En una conversación que tuvimos con el Comandante Chávez en La Habana en diciembre de 2012, ya con un cuadro de salud comprometido, con parte de lo que se llamaba en aquel entonces el «equipo político», (debo precisar el equipo político del Comandante Chávez), hablamos de escenarios.
No era nada fácil. Por primera vez desde la aparición de su extraña y agresiva enfermedad, nos conminó a hablar de esto. En medio de la incertidumbre que reinaba, en lo humano y lo político, el Comandante nos planteó escenarios de actuación, había preocupación en sus palabras y un alto sentido de responsabilidad, así como su intención de mantenerse al frente de la lucha, a la que, finalmente, entregó su vida.
No voy a describir las opciones planteadas, ni lo que cada uno expresó. Pero lo que quiero traer a este espacio, es que en mis palabras le hice referencia a la «tormenta».
Traía en ese momento un recuerdo de otra conversación que tuvimos muchos años antes en La Casona. Aquel día salíamos de inaugurar en Catia el Núcleo de Desarrollo Endógeno Fabricio Ojeda, impulsando una de sus iniciativas que antecedía a la idea del «punto y círculo» y a los «injertos socialistas». Era la dialéctica de la «teoría y la práctica» en el ejercicio de un gobierno revolucionario, con un Estado que muchas veces era un obstáculo para avanzar en Revolución, por lo que, desde la Nueva PDVSA Roja Rojita siempre lo acompañamos procurando su éxito al plasmar en la realidad sus instrucciones e ideas, por encima o en contra de una opinión, muy extendida ahora, de que PDVSA no debería involucrarse en las tareas político-sociales. Lo hicimos y lo volveríamos a hacer, convencidos de que Chávez quería una Revolución verdadera, a favor del Pueblo más pobre.
Ese día, el Comandante estaba contento, fue una buena jornada, por lo que me invitó a acompañarlo hasta La Casona y allí conversamos por un largo rato. No había testigos, sólo la seguridad a distancia. Transcurrieron las horas en una mezcla siempre indisoluble de amistad y mucho respeto por ese extraordinario ser humano.
Me contó la historia de la tormenta que estremeció al avión presidencial («el camastrón») sobre el Atlántico. A los inicios del gobierno, luego de una jornada exitosa por los países del Golfo Pérsico en sus gestiones personales por recuperar el precio del Petróleo y la unidad de la OPEP, quería volver lo más pronto posible al país, en su permanente urgencia de trabajo. El avión presentó problemas de radar, por lo que la navegación fue auxiliada por un «Falcon-50» que lo acompañaba. En el trayecto, encuentran una fuerte tormenta imposible de esquivar, por lo que el avión pequeño, sube más alto, cosa que no pudo hacer «el camastrón», por no tener esas capacidades de vuelo. Así, tuvieron que atravesar la tormenta en toda su extensión, el avión se movía violentamente, estuvieron sometidos a fuerte turbulencia e incertidumbre. Afortunadamente para todos, comenzando por los pasajeros, tripulantes y el Comandante Chávez, salieron ilesos de esa circunstancia. En medio de esa tormenta y la gravedad de la situación, él mantuvo la calma y así lo trasmitía a todos los pasajeros, en permanente contacto y monitoreo con los oficiales de la tripulación que luchaban contra la tormenta.
Volviendo a nuestra conversación en La Habana, le recordé la tormenta para graficar, con el mismo sentido que él puso en su narración de aquella oportunidad, lo que enfrentaríamos en cualquier escenario, la gravedad de la situación como yo la veía en aquel momento, tanto desde el punto de vista económico como político: la necesidad del radar, de una buena tripulación y de que él, por supuesto, se mantuviera presente, transmitiendo la calma necesaria a nuestro pueblo y la tranquilidad y aplomo a la tripulación.
Desde finales de 2012, el equipo económico, ya habíamos trasmitido al Comandante Chávez nuestras preocupaciones sobre el tema económico y algunas medidas que pensábamos habría que tomar, siempre, con la premisa fundamental de mantener nuestras conquistas sociales y el rumbo al socialismo. Él, no sólo hizo suyas esas preocupaciones, sino que las reflexionó a profundidad y ya comenzaba a transmitirlas al Pueblo en sus palabras y discursos. No le dio tiempo, se agravó su enfermedad.
El Comandante conocía en detalle la situación petrolera internacional, el escenario de la caída del precio era algo que él ya manejaba por los reportes e informes de mi última reunión de la OPEP de 2012. Confirmábamos el escenario de la confrontación geopolítica entre países del Golfo Pérsico, Irán y Rusia. Su efecto sobre la estabilidad del precio resultó siendo desastroso al causarse el escenario de «guerra de precios» entre importantes productores. Estos informes, además de los elaborados sobre el impacto del «petróleo y gas de Esquistos», que se produce mediante la técnica del «fracking», eran conocidos por él y me autorizó a compartir información técnica, publicada por la OPEP, con el Comandante Fidel, quien mostraba alto interés por este asunto.
Por otra parte, el Comandante Chávez estaba al tanto, con mucho detalle, de los problemas que podría llegar a confrontar PDVSA. Él sabía que PDVSA tenía una fuerte carga sobre sus hombros, debido a que era imperativo que, dada sus capacidades y despliegue en el territorio nacional, asumiera tareas, muchas veces de emergencia, mientras se creaban o fortalecían las instancias correspondientes del Estado.
PDVSA tenía, como empresa del Estado, el mandato y competencia legal para hacerlo. Siempre garantizando que, sus actividades sustantivas en el área petrolera se cumplieran según lo programado y pudiese garantizar, como lo hizo siempre, los recursos e ingresos provenientes de la renta petrolera.
Sin embargo, ya nos afectaba el tema cambiario, pues el costo del diferencial lo absorbía la empresa. Esto no solo nos encarecía los costos de producción sino que afectaba el flujo de caja y deuda con proveedores. Por otra parte, tuvimos que emitir deuda para respaldar una política cambiaria que no terminaba por revisarse y mantener el llamado «implícito» a un nivel establecido como objetivo por el BCV y Ministerio de Finanzas.
A pesar de esta situación que tendía a complicarse y que advertimos (tenemos todos los informes), siempre mantuvimos la producción a los niveles de 3 millones de barriles día. A veces fluctuaba, siempre le informaba al Presidente, pero nos manteníamos en promedio/año a los niveles meta establecidos en los acuerdos de la OPEP. Bajo estas circunstancias prevalecía el liderazgo y la motivación de nuestros trabajadores, quienes estaban acostumbrados a trabajar en la primera línea de combate, con mucha conciencia de su rol y compromiso con una situación que sabíamos sería una etapa de la Revolución.
Esa era una de las razones fundamentales por las que el Comandante Chávez salía en defensa de la Nueva PDVSA, de nosotros y sus trabajadores. Porque él sabía de los esfuerzos que hacíamos, de la lealtad y del hecho de que estábamos resteados con sus orientaciones y con él. No sólo al nivel de la dirección, sino a todos los niveles de las áreas operacionales. Era su equipo, lo conocía, lo probaba, lo retaba, lo estimulaba.
Él sabía, tenía la convicción, de que no haríamos como el avión que alcanzó más altura para esquivar la tormenta, que nos la jugábamos con él. Algunos amigos en el gobierno, preocupados de buena fe, porque observaban el nivel de exigencia, me recomendaban que bajara la intensidad. Siempre les comentaba que estábamos haciendo las cosas en el marco de nuestras leyes pero, muy probablemente fuera de la lógica del egoísmo y cautela que, justamente, entorpecía el avance del Comandante. Mi plan siempre ha sido, y será, el Plan de Chávez, de la Revolución. Esta certeza se tiene o no y en mi caso, no fue que la obtuve recientemente, venimos desde hace años del campo de la Revolución.
El Comandante tenía los detalles de la situación de PDVSA, bien por los informes que enviábamos y leía completamente o por la información que él siempre recababa por sus propios medios, constantemente llamaba y chequeaba todo. Tenía un método de revisión de cuentas infalible: sacaba y pedía las cuentas de todo, tomaba decisiones y asumía sus consecuencias. Como le gustaba decir «estaba entero», sin cálculos. Era su creación, desde la derrota del sabotaje petrolero, se vinculó estrechamente a la Nueva PDVSA, no era una empresa más del Estado, sino el pilar fundamental de nuestra economía y de las posibilidades de avanzar en otro modelo económico para superar el rentismo petrolero, un modelo que, insistimos, debe ser socialista.
Quien pretenda desvincular nuestra gestión de la mano y dirección del Comandante Chávez, o no conocía al Comandante, o miente. Los que trabajamos junto a él todos estos años y los que tuvimos su afecto y cercanía lo saben y pueden dar fe de lo que estoy diciendo. Cuántas llamadas, casi diarias, de madrugada, cuántas «cuentas» había que enviar «antes que amaneciera», cuánta exigencia, reuniones hasta la madrugada, trabajo en un chequeo diario, permanente, de los números del país, de la economía, de los sectores estratégicos, el petrolero y PDVSA el primero de ellos.
Por eso cuando el Presidente Maduro me designa Vicepresidente del área económica en octubre de 2013, yo tenía una idea clara de los problemas y de lo que había que hacer. Algunos compañeros me advertían que no tendría el apoyo necesario para hacerlo. Entendía que era una oportunidad de ayudar, contribuir a estabilizar y estar en mejores condiciones para una tormenta que tendríamos que cruzar, sin el Comandante Chávez.
Al final de ese período, entre octubre de 2013 y agosto de 2014, no se obtuvo el apoyo necesario para avanzar en un conjunto de medidas que, resultado de un arduo trabajo de nuestro equipo en PDVSA y estrecha colaboración del BCV y otros especialistas, todos vinculados a la gestión del Comandante Chávez. A pesar del extraordinario esfuerzo de PDVSA, que ese año 2014 pudo aportar 43 mil millones de dólares a la economía, con un precio que todavía promedió los 90 dólares por barril y una producción de 3 millones día, además de operaciones de emisión de bonos para captar recursos para una nueva política cambiaria, no hubo las condiciones políticas para avanzar en una agenda que tenía al menos 18 puntos, todos consensuados al más alto nivel, pero que no pudieron desarrollarse o aplicarse, en algunos casos se impuso la desconfianza, prejuicios y desconocimiento que entorpecieron el trabajo. Esta agenda la explicamos en múltiples espacios: desde el sector internacional en Londres en junio de 2014, hasta la dirigencia y las bases del PSUV en el Congreso del partido en julio de ese mismo año, donde recibió un entusiasta apoyo. Nuevamente, todo está documentado.
La consigna fundamental del Plan era estabilizar la economía, alcanzar los equilibrios. Crear otro sistema cambiario que convergiera hacía un valor que tuviese algún tipo de fundamento económico, para luego tener un tipo de cambio que fluctuara en una banda donde el BCV pudiese intervenir. En cuestión de muy poco tiempo, pudimos bajar el paralelo de 93 bolívares por dólar a 53 bolívares por dólar. El cambio de convergencia, lo visualizábamos técnicamente entre 12 hasta 25 bolívares por dólar, era el cambio de indiferencia con Colombia para combatir el efecto del mercado negro desde Cúcuta. Se establecía una política fiscal distinta, sin excepciones a la banca o al sistema financiero, una política de incentivos a la producción nacional, identificando 11 motores de la economía. Teníamos que lograr que producir en el país fuese más rentable que conseguir una divisa barata que sigue alimentando al paralelo, y por ende a la inflación y al desacato de precios generados por los especuladores. También se propuso una estrategia para el manejo de deuda, aplanar los vencimientos y el manejo de activos en el exterior, entre otros.
No se pudo. ¿Qué fuerzas actuaron torpedeando esta agenda?, siguen allí y hay que identificarlas, no son factores revolucionarios, se mimetizan, a veces juegan por las bandas, manipulan, adulan, atacan. Siempre lo he sostenido, ante las críticas de la derecha a nuestro proceso, reitero, quien ataca a la economía son los mecanismos del capitalismo que sobrevivieron la ofensiva revolucionaria del Comandante Chávez. Son esos mecanismos y sus agentes quienes, no sólo no harán nada por ayudarnos, sino que, en su expresión política, son capaces de promover violencia y una invasión a nuestro país para entrar a saco roto a nuestras riquezas, que son inmensas y estratégicas y que están entre los objetivos de los «tanques pensantes» e intereses económicos de las transnacionales.
Estas reflexiones, sobre cosas que han sucedido y la actuación del Comandante Chávez y de los que trabajamos con él, no tienen ningún propósito literario, ni un regodeo anecdótico. No. Tienen una profunda carga política, contenido de claves y elementos para el combate. No me cabe duda que el campo Bolivariano, avanzará, como avanza, en el terreno político derrotando a la extrema derecha y sus patéticos cabecillas. Así mismo, tenemos toda la fuerza para detener y neutralizar las maniobras extranjeras desde estos espacios internacionales. Pero en lo que creo que debemos profundizar el análisis, clarificar las ideas e identificar la actuación solapada del gran enemigo, es en la economía. Discutir a profundidad, de buena fe, entre revolucionarios. Como decía el Comandante «en el socialismo, la prioridad de la economía debe ser resolver las necesidades del Pueblo», su calidad de vida, mantener la perspectiva de un futuro posible, como Chávez lo soñó y prometió al Pueblo. ¡Venceremos!