de izquierda, revolucionarios; o los que significan un riesgo para el grupo de poder al cual ellos representan.
El argumento es el mismo: “la corrupción”. Una acusación genérica, sin pruebas, alimentada o acompañada de una brutal campaña de desprestigio en los grandes medios de comunicación o las llamadas redes sociales, como Twitter y toda la industria de la infamia.
Los presidentes, convertidos en acusadores y verdugos, sentencian, condenan, sin siquiera guardar las formas, sufren de la incontinencia declarativa del que no conoce límites.
En nuestro país, las infamias no son nuevas. El mismo Padre de la Patria fue víctima de la persecución de Páez, Santander, Flores y de todos lo que lo veían como un obstáculo para sus propios planes de poder. Llevaron al Padre de la Patria a la “puertas del sepulcro”, en Santa Marta, donde, desde su lecho de muerte, dirigió su última proclama a los colombianos, no sin un dejo de dolor y tristeza: “Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono…”
También podemos remontarnos a la historia de la infamia en el mundo desde la crucifixión de Jesús, el colonialismo, la inquisición, las guerras mundiales, el nazismo, hasta el genocidio y tantos otros episodios de la degradación de la condición humana, de la violencia.
Estas expresiones de odio y la narrativa de la intolerancia siempre han existido, solo que ahora, en nuestro tiempo, se potencian de manera superlativa por la tecnología, por las redes sociales y la capacidad que tienen las grandes corporaciones económicas y mediáticas de influir, en cuestión de segundos, sobre situaciones concretas; generar y manipular fenómenos políticos y sociales, crear sus “verdades”, hasta llegar a la aniquilación de sus contrarios, sean personas, Estados o países.
Se trata entonces, de lo que podemos llamar, una Inquisición 2.0, porque su nuevo espacio de propagación del discurso intolerante, la descalificación y el odio, son las redes sociales y corporaciones mediáticas que se constituyen en nuevos tribunales, con juicios sumarios, que siempre responden a la postura política de los intereses que representan.
Venezuela, el país del miedo.
Veamos cómo funciona esta Inquisición 2.0 en Venezuela, el país del miedo. Nicolás Maduro decide junto a su círculo íntimo, destruir a quien considere su enemigo, bien porque es un obstáculo para su propio plan político; o porque, sencillamente, trata de neutralizar o destruir a los dirigentes políticos, en especial, a quienes lo adversamos desde el campo revolucionario.
La agresión es precedida por una intensa campaña de descrédito en las redes sociales. El gobierno, a través de un uso delictivo de los recursos del Estado y sus operadores económicos, ha conformado, con apoyo externo, una inmensa plataforma de “bots” y grupos de tuiteros.
En cada Ministerio, organismo del Estado, gobernación, alcaldía, existe una nómina entera dedicada a la plataforma de redes. Reciben instrucciones del ministro de la manipulación y mentira o de cualquiera de los nuevos “jefes”. Tienen una lista de dirigentes a quienes deben atacar, destruir, vilipendiar. No importa de qué se trate, hay que atacarlo, utilizando el argumento de la corrupción, el insulto, saturar las redes de basura. Son expertos en la “guerra sucia”, allí se montan “ollas” y “falsos positivos”, como la antesala a una amenaza o acusación de Maduro o de Tarek William Saab, normalmente en Cadena de Radio y Televisión, en cualquier acto de Estado, o acto público, incluyendo funerales; luego, viene una acción judicial, un allanamiento o una detención-secuestro por parte de los cuerpos de seguridad.
La acción de estos grupos de twitter, “bots” y “salas situacionales”, logran manipular las redes, desinforman, confunden, crean tendencias de lo que sea. En estas operaciones se invierte mucho dinero del Estado venezolano, mucha gente ha hecho de ésto un gran negocio, con tarifas en dólares. Éste es un gobierno de Twitter.
En paralelo, los medios de comunicación impresos, audiovisuales y digitales, adquiridos por el madurismo a través de sus testaferros, imponen una línea editorial, donde solo reflejan lo que conviene a Maduro, silencian a sus oponentes, los censuran. Algunos más agresivos, por estar más vinculados al grupo de poder y sus negocios, brindan sus espacios para que los personeros del gobierno mientan descaradamente, insulten o amenacen a sus oponentes en sus programas de mayor “rating”, por supuesto, sin ofrecer el constitucional derecho a réplica.
Como consecuencia de la Inquisición 2.0, viene la acción directa en el terreno. Cuando Jorge Rodríguez lee una lista de los supuestos miembros de un nuevo “plan conspirativo”, sea el “ataque del dron”, la “confesión” de Palomo o el prolífico teléfono de Roberto Marrero, tan parecido a la computadora de Reyes, entonces viene una acción de los cuerpos de seguridad, cunde el pánico entre los mencionados, vienen las carreras, vence el miedo.
Cuando los programas de animación y amenazas, con sus “anclas” del odio, señalan o descargan sobre la víctima el libreto de acusaciones cobardes y linchamientos morales, todo el mundo sabe que viene una agresión, a menos, eso si, que seas banquero o tengas negocios “arriba”
Cuando Tarek William Saab, declara sin poder contener sus carencias, en un intento vano de justificar el exceso ya cometido contra alguien, insultando o acusando-condenando a la víctima, ya se sabe que no hay nada que hacer, viene una agresión de la Fiscalía, no habrá derecho a la defensa, debido proceso ni garantías de ningún tipo.
Maduro se reserva para sus enemigos más acérrimos. Entonces, cuando lleno de odio, expresa sus propias miserias, su violencia, abusa de los poderes del Estado, arremetiendo contra alguien, se desatan los demonios: todos aplauden, sus incondicionales actúan de inmediato, hay que borrar a la víctima de la historia, hay que esparcir el odio contra todo lo que haya estado vinculado al “caído en desgracia”, se le expulsa del PSUV, se le degrada de las FANB, se borra de las fotos, se exigen traiciones, infamias, se evita hasta el habla al antiguo compañero de lucha, se desconoce o niega la relación, las posturas compartidas, triunfa el miedo, la infamia, se degrada la calidad humana. Es más conveniente aplaudir que pensar.
Pero para que estas operaciones tengan el efecto deseado, que no es más que dividir y desmovilizar al pueblo, imponer el silencio, la indiferencia, el individualismo, abandonar la empresa, la institución, el hogar, la Patria, debe crearse el ambiente de miedo, del terror paralizante. En esto, es en lo único que el madurismo ha sido efectivo: infundir el miedo a la sociedad.
Habitación 101, del ministerio del amor.
El gobierno ha instalado en el inconsciente del ciudadano el mundo orweliano de 1984, la temible “habitación 101, del ministerio del amor”, donde la víctima es llevada al extremo de traicionar los últimos vínculos humanos, en nuestro caso, las relaciones precedentes, filiales, de amistad o principios políticos, hasta subordinarse a “lo que Maduro diga”. Esto se ha logrado a través del uso extremo de la violencia. Podemos enumerar algunos de estos hechos emblemáticos, o que ya se han constituido en práctica habitual de la violencia política del Estado, que, además, constituyen violaciones graves a los Derechos Humanos:
-La muerte de cientos de venezolanos en episodios de violencia política en las calles, donde la actuación violenta de la policía, Guardia Nacional, grupos paramilitares y civiles armados, se mantiene en la más absoluta impunidad.
-La voladura con un cohete de Oscar Pérez cuando estaba rendido y pidiendo la presencia de la Fiscalía (que jamás apareció) para entregarse.
La muerte del concejal Fernando Albán (“suicidado” desde el edifico sede del SEBIN).
-La violencia, persecución y acoso en contra de los trabajadores de PDVSA. Los operativos policiales desproporcionados, realizados por efectivos con rostros cubiertos y armas largas durante las detenciones en los sitios de trabajo y para la captura en la madrugada de ministros caidos en desgracia y transmitida por VTV.
-La existencia de “la Tumba”, el Helicoide y otros centros de detención, donde se maltrata, se droga y veja al detenido, se le mantiene aislado, se le castiga permanentemente, se le niegan las visitas, o las presentaciones, se amenaza con castigos o represalias a los familiares.
-El secuestro de cuanto trabajador reclame sus derechos; el secuestro u hostigamiento a los familiares de los perseguidos políticos, la muerte de campesinos a manos de sicarios.
-La actuación del FAES, de los grupos parapoliciales o paramilitares, que reprimen el pueblo en los barrios, matan y hacen lo que les da la gana.
La utilización de pranes, el control que ejercen sobre los centros de detención y la participación que tienen los mismos en la represión contra el pueblo y el amedrentamiento de trabajadores.
La impunidad, la ausencia de garantías, la sensación de que no hay ley, ni justicia, de que este es un gobierno de malandros, donde no hay Estado de Derecho, ni garantías de ningún tipo, ese ha sido el logro de Maduro.
Atrás quedó el Estado de plenas libertades y garantías del gobierno del presidente Chávez, de la Constitución Bolivariana, la democracia participativa y protagónica, por lo que todos luchamos. Nosotros no trabajamos ni nos sacrificamos por esto; este no era el sueño de la Revolución Bolivariana.
Hoy día, se ha establecido un sistema extraño a nuestra idiosincrasia, autoritario, represivo, intrusivo. Las oficinas de la administración pública, las empresas e instituciones del Estado son espacios del miedo; nadie se atreve a hablar, reclamar, opinar, tienen miedo de enviar correos, borran los mensajes de sus celulares, disimulan en los “chat” del trabajo y se desconfía de todo.
El Poder Popular está desmantelado; igual pasa con las Misiones, otrora espacios de la democracia participativa y protagónica. Cualquier actividad de la vida diaria, como obtener un documento, salir de viaje, trabajar, comer, moverse, desplazarse de un sitio a otro, se convierte en una calamidad, en una investigación, una intromisión en la privacidad del ciudadano.
Los ciudadanos están sometidos permanente a la sospecha, el chequeo, las preguntas, la indagación, la revisión de teléfonos, las preguntas capciosas, la presunción del delito. La manipulación que hace el madurismo con las necesidades y problemas que ellos mismos han creado, es una vergüenza, una humillación permanente, la degradación del pueblo: “si reclamas no hay caja Clap”, o “no hay bono”, o “te quito la casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela”, o “te suspendo el sueldo”, o “te boto del trabajo” o “vas preso”.
Del otro lado, los grupos más extremistas de la oposición actúan de manera similar, con intolerancia y violencia. Igual han cedido sus espacios a los “influencers” de las redes sociales, al tuit, no hay ideas, opiniones, discusiones, posiciones sensatas, se imponen las posiciones extremas por el chantaje, la presión social de las élites, el miedo.
Llaman abiertamente a una invasión, a la guerra, están dispuestos a pasarle un tractor a la otra mitad del país, sólo prometen arrasar al chavismo, a las instituciones y entregar lo que queda de las empresas del Estado. Por eso, están entrampados en el juego de Maduro.
En el caso de los sectores de la oposición, se ha creado un negocio muy lucrativo, que se paga en dólares y muy bien. Son algunos de los autoproclamados “periodistas de investigación”, “influencers del tuiter”, que realmente son operadores políticos, reciben fondos del exterior, incluso de los operadores económicos del madurismo, algunos tienen sus propios portales, trabajan para grandes corporaciones mediáticas con claras posiciones políticas; allí se montan ollas internacionales, se trabaja para grupos de interés muy poderosos, a veces para el gobierno, a sueldo de organizaciones extranjeras.
Muchas veces, más de lo que sus seguidores se imaginan, reciben dinero del madurismo, trabajan para ambos lados, para el que le pague mejor. Igual hacen ciertos diputados de oposición que se “desgarran” las vestiduras, de un discurso procaz, amenazan y “amagan”, pero están acordados con el madurismo, reciben dinero y favores. En la Asamblea Nacional, hay ciertos diputados que participan en el linchamiento o ataque a los enemigos del madurismo, desmovilizan a la oposición.
No hay ética, no hay ideología, no hay principios. Es así de sencillo, y de triste, sobre todo, porque a partir de sus ollas, se montan campañas de acoso, persecución, que terminan en tragedias personales para la víctima, prisión o, incluso, la muerte, como el triste caso del ex presidente Alan García.
Es una nueva inquisición, donde personajes nefastos, desde presidentes, pasando por fiscales, hasta los “palangristas” 2.0, con poder político, o dinero, o como parte de una operación multinacional, asalariados de la infamia, son capaces de destruir la vida de cualquiera, condicionar situaciones políticas, provocar golpes de Estado, prisión, invasiones, suicidios, dolor.
Son nuevos tribunales de la intolerancia y el odio, sin reglas ni principios de ningún tipo. Los que, desde el campo Bolivariano juegan este juego, o guardan silencio frente a la hoguera, tarde se dan cuenta de que ellos también serán víctimas, primero fueron por los obreros, ahora van por los campesinos, después será muy tarde.
Lo he dicho reiteradamente, es indispensable rescatar el ejercicio de la política con “P” mayúscula, el debate de las ideas, la tolerancia, el pensar en grande, donde prevalezcan los principios, la ética. Si nó volvemos a la política, seguiremos siendo víctimas, como país, de la negación de la razón, del triunfo del odio, de este nuevo tipo de Inquisición 2.0, perversa, eficaz, inhumana, cruel.