El modelo de producción y consumo del capitalismo, la devastación de los ecosistemas, acaban físicamente con nuestra especie. Y el modelo de control de la producción y del consumo en la sociedad capitalista degrada la calidad humana, su condición de ser social, acaba con el sentido existencial que mantiene a nuestra especie en el tiempo, enferma nuestro espíritu solidario de un individualismo mezquino y gregario.
Lo primero ya se está notando en los cambios climáticos imprevistos y previstos por los científicos. En la pérdida de los glaciares, el aumento del nivel del mar, el cambio de las corrientes marinas y la muerte masiva de especies marinas, las tormentas secas y los incendios, las otras tormentas y las inundaciones, y la pérdida de la diversidad biológica que metaboliza la vida de todo el planeta.
Lo segundo lo vivimos a diario en una sociedad fraccionada y gregaria, completamente distraída apostando en una lotería por lograr un éxito vano dentro del mercado capitalista. Nos hemos convertido en mercancías y como tal, queremos ser los primeros en el mercado. El único talento humano reconocido es el de venderse bien en el mercado. Luego de que te has vendido bien, te mueres, más pronto de lo calculado, sin heredar otra cosa que ese impulso por llegar primero. Esta es la fórmula que explicaría el ciclo de vida social del humano modernísimo.
Desde el comienzo, para los seres humanos, la conciencia de la muerte individual nos obligó a querer, proteger y educar mejor a nuestra descendencia; ese ha sido nuestro instinto existencial, nuestra forma de persistir, como especie, en la faz de la Tierra: la educación y el ejemplo. Sin embargo, desde que existe el capitalismo y la avaricia burguesa se está acabando aceleradamente con esa tradición, ese legado “existencial”.
El objetivo de un capitalista es prolongar su modo personal de vida, indiferente al destino o fracaso del resto de la sociedad y de la humanidad. El objetivo de un humanista es prolongar la permanencia de nuestra especie en el tiempo, sembrando y nutriendo la gran obra humana, cosechando cultura.
Capitalismo y humanismo se mueven en sentidos contrarios.
El capitalismo es producto de un egoísmo exacerbado y un materialismo abstracto, deificado, la mercancía hecha dios, y dios reducido a mercancía por humanos, siendo el mismo capitalista otra mercancía más; es el fetiche de la mercancía.
El humanismo es espíritu humano exacerbado, el equilibrio humano como tarea fundamental. En tiempos modernos, humanismo se traduce en socialismo, la base material para volver a cultivar los valores espirituales fundamentales del hombre como especie, para el desarrollo y crecimiento personal, de cara al tiempo.
Una revolución socialista no es alimentar la pobreza material, y sobre todo espiritual, del individuo. Socialismo no es llenar la barriga de los hambrientos y enseñarlos a trabajar sin sentido existencial. El trabajo sin sentido existencial degrada la inteligencia humana, aliena, agota. Llenar la barriga y adiestrar a la gente para producir mercancías no es socialismo, es una idiotez generalizada, una peste que hay que erradicar ya, como un problema sanitario global. Pero sobre todo erradicar esta mentalidad de aquellos que, en nombre del socialismo alimentan al capitalismo y su idiotez, conscientes o no de ello.
El socialismo es una necesidad, no es un sistema de gobierno más que se puede alternar con la democracia burguesa. Por eso es que hay revolucionarios “mercancías”, y otros revolucionarios dispuestos a demoler el sistema capitalista en su totalidad, desde su núcleo espiritual y material, que lo alimenta: quebrar el retornelo de la mercancía, el cual, para cuando se agote la Tierra, los recursos materiales y humanos, se mostrará tardíamente como finito.
En la cúspide de la pirámide de la sociedad burguesa no hay verdaderos modelos humanos, modelos morales fundacionales, solo hay avaricia irracional, mentes calculadoras, despiadadas, máquinas de hacer dinero y criar estúpidos y estupidez. Para nuestra especie la verdad debe ser una, no relativa o caprichosa. La verdad se cimienta en la persistencia de nuestra raza humana en el tiempo; en la herencia de valores, en la tradición, historia, en la cosecha de conocimiento y su transmisión a través de los procesos educativos; de esto depende la vida humana. Socialismo no es otra mercancía más, una moda, una herramienta publicitaria, socialismo es la cura necesaria, inaplazable, para recuperar el humanismo, la salud humana, el equilibrio, el sentido de pertenencia de sus individuos a una sola patria.
¡PATRIA ES HUMANIDAD!, ¡VOLVAMOS A CHÁVEZ!, ¡PATRIA SOCIALISTA O NADA! —