Contrariamente a lo que caracteriza o debe caracterizar a un proceso de transformaciones políticas y sociales, a una revolución: debate de ideas, democracia popular, plena, revolucionaria, protagónica y participativa, florecimiento de ideas, discusiones, debates, crítica y autocrítica, este período nefasto del madurismo se ha caracterizado por imponer el miedo y la infamia como mecanismos de control político y social.
En vez de ser un período luminoso de libertades políticas y participación de los ciudadanos, nuestra sociedad se ha trastocado en una sociedad del miedo, el silencio, la cobardía, la infamia y el oscurantismo. Es una sensación extraña. Un ambiente donde predomina la cautela, y se niega todo, el «dejar hacer, dejar pasar», apartarse, no ver a los lados, no decir, no alzar la voz, no comprometerse, no dar la mano, no practicar la solidaridad.
Se ha desdibujado, ha desaparecido, el precepto constitucional de la democracia participativa y protagónica, como una mueca de otros tiempos, que, aunque parezcan lejanos, son de apenas hace unos cinco años, . Se ha impuesto un sistema de gobierno autoritario y represivo, tan contrario a la esencia del modelo chavista de gobierno. ¿Por qué sucede ésto? ¿Cómo actúan los mecanismos de coerción para imponer el miedo en toda la sociedad? Veamos.
El madurismo en el gobierno necesita imponer el miedo, como condición indispensable para ejercer el control sobre la sociedad. Lo hace porque carece de credibilidad, autoridad y legitimidad ante el país.
La credibilidad se basa en la verdad: no se puede construir confianza con base en la mentira, el engaño, la trampa. La autoridad no se hereda, se conquista en virtud del trabajo, el ejemplo, la asertividad en las decisiones, la eficacia en la acción. La legitimidad no se circunscribe a un resultado electoral, sino al cumplimiento del fin para el cual se otorgó un mandato. Si éste no se cumple, se omite y se actúa al margen de la Ley y la Constitución, en detrimento del interés común, la misma se pierde.
Un gobierno improvisado, desacertado y tan malo como éste; un presidente sin liderazgo, ni carisma, tan errático, tan mal presidente, necesita del miedo para mantenerse en el poder. Instalar un complejo sistema para que el miedo permee a todas las instancias y niveles de la sociedad. Se quiere el control total, el silencio, para imponer otro modelo, contrario al chavista, anti popular, violento por naturaleza.
El gobierno actúa a sus anchas, sin ningún tipo de control, sin mecanismos de rendición de cuentas, sin contrapeso. Por ello se trazó como estrategia de poder, desde el inicio, controlar mediante la ubicación de personajes sumisos de su entorno al frente de los Poderes Públicos: el Poder Judicial, la Fiscalía, la Contraloría.
El madurismo necesita neutralizar al chavismo, desnaturalizarlo, borrarlo poco a poco. Por ello ha desplazado de las instituciones, ministerios y empresas del Estado, a cualquier chavista o patriota que no estuviese dispuesto a subordinarse a sus decisiones.
Dentro del PSUV, aplastan cualquier disidencia, cualquier voz crítica, desde la Dirección Nacional, hasta cualquier posición a nivel local, pasando por gobernadores, alcaldías, Misiones, Poder Popular. Han «extirpado» al chavismo como si se tratara de un mal. Es el peor enemigo que tienen.
Por ello hacen lo que quieren, y ese es el mensaje que transmiten para imponer el miedo y la desesperanza. No les importa nada: ni la Constitución, ni las Leyes, ni Chávez, ni su obra ni su memoria.
Transmiten la idea de que nadie puede hacer nada contra sus decisiones o actuaciones: no se puede acudir al Poder Judicial, ni a la Fiscalía, ni a la Prensa. Pueden cambiar cualquier Ley, vulnerar toda garantía Constitucional, porque para eso crearon la ANC, para cambiar la Constitución, aprobar «lo que Maduro diga», entregar la Patria.
Han logrado imponer la sensación de que nadie está seguro o a salvo de la violencia del madurismo; que no existen garantías constitucionales, ni salvaguardas de ningún tipo, ni amparos, ni recursos legales que valgan. Han pulverizado tanto el Estado de Derecho como la protección del ciudadano frente al Poder del Estado.
Aunque el madurismo ha golpeado con violencia y crueldad a la oposición, violando todos sus derechos y garantías, persiguiendo y encarcelando, sin embargo no es ella su principal amenaza. El chavismo siempre ha derrotado a la oposición, tiene suficientes argumentos, en un discurso que el pueblo reconoce como propio., Son campos antagónicos claramente delineados.
Además, la oposición tiene un liderazgo entregado al poder, dividido y carente de un discurso capaz de permear a los sectores populares. No tiene proyecto propio. Con gusto han pactado con Maduro, quien . es ha ofrecido negocios y oportunidades económicas, a cambio de silencio y colaboración. La oposición no es el objetivo de la operación de miedo del gobierno.
La principal amenaza al madurismo es el chavismo. Es en contra del chavismo que se ha desplegado a operación madurista para imponer el miedo. Ellos saben, que si el Chavismo despierta en rebeldía, es el único bloque social con capacidad para derrocar a este gobierno infame. El chavismo es el verdadero peligro del madurismo, por eso lo golpea tanto, lo neutraliza, lo paraliza a través del miedo y la represión. Se trata de reprimir y neutralizar al movimiento popular.
Pero es una operación más complicada, necesita otro discurso y buscar las maneras de arremeter contra Chávez, sin cometer el error de ir directo contra la imagen del Comandante. Se trata de una purga interna, irse deslastrando del Chavismo, del legado del Comandante, pero proclamándose chavistas y socialistas.
Para ello necesita golpear con fuerza hacia lo interno cualquier resistencia, foco o reducto del chavismo, mientras silencia o compromete a la dirigencia en un pacto tácito de convivencia con base en la amenaza o el miedo oprebendas o espacios de poder. Busca generar en ella el fenómeno de Mephisto para que deje solo al pueblo, a la base política y social chavista, mientras avanza en el desmontaje de la Revolución Bolivariana con sus garantías sociales y diluye la posibilidad del socialismo.
Esta dirigencia que hoy está entregada al madurismo, compuesta por líderes históricos, civiles y militares, que se encuentra en el PSUV y otras instancias de dirección política, las que se suponía daría la vida por defender la revolución y el legado del Comandante Chávez; pero, faltando a su responsabilidad histórica, hacen lo contrario.
Son éstos los que «legitiman» con su nombre y su imagen este desastre, los que callan y aplauden, los que buscan y alimentan una y mil excusas para tratar de justificar la entrega de las banderas del chavismo. Lo más triste, son los que se encargan de mantener al pueblo desmovilizado, callado, mientras se profundiza la crisis, el retroceso y la entrega de todos los avances políticos, económicos y sociales obtenidos con Chávez en revolución.
La maquinaria del miedo ha logrado que los ciudadanos, los funcionarios, los militares, los militantes políticos, los dirigentes de cualquier nivel o sector, se sientan vigilados, grabados, intervenidas sus conversaciones , delatados o señalados de cualquier cosa. Se ha impuesto el miedo a hablar: nadie opina, nadie critica, se perdió la irreverencia del chavismo junto a la capacidad de dirigir y acompañar al pueblo.
Todos tienen miedo, así de sencillo. El gobierno ha logrado imponer la certeza de que cualquiera que se oponga o piense distinto o tan solo disienta, puede ser detenido en cualquier momento, puede ser secuestrado, encarcelado, postergada indefinidamente su presentación ante el juez, sin ningún tipo de respeto por las leyes, ni por el Estado de Derecho.
Cualquiera puede ser sujeto de un allanamiento sin orden judicial; se violenta el domicilio, secuestran familiares, ocupan viviendas, confiscan,roban bienes y pertenencias.
Las detenciones arbitrarias son hechas con gran despliegue policial, agentes sin rostro, enmascarados, van en grandes grupos, a detener a las víctimas en sus sitios de trabajo, irrumpiendo en reuniones, o de madrugada a sus casas. Las víctimas salen esposadas, expuestos al escarnio público, sin presumir la inocencia del detenido, sin la presencia de alguien que vele por sus derechos. Son presentados ante el pueblo como unos delincuentes, destrozada su imagen.
Los procedimientos policiales, hechos de madrugada a dirigentes o funcionarios de importancia,son filmados, para luego exponer a las víctimas en la televisión en «VTV», donde de inmediato alguien relata que se trata de delincuentes, comenzando así la fase de destrucción y linchamiento moral, donde la vocería del «pranato» se encarga de insultar, acusar y condenar, alimentando el discurso del odio que luego se repetirá atomáticamente a todos los niveles sin la mas mínima reflexión de por medio.
Lo grave es que estos procedimientos, «vendettas» o «razzias» , siempre son antecedidas por acusaciones, condena e instrucciones del propio Maduro, o cualquiera de los funcionarios del madurismo. Luego de consumada la detención o el secuestro, sale el Fiscal infame a decir apresuradamente cualquier estupidez o acusación infundada que brinde la sensación de que está actuando.
Cualquiera puede ser objeto de una acusación-condena pública, cualquier rumor o «tuit» implica la pérdida del trabajo, desconocimiento de sus beneficios o derechos laborales; ser apartado, segregado, puesto de lado, hasta que sale de la empresa o institución por miedo a que caiga en peor situación o sea puesto preso.
Todas estas actuaciones de violencia del Estado constituyen un abuso de poder e impunidad para violar la Constitución y las leyes. Para actuar de esta manera, el gobierno usa cuerpos policiales, organismos de inteligencia, la Fiscalía, el Poder Judicial, la Contraloría, el aparato de propaganda del Estado y sus redes sociales.
No hay ningún poder que pueda controlar al Ejecutivo, al gobierno, nadie que defienda al ciudadano. El mensaje que se quiere transmitir, como si fuese una fatalidad, es que en este país se hace «lo que Maduro diga».
Las cárceles del país están llenas de presos de todo tipo. Los presos comunes no tienen ningún tipo de derecho, ni de condiciones mínimas, total, es el pueblo, que nadie le importa. La ministra responsable, ha instaurado y convive estrechamente con los «pranes» que controlan estos espacios y los convierten en infiernos. Cuando en una cárcel de se quemaron vivos más de 70 reclusos y sus familiares, todos se lavaron las manos, no pasó nada. Total impunidad para los maduristas.
Los presos por razones políticas son varios cientos. Nadie sabe a ciencia cierta, pero se estiman cerca de 280 oficiales y tropas de las Fuerzas Armadas detenidos, cerca de 150 gerentes y trabajadores de PDVSA presos, varias decenas de dirigentes obreros y populares presos, así como cerca de 200 del sector de oposición. No hay cifras oficiales, ni posibilidades de decir nada a favor de ellos. Esa es parte de la estrategia, el silencio, la desinformación, la amenaza. Si se habla o aboga por un preso, éste es sometido a vejámenes y castigos. Fue la misma táctica de los militares contra los Tupamaros en Uruguay.
Los presos por razones políticas, así estén acusados de traidores, corruptos o conspiradores, o de nada, están sometidos a un trato vejatorio de la dignidad humana, como castigos, aislamientos, extorsión. Los carceleros cobran por cualquier cosa, cualquier derecho básico de un preso. No se les deja hacer nada, ni leer, ni recibir sol, ni visitas.
El preso está secuestrado, en espacios fríos: algunos permanentemente iluminados, y otros oscuros completamente. Se les droga, maltrata, aísla, o no se les procesa, no se les acusa. Se violan la Constitución y las leyes nacionales e internacionales.
Hay presos de Nicolas, de «fulana», de «sutano». Cada quien ejerce su odio, vierte sus frustraciones y complejos sobre los presos-secuestrados. No los saca nadie, no los salva nadie. Saldrán cuando Maduro salga. A menos que seas un preso de la oposición, sujeto a alguna «gracia» del presidente, porque algo se esté negociando o porque hayan matado un preso, entonces, se produce una liberación para desviar la atención.
Un ejercicio cruel del miedo, del poder, es que buscan quebrar la integridad o el valor del preso, hasta que inculpe a un inocente, o se inculpe él mismo de delitos que jamás cometió sólo para que lo dejen en paz, o no lo trasladen a un centro penal de presos comunes, donde será objeto de toda la violencia o sadismo del «pranato», o dejen tranquilos a sus familiares.
Otra modalidad del aparato del miedo y del abuso de poder, son los linchamientos morales, la destrucción de la imagen y el nombre de cualquier dirigente que manifieste su desacuerdo o crítica con el estado actual de las cosas, el que denuncie la traición a Chávez, al pueblo, a los postulados de la revolución o de la Constitución, será sujeto, como en mi caso, a una campaña de acusaciones, descrédito, destrucción de la imagen, de la historia y trayectoria, hasta convertirlo virtualmente en el culpable de todo y en el enemigo del PSUV, del gobierno, de todos.
Con base en estas acusaciones, sin fundamento, sin presentar ninguna prueba, sin el debido proceso, se persigue y se trata de eliminar al disidente o crítico, del mapa político, de cualquier espacio político, se le persigue, amenaza, violan su derecho al honor, a la reputación. Poco les importa si estuvo doce años al lado del Comandante Chávez, o lo que haya hecho a favor del pueblo, del Estado.
Se borran las fotos, los discursos, se miente, se cambia la historia, como hizo Maduro miserablemente durante el funeral de nuestro querido Alí Rodríguez, donde, irrespetando el dolor y la presencia de cuerpo del viejo amigo y guerrillero, utilizó ese momento para volcar su odio y porquería de alma en mi contra, falseando la historia. Para Maduro, los doce años de Chávez en la conducción de la política petrolera, es una ficción.
Para el pueblo, el militante, el poder popular, el pueblo pobre, el miedo se impone, como siempre, a plomo limpio. Las «razzias» que hace el FAES u otros cuerpos policiales o parapoliciales, con los rostros enmascarados, tiroteos, abuso del poder de fuego, los ajusticiamientos, detenciones arbitrarias. La represión simple y pura, de los componentes militares, de las policías.
El chantaje con el hambre, la utilización de la desesperación y la pobreza, para entregar algún tipo de ayuda a cambio de apoyo político. La «caja Clap», el «carnet de la patria», los bonos a cambio de apoyo político. Retirar la ayuda, quitar la casa, los servicios, la indolencia de las autoridades a todos los niveles, la violencia para lograr el control de su parcela, son típicas de un gobierno antipopular, represivo, como lo decía el campesino del .
El gobierno, el madurismo, no tiene argumentos para convencer, no tiene razones, no tiene calidad humana. Se han conformado verdaderos grupos «proto fascistas» que repiten un discurso fanatizado para ocultar la verdad: la guerra económica, la corrupción, la amenaza de invasión, las acusaciones de traición. Ante cualquier planteamiento, cualquier crítica, acusan, señalan, reprimen, persiguen.
Todos los argumentos del madurismo son frágiles, flojos, están hechos para hacer ruido, callar al otro.
La tesis de la guerra económica se cae por su propia incapacidad y falta de voluntad del gobierno para atender al pueblo. Como se explica entonces que, Cuba, una nación bloqueada, sin actividad económica fuerte, asediada, sea capaz de garantizar alimentos, medicinas, atención a su pueblo.
La tesis de la invasión, se cae por su propia incoherencia, si es inminente una agresión, entonces, por qué se buscan y establecen puentes, secretos y abiertos con las autoridades norteamericanas, sus empresas transnacionales. La tesis de la corrupción, se cae por su propia condición, se acusa de corrupto a cualquier disidente o enemigo político, sin presentar aunque sea una prueba, pero además, se utiliza la justicia selectiva, cuando el Fiscal pide la extradición de unos y no menciona a sus socios, porque son financistas del madurismo, porque prestan sus canales, porque pagan.
Hablan de corrupción en empresas del Estado y no hacen nada, no investigan, ocultan los más sonados casos de corrupción donde están involucrados los suyos, su entorno, dicen que los familiares de algún funcionario lo involucran por su solo nexo familiar, pero no dicen nada o callan cuando los suyos aparecen involucrados en delitos tan graves como narcotráfico u otros.
Hablan de traición, le endilgan esa fuerte acusación a cualquiera que disienta, pero al mismo tiempo, entregan PDVSA, el Arco Minero, el Esequibo, pactan con la derecha, desmontan las misiones sociales, en fin, traicionan a la patria y el legado de Chávez.
Éstos son algunos elementos que explican el miedo y cómo funciona, cómo lo utiliza el gobierno para controlar al país, al pueblo. Habría que hacer una larga lista de presos políticos y violaciones de los derechos humanos. Una larga lista de nombres de hombres y mujeres secuestrados porque a «Maduro le dio la gana», habría que hacer una larga lista de injusticias y crímenes, de abuso de poder de parte del Estado.
Esta actuación, no sólo prefigura, caracteriza a un gobierno sin autoridad, ni legitimidad, sino que refleja el comportamiento de un gobierno que necesita de la violencia y el miedo para acabar con el modelo y el programa Chavista, para imponer otro, antipopular, capitalista, rapaz, atrasado.
Pero así como es tiempo del miedo y la infamia, también es tiempo de valientes y de la dignidad. Somos el pueblo de Bolívar, de Sucre, de Fabricio, de Chávez. Éste es un pueblo rebelde, que no entregará su futuro, la patria, a esta cúpula infame, sus astucias desde el poder, sus crueldades.
Esos ejemplos, destellos de valor y dignidad, de Chavismo chavista, resteado con Chávez. De patriotas y compañeros que no están dispuestos a traicionar al pueblo, a que les arrebaten sus derechos políticos, económicos, laborales, sociales. Los que no cambian los ideales por un puesto, lo que levantan las banderas de la dignidad, del Comandante Chávez, del pensamiento Bolivariano, están allí, atentos, esperando el momento, la madrugada, la alborada, el Alba de un nuevo día, como aquel 4 de febrero del Comandante Chávez. Allí estaremos, con el Pueblo. Con Chávez Siempre ¡Venceremos!