El anuncio de «Exxon Mobil» sobre el descubrimiento de grandes cantidades de petróleo «costa afuera» en el Atlántico y el inicio de su producción para el año 2020 en el Bloque «Stabroek», no tendría ningún inconveniente para el país, si no fuera por el pequeño detalle que, estos hallazgos se han hecho justamente frente al territorio Esequibo, es decir, en nuestra zona de disputa territorial con Guyana, en territorio que reclamamos como parte de nuestro país.
Así, la transnacional norteamericana anuncia desde Irving-Texas, que «tras los trabajos acelerados a partir de 2015 y luego de recibir las respectivas autorizaciones por parte de Guyana en 2017, se iniciará la producción en el año 2020, que podría llegar hasta 500 mil barriles días de petróleo», petróleo que podría ser venezolano.
¿Cómo ha pasado ésto? ¿Cómo un hecho tan grave pasa inadvertido en la opinión pública, para el estamento político, para las fuerzas patriotas? ¿Por qué los organismos e instituciones con competencia en la materia guardan silencio, y ni siquiera se toma acción en el ámbito diplomático o cualquier otro, en resguardo de nuestra soberanía?
Para desmarcarnos de inmediato de las posiciones nacionalistas de extrema derecha que se han apropiado del tema cuando éste se discute en el país, y para salvar la amistad que nos une al pueblo de Guyana, habría que decir, que se trata de una operación de extracción por parte de un tercero, de recursos naturales que se encuentran en un área en disputa entre dos países soberanos y amigos, pero, donde la transnacional mas emblemática del sector petrolero, ha logrado posicionarse políticamente en Guyana y se llevará, por cierto, con un pago irrisorio, importantes cantidades de petróleo del territorio.
Para todos está claro que la razón y el Derecho nos asiste, nuestra reclamación está bien fundamentada, hemos sido víctimas de un despojo territorial heredado de la actuación del Reino Unido como potencia colonialista; hemos optado, correctamente, por un proceso de negociación política entre las partes en el marco del Acuerdo de Ginebra, bajo la figura de los buenos oficios del Secretario General de las Naciones Unidas. Ésta ha sido una posición consistente de todos los gobiernos venezolanos.
Por otra parte, ya con una visión Bolivariana, la política de acercamiento con Guyana, su incorporación a Petrocaribe y el relacionamiento del Presidente Chávez con las fuerzas progresistas de ese país, encabezadas por el Presidente Jagdeo, allanaba el camino para una solución amistosa entre las partes, que incluso permitiera la explotación conjunta de los recursos naturales para beneficio de ambos pueblos.
Se desecha de esta manera, la visión de la derecha y las élites de la oligarquía venezolana tan propensas a la violencia cuando se trata de relacionarse con países pequeños, como los de nuestra fachada caribeña. Durante el período Bolivariano quedó desechada cualquier hipótesis de confrontación o agresión hacia Guyana, lo cual es la posición correcta.
Esta orientación, junto a una visión geopolítica integral de acercamiento al Caribe a través de nuestras iniciativas políticas, económicas y diplomáticas, fortalecieron nuestra posición estratégica en un área de influencia vital para nuestro país. Ésta, sigue siendo de mucha importancia, y ha contribuido enormemente a contrarrestar la injerencia y agresiones externas, sobre todo, en el ámbito de la OEA y en el de las Naciones Unidas. Tal era la orientación de nuestra política exterior, conducida por el Presidente Chávez.
Sin embargo, el problema estaba allí, y las transnacionales también. Ya en el año 2001 desde el Ministerio de Energía y Minas, junto a nuestro siempre recordado amigo Bernardo Álvarez, Viceministro de Hidrocarburos de entonces, impulsamos una reclamación ante la «Exxon Mobil», pues la misma ya aspiraba a explorar en unas áreas que Guyana había otorgado en 1999, en aguas del Esequibo.
Tuvimos éxito y logramos ganar un poco de tiempo. Desde el Ministerio de Petróleo, ya siendo Ministro de Petróleo, y a pesar de los fuertes problemas a los que tuvimos que hacer frente, prestamos mucha atención al tema fronterizo, sobre todo, en nuestro mar territorial, a sabiendas que el desarrollo de nuestros recursos naturales, del petróleo y del gas, era una reafirmación de nuestra soberanía sobre el territorio.
En el gobierno del Presidente Chávez, nuestro trabajo era intenso, y los problemas muy complejos, sin embargo, nunca desatendimos nuestras tareas estratégicas, por lo que, a la par de la derrota del sabotaje petrolero, la recuperación de PDVSA y la creación de la Nueva PDVSA, la batalla por la estabilidad y consolidación del gobierno bolivariano, su economía, el despliegue de la política de la Plena Soberanía Petrolera y tantas y disímiles tareas que cumplimos para el Estado, nunca abandonamos, ni postergamos, nuestro despliegue en el territorio nacional en identificar, preservar y explotar de manera racional nuestras riquezas, nuestro recurso natural.
Por eso menciono que ganamos tiempo con el tema de Guyana, un tiempo que aprovechamos, no sólo para fortalecer a nuestro sector, sino para desplegarnos por primera vez en cien años de producción petrolera, en nuestro mar territorial.
Lo primero que hicimos fue extendernos en nuestra fachada Atlántica. Avanzamos en el proceso de selección de socios para el desarrollo de los bloques de gas en la Plataforma Deltana. La idea era posicionarnos en el territorio, tener actividad, presencia y despliegue del Estado. Luego iniciamos, con base en los resultados de este proceso de selección de empresas, desde el Ministerio, el primer «proceso de unificación de yacimientos» con Trinidad y Tobago, en una clara reafirmación de nuestra soberanía.
Fue el primer y único Acuerdo de este tipo en el hemisferio occidental, un proceso conducido por nuestros equipos legales y técnicos desde el Viceministerio de Hidrocarburos. Nos tomó cerca de diez años, pero finalmente logramos determinar que el 70% del yacimiento de gas «Lorean-Manati» compartido con Trinidad, era propiedad de Venezuela; y, con base en esta determinación, acordamos la forma de explotación de acuerdo con los intereses de cada país. Este trabajo nos permitió reafirmar nuestra soberanía a lo largo de la frontera con Trinidad y Tobago; y, por ende, desechar cualquier pretensión de bloquear nuestra salida al Atlántico.
Cuando la «Conoco-Phillips» abandonó el proyecto «Corocoro», allá en el Golfo de Paria, se fueron y se llevaron toda la información relativa al proyecto. La Plataforma, cuya construcción en Venezuela la impusimos a través de la política impulsada desde el Ministerio de Petróleo de «contenido nacional», la dejaron a medio hacer en los talleres de Vicoha, en Puerto Ordaz. Era la reacción de la transnacional norteamericana al ejercicio de nuestra soberanía durante el despliegue de la Plena Soberanía Petrolera; no quisieron adaptarse a nuestras leyes y decisiones.
Comprendimos el reto político y la ubicación estratégica del proyecto, por lo que con la inestimable contribución de la empresa Vicoha y su personal de ingeniería, decidimos seguir adelante con la plataforma, y luego la bautizamos como la Plataforma 4 de febrero, iniciando sus operaciones y reafirmando nuestra fuerza y determinación a alcanzar nuestros objetivos estratégicos. Vaya mi saludo a todos los trabajadores de PDVSA que operan costa afuera.
Luego avanzamos en las actividades de perforación al norte de Carúpano, en el desarrollo del proyecto Antonio José de Sucre, el antiguo «Cristóbal Colón», que estaba plagado de acuerdos lesivos al interés nacional. Del lado de Trinidad, a escaso un kilómetro de nuestra frontera marítima, se observan a simple vista las plataformas de extracción de gas de la «British Gas», transnacional inglesa que maneja casi toda la producción de gas del hermano país caribeño; teníamos que asegurarnos que no estuviesen «drenando» nuestro gas. Para despejar dudas y reafirmar nuestra soberanía, comenzamos a perforar en el extremo norte de nuestra frontera con Trinidad. Nos desplegamos con mucha dificultad, no sólo porque sería la primera vez en cien años que nuestra industria petrolera operaba «costa afuera», sino también por las dificultades derivadas del abandono en que se encontraba nuestro querido Estado Sucre, cuna de nuestro Mariscal de Ayacucho.
Muchas veces no se conoce del esfuerzo humano, logístico y de inversiones que tuvimos que hacer en PDVSA, para contribuir a fortalecer y expandir la presencia del Estado venezolano en los rincones más alejados de nuestra patria. Sólo nos encontrábamos por allá junto a nuestro noble pueblo y nuestra Fuerza Armada Bolivariana, con sus componentes de la Armada, ocupando y protegiendo aquellos espacios de la patria, abandonados por cien años por parte del modelo rentista petrolero.
En la fachada caribeña, donde comenzamos tareas de exploración «costa afuera», tuvimos que hacer frente a una demanda en los Estados Unidos, donde una empresa petrolera europea pretendía iniciar operaciones de perforación en zonas no delimitadas aún entre Venezuela y Grenada. Les ganamos. La idea era no dejar fisura ni duda alguna ante las transnacionales, de nuestra determinación a resguardar nuestros recursos naturales.
El otro proyecto emblemático para completar lo que luego llamaríamos el «Cinturón Gasífero del Caribe» fue el Proyecto Rafael Urdaneta en el Golfo de Venezuela. Dada la disputa territorial con Colombia y el argumento de que ese espacio no era vital para nuestro país, como argumenta lo más rancio de la oligarquía colombiana, decidimos avanzar con un proyecto muy importante, de asignación de bloques de exploración y producción en toda el área territorial vital para nuestro país.
El proyecto fue un éxito y permitió, no sólo reafirmar nuestra soberanía sobre el territorio, sino el descubrimiento del yacimiento «Perla 3X», con 15 Trillones de piés cúbicos de gas, lo cual no sólo nos permitiría garantizar el suministro de gas para el polo industrial y petroquímico del Centro de Refinación de Paraguaná y en el Tablazo, proveer gas para el sector eléctrico y de producción de petróleo en el Zulia, sino además exportar gas hacia Colombia, a través del gasoducto Antonio Ricaurte que atraviesa la Guajira hasta dicho país.
Esta visión coherente del país y de nuestra actividad de exploración y producción de hidrocarburos, como un elemento de reafirmación de nuestra soberanía, se ha perdido, se ha diluido, abandonado, en medio de la improvisación, descuido y por una posición deliberada de buscar algún tipo de «entendimiento» con los sectores transnacionales, así sea a costa de nuestra soberanía.
Por eso, en este período de gobierno madurista, el manejo del litigio con Guyana ha sido no sólo errático, sino inconsistente, e impregnado de una visión y una actitud, por decir lo menos, negligente. Por ello la «Exxon Mobil» ha avanzado tanto en nuestras propias narices.
En mi paso como Canciller, donde apenas pude estar por un período de seis meses, pude constatar una institución con severos problemas de organización, funcionamiento, controlada por un grupo muy cerrado, de espaldas a voces muy calificadas de nuestro Servicio Exterior, en una condición de falta de recursos que dificulta la atención a problemas estratégicos de nuestro país, que me sorprendió en gran medida. Luego de más de doce años de gestión Bolivariana, todavía la institución estaba fuertemente fracturada por consideraciones de orden sectario y grupales, que impedía la atención apropiada a problemas complejos, entre éstos, el relativo a Guyana.
Debo reconocer y saludar el profesionalismo de muchos diplomáticos en la institución, como luego lo pude constatar en la ONU, sin embargo, las sucesivas Direcciones de la institución, no han acompañado ese compromiso con el país.
En el caso de Guyana, se dejaron de lado importantes consideraciones y aportes jurídicos, de especialistas en el caso, por consideraciones sectarias; por otra parte, existía un aislamiento deliberado de los responsables del tema de fronteras provenientes de nuestros componentes militares, en particular, del área de la Armada. En fin, el tema de Guyana estuvo inmerso durante todo este tiempo en la inercia de la desatención, el descuido.
Cuando en mayo del 2015 asume el gobierno de Guyana el actual presidente Granger, un ex militar apoyado por los intereses transnacionales del país, se produjo un cambio radical en la postura de Guyana, que apuntaba claramente a renunciar a los buenos oficios del Secretario General de la ONU, y dar luz verde a la «Exxon Mobil» para avanzar en la producción de petróleo en aguas del territorio Esequibo.
La Cancillería y la dirección del madurismo, no se anticipó, ni asumió con seriedad la nueva situación. Fui testigo desde la ONU de cómo, este tema, cuyo epicentro diplomático estaba precisamente en la gestión ante el organismo multilateral, no sólo se quedó en Carmelitas, sino que nos negaron cualquier participación en la Misión de Venezuela en la ONU, que no fuera meramente procedimental. El tema fue secuestrado por el equipo de confianza (que eran muy pocos, por cierto) de la institución en Caracas.
Se perdió un tiempo precioso en la escogencia de un Buen Oficiante del Secretario General de la ONU. Todos los candidatos eran rechazados en razón de sospechas, conspiraciones, agentes de inteligencia, etc. Se perdió más de un año, hasta que culminó el período de Ban Ki-moon.
Mientras, la agresividad del presidente de Guyana y su Canciller utilizaban cualquier espacio para golpear a nuestro país y asentar su posición, la «Exxon Mobil» aceleró sus trabajos e inversiones en ese período.
Desde la ONU logramos, por nuestra cuenta, neutralizar cualquier iniciativa diplomática o política de Guyana, por lo que, no pudieron avanzar ni posicionar el tema para debate de otras instancias u organismos del Ente Multilateral.
Me sorprendió e indignó enterarme, por intermedio de las propias empresas petroleras, que ministros del gobierno intentaron una propuesta de arreglo con la «Exxon Mobil», fueron en secreto a la transnacional a proponer una explotación conjunta del petróleo del área Esequibo. La transnacional rechazó la propuesta, pidiendo no hablar más del caso.
Era el mismo momento cuando salió la decisión del Tribunal Arbitral del CIADI, favorable a nuestro país, cuyo desarrollo manejó exitosamente nuestro equipo político jurídico, lo cual completaba una derrota de la «Exxon Mobil» en todas las instancias internacionales, donde intentaron demandas exorbitantes contra PDVSA y contra la República, por nuestros actos de Plena Soberanía Petrolera. Recuerdo que el comunicado del gobierno, más que tibio era timorato sobre el tema, luego recibí una llamada de un ministro desde Venezuela para pedirme que no declarara nada al respecto, que pasamos «agachados» en este éxito, pues el gobierno estaba negociando con la «Exxon».
Yo tengo fresco en mi conciencia y en mis sentimientos, los momentos extraordinarios de reafirmación soberana, de aquel 1 de mayo de 2007, cuando nacionalizamos la Faja Petrolífera del Orinoco; los recuerdos, el esfuerzo, los rostros de aquellos miles de trabajadores de la Nueva PDVSA que acudieron al llamado del Comandante Chávez; recordé y revisé su discurso, las fotos junto a los trabajadores, los soldados y el pueblo; recuerdo el paso rasante de los «Sukoys» por sobre la concentración, y no puedo más que reconocer, otro gobierno, otra conciencia, otra pasión patria, otra garra, muy distinta a la imagen de dos ministros entrando por la puerta trasera de la «Exxon Mobil».
Finalmente, logramos que el nuevo Secretario General Guterres asumiera el compromiso de continuar con los Buenos Oficios, pero el mismo se fijó un plazo de un año para observar avances sustanciales. Era lo esperado por Guyana. En ese tiempo, se produjeron pocas reuniones con el Buen Oficiante, hasta que el Secretario General, tal como había advertido, culminó con su esfuerzo de mediación.
Mientras, nuestro país está en una especie de parálisis y un limbo legal en el tema. Guyana ha recurrido a la Corte Internacional de Justicia, las transnacionales del oro siguen operando y produciendo en el área en reclamación y la «Exxon Mobil» anunció, con «bombos y platillos», el inicio de producción de petróleo en el área «costa afuera» en reclamación.
Lo de Guyana no es un hecho aislado, es sólo una muestra de sucesos muy graves que están ocurriendo, que determinarán en gran medida, nuestro futuro inmediato, y nuestras posibilidades de recomponer las fuerzas de la patria y de reconstruir el país.
El gobierno, reelecto de la forma en que lo hizo; el país sumido en una profunda crisis económica, política, social, espiritual; una dirigencia cada vez mas sectaria y autoritaria; un gobierno que sigue haciendo «diagnósticos» como si acabara de llegar, un equipo ministerial reciclado, donde casi no quedan Chavistas, donde se argumenta ahora que se trata de un problema «generacional», un modelo autoritario, las instituciones no son capaces de defender los derechos fundamentales de sus ciudadanos; un país donde existen presos y perseguidos «por instrucciones de arriba», que tienen sus derechos conculcados, sepultados en una «tumba», con presos que salen por la «gracia» del madurismo, luego de estar secuestrados, sin el debido proceso.
Un país muy débil, disfuncional, de donde sus jóvenes salen por cientos de miles, donde todo se devalúa, se desvanece, se entrega, con el solo objetivo de mantener en el poder a un grupo muy ambicioso y cruel, que ni siquiera puede definirse claramente qué cosa es, pero que cada vez parece más a un gobierno autoritario de derecha.
No sé si estos temas tendrán eco en la opinión pública, si se seguirá evadiendo, escondiendo la realidad, si se mantendrá el chantaje y el silencio. Es mi responsabilidad alertar sobre ello. Tocará al pueblo y a las fuerzas patriotas, a todos los sectores progresistas, a los que les duela nuestra patria, asumir la conducción de su propio destino, que la realidad nos siga golpeando en la cara y las conciencias hasta que actuemos para rescatar la Patria.
Ojalá pueda volver a mi Patria, hablarle al Pueblo, a todos los sectores del país, asumir junto a los sectores más comprometidos y capaces, el impostergable proceso de rescate y reconstrucción de la Patria, todavía estamos a tiempo antes de que estos acontecimientos, la realidad de lo que está pasando, desencadenan una conmoción político-social de consecuencias insospechadas, que nos sorprenda en su violencia. Con Chávez siempre, ¡Venceremos!