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Hay que restaurar a Venezuela desde su base moral

Hay un acervo moral en nuestra historia, es eso que nos indigna cuando alguien comete una injusticia. Todavía nuestro pueblo tiene sentido de la injusticia y, por oposición de lo que es justo; por eso elige o se parcializa por unos líderes o por unas ideas, y a otras opciones las desechas; por eso es engañado con facilidad, porque conserva un sentido de justicia y una esperanza. Cuando se pierde de forma definitiva esa esperanza y ese sentido estructurador de la sociedad todo se viene abajo. La base moral de la sociedad se diluye, las instituciones desaparecen y son sustituidas por mecanismos, trámites y procedimientos que solo sirven y alientan a una burocracia sin alma al abuso de su poder. Es así que el primer tufo a podrido de nuestra sociedad aparece cuando los abusadores y poderosos, burócratas y plutócratas llaman a votar.

El primer acto de corrupción moral que descubre la descomposición de nuestra sociedad son las elecciones de cargos públicos, las ofertas electorales y el mismo sistema electoral. Ninguno de los candidatos que llega a competir consigue contener su espíritu de estafador y lo expresa con toda libertad. Se confabula con sus iguales para que gente honesta no compitan por los mismos cargos que ellos; como si fuera natural se insultan y se calumnian al estilo de una caimanera callejera, como chismosas de vecindarios; manipulan, mienten a la gente esperanzada; se venden como jabón en polvo y algunos hasta hacen de payasos, cantan y bailan para atraer simpatías.

Hoy día los candidatos oficiales conforman una logia de aprovechadores que juran lealtad, silencio y tienen secretos de grado 33 como los masones que no lo pueden violar sin ser condenados al ostracismo o a la misma cárcel. Sus opositores harán lo mismo o peor, en la lucha por ser candidatos «oficialmente opositores al gobierno» y luego compitiendo por sus cargos; deben venderle el alma al diablo, y más allá, su cuerpo. Al final, esa combinación del uso de los «poderes públicos» a favor de los candidatos del gobierno, con la maldad químicamente pura de los candidatos de la plutocracia local y del imperio, no deja espacios para que el elector se exprese, ni siquiera su rechazo al carnaval electoral, porque siempre será elegido alguien, así la mayoría honesta del país no vote. La corrupción del sistema electoral es de origen, el sistema electoral «más perfecto del mundo» es a la vez el más corrupto, puesto que lo operan hombres y mujeres moralmente corrompidos.

Luego, a «entremés» le sigue la sopa: el «clientelismo», que en el gobierno central y en los gobiernos locales y regionales del partido que sea, contamina y pudre al servicio público, colonizándolos con aprovechadores, ladrones de los recursos públicos… «Clientes» de las campañas electorales que sirven para rellenar los cargos de confianza y asentarse como peste en la burocracia estatal. También los diputados son «clientes» del sistema electoral, con los cuales se refresca el gobierno central y al resto de los poderes públicos, obligando a estos llamados «poderes autónomos» – dirigidos por miembros del misma pandilla política – burócratas subordinados al madurato del gobierno y del partido de gobierno.

Luego de la sopa sigue el plato fuerte de la descomposición de nuestras instituciones. La más importante institución, la más resistente, que es la Constitución bolivariana, se viola, se la socava con alevosía. El sistema de salud pública es degradado a un mercado subterráneo de la salud, el sistema público de educación, con toda su calidad y toda su gratuidad, desaparece de forma gradual y segura dejando libre el espacio para la educación privada y para la privatización de la educación pública. Médicos y enfermeras vendiendo camas, medicamentos y exámenes en hospitales públicos; la academia emigrando hacia otros países, las universidades vacías, escuelas y liceos vacíos, sin maestros y profesores, e «inversores», testaferros del gobierno fundando colegios y universidades pagos. La excusa: los bajos sueldos. Como se ve, los bajos sueldos están al origen de la corrupción del sistema de salud pública y la debacle de la educación pública en todos sus niveles.

Luego el postre: el «desarrollo de las fuerzas productivas». El «desarrollo de las fuerzas productivas» no refiere al desarrollo global de la sociedad, es una licencia que da el gobierno a los empresarios, y a todo el que pueda explotar algo o a alguien, para que usen y abusen de nuestros recursos, dinero, naturaleza y fuerza de trabajo. En este ambiente la sociedad venezolana se termina de corromper, puesto que el «libre mercado» sirve de caldo de cultivo para criar los espíritus mezquinos, hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes miserables, espíritus despóticos y esclavos.

Paralelo a todo este menú están las excusas de los factores externos (sanciones, bloqueos, conflictos fronterizos), la violación de todo tipo de normas, trampas electorales, trampas judiciales, constituyentes que aparecen y desaparecen como los herpes, para sancionar «leyes constituyentes» que luego cuando la infección se calma desaparecen.

Terrible es haber visto día a día, después de la muerte del comandante Chávez, el último líder del país, este proceso de descomposición de nuestra sociedad, desde el gobierno o la ausencia de gobierno, hasta la desesperanza del habitante pobre de la calle. Los habitantes honestos del país solo nos queda luchar para que todo cambie, empezando por el «sistema electoral más corrompido del mundo» hasta la última escuelita rural, formar conciencia de la necesidad de la revolución social socialista, recatar del olvido al último Chávez y su Plan de la Patria, su verdadero legado escrito. Insistir en denunciar la farsa política de las elecciones donde nadie elige y son impuestos nuestros futuros verdugos, los remplazos del actual sin que podamos hacer nada. Hay que salir a la calle o poner en la calle nuestro grito de rechazo a la trampa capitalista imperial que nos niega los espacios para elegir a nuestros propios líderes. Hagamos la revolución verdadera y rechacemos la farsa de las elecciones. Ni Maduro ni María Corina, queremos una revolución socialista, dar la vuelta a la tortilla del capitalismo, de los privilegios y la ignorancia

SOCIALISMO ES LA CONSIGNA, NO AL LIBERALISMO, VOLAMOS A CHÁVEZ Y CAMBIEMOS EL SISTEMA

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