Olvidar a Chávez es olvidar su socialismo. Y olvidar el socialismo es olvidar a Chávez y no pensar a largo plazo.
La muerte de Chávez fue hace 10 años y meses. Conmocionó a un pueblo optimista que creyó en él y en que el país iba a cambiar, en el futuro. Pero ese mismo día su muerte hizo feliz a muchos. A los enemigos del socialismo y de su Plan de la Patria, y a los poderosos en general; murió Chávez, el indio que conmovió al mundo capitalista en el siglo XXI, y todo queda como siempre, condenados a vivir esclavos.
Por ejemplo, la gente de Fedecámaras tuvo que haber sentido un gran alivio por su muerte, la que ahora, sin pudor, se hizo aliada principalísima del gobierno de Maduro. Ahora maduro y Fedecámaras son uña y carne (al buscar un intervenir para la Cruz Rojas, Maduro llamó a Ricardo Cusanno, no se sabe por qué, los empresarios no dan puntadas sin hilo).
Pero por su muerte igual sintieron alivio en Europa, en China y Rusia, agradecidos al gran imperio del norte.
Después de la muerte del comandante de la revolución de la revolución bolivariana se activó un programa para desmemoriar a la población chavista de toda la obra socialista. Los traidores, en vez de reforzar los programas socialistas adelantados por Chávez los desmontaron, acordando “la paz de los bobos” con los empresarios conspiradores. Donde hubo solidaridad y trabajo cooperativo se colocó a un coronel para demolerlo todo (fue el caso de las empresas socialistas que más tarde fueron restituidas a manos privadas). La solidaridad y la cooperación fueron reemplazadas por la lógica de los “emprendimientos”, la lógica del capitalista; el esfuerzo colectivo para el colectivo trocado en egoísmo e individualismo. Emprendimientos han servido a la empresa privada para acabar con las conquistas laborales importantes, con los contratos colectivos, acordando con muchos obreros de forma individual y no colectiva, como “prestadores de servicios”, librándose los patronos de sus obligaciones contractuales y más allá, obligaciones establecidas en la ley del trabajo y la constitución, prestaciones sociales, pago por antigüedad… además de ser una forma de contaminar la conciencia social del pobre.
“Paso a paso y sin aminorar el ritmo”, Maduro ha restituido el pasado, hasta convertirse en el mejor amigo de Fedecámaras, “paso a paso y sin aminorar el ritmo” Maduro fue dejando atrás el socialismo y a Chávez, convertido en un símbolo inocuo, en una estatua, un templo y un ritual, en un recuerdo gris, desvanecido, de lo que fue reciente, del entusiasmo popular por los cambios socialistas.
De ese pasado ha transcurrido solo 10 años, sin embargo parecen 100. El afán de las redes sociales, de la cultura de la estupidez y de la desinformación, sumada la debacle de la educativo formal; las mentiras recurrentes del gobierno el cual nos acostumbró a escucharlo prometer lo que jamás cumple; la política de albañal; la Ley del odio y la criminalización de la protesta, han hecho que ahora la gente pierda la memoria y ocupe su atención sólo en asuntos personales, se consuele con los éxitos ajenos en los deportes y con el carnaval electoral, donde de nuevo se cree que reside la política. Pareciera que todo lo malo que pasa en el mundo solo pasa fuera de Venezuela o no tuviera que ver con ella, pero no es así, con Maduro o con sus opositores mayameros, Venezuela está condenada a desaparecer.
David Attenborough, un documentalista inglés, que ahora debe tener más de 90 años, hizo recientemente una compilación cronológica de sus trabajos, un recuento de cómo se ha degradado la vida en el planeta desde su primer documental, hace más de 40 años, hasta hoy, mostrando un reloj regresivo, un indicador de “degradación de la vida”, de contaminación por CO2, de pérdida de bosques y selvas húmedas, de especies vivas, el aumento del calentamiento climático global, del derretimiento de glaciares y aumento del nivel del mar, del cambio de las corrientes marinas y muerte masiva de especies marinas, etc., ¡a sus 90 años! Al Gore el político gringo hizo algo parecido advirtiendo sobre la cuenta regresiva de la vida, la vida que hace posible la existencia de la humanidad en el planeta. Jamás hablaron de la solución socialista, como lo hicieron Einstein u Oscar Wilde desde ópticas aparentemente distintas. Sin embargo el biólogo inglés hoy implora por el cambio del modelo de producción actual antes de que la vida que sostiene a la raza humana desaparezca, y junto a ella muchas formas de vida superiores. Lo mismo reclamó a los dueños del mundo el político Al Gore en otro momento y espacio.
¿Por qué el socialismo? Porque a la base de la destrucción de los ecosistemas está el sistema que domina la política actual en el planeta, el sistema capitalista de producción y la sociedad de consumo que lo sostiene. Destrucción motivada por las razones más egoístas, mezquinas, irracionales, banales, que concentran el capital en individuos con los niveles más ridículos de existencia, cargando lujos y necedades en la mente, una comunidad insaciable y muy reducida de la sociedad mundial. ¿Por qué el socialismo? Porque no hay ni ha habido manera de que en el capitalismo se pueda frenar el fin de la humanidad, de que frenen este sistema de vida consumista y de producción irracional y de devastación, más allá de la pobreza, de la voluntad de ignorancia, de la explotación y exclusión humanas, de la injusticia social, la desigualdad, que va su desarrollo diseminando a su paso.
Los discursos, los tratados internacionales, los propósitos para reducir la devastación, los acuerdos, los “objetivos del milenio” trazados por los dueños del mundo, son publicidad y nada más, propaganda, “paja loca” para adormilar a los países pobres, a las víctimas directas de los efectos mortales del modelo capitalista; una forma de correr la arruga …, sin embargo el final está cantado, el reloj está cerca de detenerse.
No conforme con esto, motivado por las mismas razones insubstanciales, el capitalismo buscó una vía más expedita y apocalíptica para el final: la guerra en Ucrania. En la política y en la “opinión pública” cada quien apuesta por su capitalismo, hay una bueno y uno malo, sin calcular las consecuencias, viendo desde afuera, tomándose una cerveza y comiendo boquerones, cómo se enciende la mecha de la dinamita, sin pensar en el fondo y en la gravedad del asunto; nadie – ni siquiera lo intenta – piensa en el porvenir, en la vida que tendrán sus hijos, sus nietos y los hijos de éstos. La gente solo bate la cabeza para no pensar.
¡Hay que volver a Chávez!