El día de ayer, jueves 25 de febrero, funcionarios armados allanaron y ocuparon mi casa. Esta nueva acción irregular, represiva, de persecución e intimidación contra mi persona y mi familia, se producía, en el mismo momento que el Fiscal General de la República, se dirigía a la Asamblea Nacional, tratando de evadir su responsabilidad en la violación de los Derechos Humanos en el país.
Mi casa, que fue allanada y ocupada, ha sido la vivienda de mi familia durante más de veintiún años, en ella crecieron mis hijos, adquirida con el esfuerzo del trabajo profesional de mi esposa como abogada en ejercicio y profesora universitaria, y el mío como ingeniero, mucho antes de haber sido designado Ministro de Petróleo y Presidente de PDVSA.
Poco le importó, a los perpetradores de este nuevo atropello, que en vista de mi forzada ausencia, mi casa estuviera habitada por una familia, con dos hijos menores. Por las amenazas públicas y notorias recibidas por parte de Maduro y su gobierno, no he podido volver a mi país, y tengo que vivir en el exilio para preservar mi vida y la seguridad de mi familia.
Esta nueva agresión –a todas luces ilegal–, es parte de la continuada violencia ordenada por Maduro en mi contra, el cual abusa de todo su poder como Jefe de Estado y de su control sobre el Ministerio Público, el Poder Judicial y el monopolio de los medios de comunicación social, para perseguirme, amenazarme y destruir cualquier posibilidad de mi regreso.
Quiero denunciar ante el pueblo venezolano y el mundo –tal como acabo de hacer ante la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU–, que mi vida y la seguridad de mi familia, corren peligro, debido a que Maduro se ha propuesto, ya como una asunto de venganza personal, atacarme, por el solo hecho de haber levantado mi voz para denunciar la destrucción de Venezuela y la entrega de nuestro petróleo.
La violencia ejercida en mi contra por Nicolás Maduro es de un encono y una desproporción que no tiene precedentes, las graves violaciones a mis derechos y garantías, así como, el permanente discurso de odio, hace suponer que vendrá otra agresión directa en mi contra o de mi familia, enmascarada, para encontrar con ello alguna motivación frente a la opinión pública, detrás de cualquiera de sus mentiras y manipulaciones ilegales derivadas de su absoluto control de la Fiscalía, del Poder Judicial y de los medios de comunicación social.
Me persiguen y agreden, utilizando a la justicia como instrumento de justificación y coacción, judicializando la política, un triste mecanismo que se ha ensayado en nuestra región, contra dirigentes políticos y ex presidentes como Cristina Kirchner, Lula Da Silva, Dilma Roussef y Rafael Correa. Maduro emplea el mismo método e iguales argumentos para perseguirme, así como, a mi familia, y arremeter contra cualquiera que se oponga a sus caprichos y a sus planes de entrega del país, del petróleo y de nuestras conquistas políticas y sociales.
Pero, a diferencia del resto de los Estados de América latina, en Venezuela no hay libertad de expresión, ni posibilidad alguna de defenderse, y se ha instalado el miedo, la censura y el silencio, para ocultar los actos arbitrarios y la violación de los derechos humanos de todo aquel que se oponga a los designios de este grupete que controla el país.
No hay espacio en Venezuela para la denuncia, para el disenso, para la defensa de las ideas, ni siquiera, para contestar las infamias de los personeros del gobierno, todo ésto en un país que está urgido de discusión política, propuestas y soluciones. Lo que se impone hoy desde el poder, es el silencio y la instigación al odio que alimenta la violencia fascista.
Mis perseguidores son los mismos que han destrozado al país y a su industria petrolera; son los mismos que han perseguido con saña a los trabajadores y gerentes de PDVSA; son los mismos que dejaron morir en prisión al ex Ministro Nelson Martínez; son los mismos señalados, en el Informe de la Comisión Internacional Independiente del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, como perpetradores y cómplices de Crímenes de Lesa Humanidad y del establecimiento de la violacion de los Derechos Humanos como POLÍTICA DE ESTADO, contra el pueblo venezolano, como consta en los Informes de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU.
Hago responsable de mi vida y la seguridad de mi familia a Nicolás Maduro y al fiscal Tarek Williams Saab, por ser éstos instigadores directos de la violencia en mi contra, violadores de mi derecho a la presunción de la inocencia, de mi derecho a la dignidad y a la vida.
Venezuela, hoy día, es un país peligroso, de falsos positivos, de infamias, donde se persigue a los inocentes, se levantan expedientes amañados, para justificar ante la opinión pública, las acusaciones, agresiones y persecución política; donde no existe el Estado de Derecho, la separación de Poderes, no hay ningún tipo de garantías y los cuerpos de seguridad y el Ministerio Público, están al servicio de la discrecionalidad y los arranques de ira del Presidente, al que su manera de actuar lo iguala a un tirano.
Seguiré llevando ante las instancias correspondientes, la denuncia de la violación de mis derechos fundamentales en mi condición de perseguido político. A su vez, alerto al movimiento popular, a la Fuerza Armada y a todos los factores políticos y sociales del país, sobre esta descomunal y desproporcionada campaña de persecución y violencia en mi contra, y en contra de mi familia.
Yo seguiré levantando mi voz para denunciar la entrega de la patria, amparado en mi palabra, mi prestigio y trayectoria, con el aval de haber servido a Venezuela durante doce años como Ministro de Petróleo del Presidente Chávez. Seguiré en mi camino desenmascarando a este gobierno criminal y abogando por los derechos de los trabajadores y del pueblo venezolano.
Quiero agradecer la solidaridad de mis vecinos, compañeros y amigos, así como, de personalidades y distintas organizaciones nacionales e internacionales de defensa de los Derechos Humanos, que me han expresado su apoyo e indignación ante esta nueva injusticia cometida en mi contra.