No es tarea fácil la sustitución de la dominación de una clase. La historia nos enseña, que no es suficiente un simple relevo político, menos lo es un cambio de hombres, ni siquiera se trata de revoluciones profundas en las relaciones económicas. Todo eso es necesario para poder llegar a la última línea de defensa de las clases dominantes, aunque no es suficiente. La dominación subsiste hasta después de perdido el poder político.
Esta línea de defensa, la ideología dominante, la ética. En esa ideología, vive, resiste atrincherado en la costumbre, el virus de la relación de dominación. Espera en el corazón de los individuos para aflorar a la menor debilidad, emerger por la más pequeña grieta. Allí acaece la decisiva batalla revolucionaria. Al principio es un asunto de falta de comprensión individual, la ideología de la clase sustituida, aparece en las relaciones individuales, apoyada en los viejos vicios y valores: la viveza, atesorar beneficios, evadir sacrificios, el egoísmo, la pleitesía a los viejos símbolos, a antiguos semidioses. Pero es cuando emerge en los niveles de dirección, en el gobierno, que hace verdadero daño a la Revolución, la sacrifica.
No se debe olvidar que la ideología dominante, es decir, la que impregna al grueso de la sociedad, y la gobierna, es la ideología de la clase dominante. Contra esa ideología es la principal batalla revolucionaria. Por eso, cuando Chávez decía que ser rico es malo, se refería a la mentalidad, la visión del mundo, la ideología, la espiritualidad dominante, la de los ricos. No hay nada más triste, que un pobre, un desposeído, con la mentalidad del rico, que acepte y se conduzca de acuerdo a esos valores, así, se constituye en su propio verdugo.
La conducta de los gobernantes emponzoñados con la ideología de la dominación, se trasvasa al resto de la sociedad y fertiliza el terreno para la restauración, la exige. La nostalgia del pasado guía esos pasos.
De allí que, en la Revolución, la lucha principal es la lucha interna, contra la idealidad del sistema que se quiere sustituir. Se trata de reeducar a los dirigentes y a la masa formada en esos valores. Es necesaria una dirección blindada en la nueva conducta, que irradie, con su discurso, y, sobre todo, con su ejemplo los nuevos valores, la nueva visión del mundo. No es tarea fácil, el poder, por pequeño que sea, es propicio para que emerja la condición del hombre, aflore sus más íntimas cualidades. Allí se verá quién ganó la batalla por su alma, si el pasado o la nueva relación social. Si la ideología dominante no es sustituida, si su base material no es sustituida, entonces, a partir de esa línea se repondrá tarde o temprano lo viejo y vencerá al endeble andamiaje de lo nuevo.
La tarea es difícil, muchas revoluciones no han logrado superar lo viejo, más allá de la generación fundadora. La que labró una nueva relación humana en el combate. Y muchos intentos revolucionarios fueron abortados por la ideología dominante que asechaba en su propio seno.
La dificultad es inherente al intento revolucionario, ya detectar el peligro, es un avance, un triunfo. Resta, buscarle soluciones, que deben ser refrendadas en la práctica. Puede ayudar el ejemplo de los grandes revolucionarios, pueden ayudar las victorias de la nueva idealidad en las revoluciones. Sin duda, ayudará, la vigilancia y la alerta oportuna. Esa es la tarea más importante en la lucha revolucionaria. Cuando la nueva ética, la nueva moral, la ideología que nace, comienzan a fallar, a perder terreno, es señal inequívoca de que esa Revolución se va perdiendo.
¡CHÁVEZ, EJEMPLO REVOLUCIONARIO!